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La nueva ley es el comienzo para poner fin a la impunidad, aseguran

Mujeres buscan a familiares con sus propios recursos; nada las detiene

Lucharé hasta encontrar no sólo a mi hijo, sino a todos los secuestrados, dice Yolanda Morán

 
Periódico La Jornada
Viernes 17 de noviembre de 2017, p. 5

Yolanda Morán, madre

Las lágrimas las dejo en mi almohada. Afuera lucho hasta encontrar no sólo a mi hijo, desaparecido hace casi nueve años, sino para hallar a todos los demás. Si me caigo, ellas me levantan, expresa firmemente la madre de Dan Jeremeel Fernández Morán, Yolanda Morán, al apuntar con el dedo índice a otras mujeres a quienes, igualmente, nada las vence.

La entrevista se realiza afuera de la residencia oficial de Los Pinos, después de la promulgación de la primera ley general de desapariciones forzadas del país.

Ayer fue un día especial. Aunque no se dan permiso de celebrar, las mujeres saben que este día se logró algo, el comienzo, una herramienta para hacer frente a la impunidad, expresan.

A Dan Jeremeel lo secuestró un comando armado, militares. Era ejecutivo de una aseguradora y, desde el 19 de diciembre de 2008, nada se sabe de él. Su madre, entusiasta integrante de la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de México (Fundem), lleva en la solapa una imagen de Jeremeel y, en la mano, la fotografía del entonces rozagante muchacho.

La lucha que han dado ha sido a escala nacional e internacional, acudieron a muchas puertas que jamás se imaginaron tocar.

Adela Alvarado, madre

Ella busca a su hija, a quien le arrebataron en la capital del país hace casi 13 años. Mónica Alejandrina Ramírez Alvarado tenía entonces 20 años y estudiaba la licenciatura de sicología en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Al igual que Yolanda Morán, Adela Alvarado lleva la foto de su hija en el pecho. La chica, Monis, de cabello castaño oscuro, esboza una sonrisa. Al lado, en letras rosas, se lee: desaparecida.

“El dolor –narra Adela– empieza cuando rehúsas aceptar que a tu hija se la llevaron para trata (de personas con fines sexuales). Esto es aterrador, porque aquí nosotros no tenemos un duelo, no podemos cerrar un círculo. Es un martirio constante pensar que no le dieron oportunidad de seguir su vida y en la situación en la que pueda estar.

“Unos familiares me decían: ‘Yo quiero que Monis esté muerta, porque no quiero pensar en lo que le hicieron’. Y yo me lo negué muchos años, pero uno tiene que aceptarlo para buscar en el lugar que, de acuerdo con las investigaciones, es idóneo para encontrarlos. Empezamos a buscar en hoteles, bares y demás.

“En la cárcel hay un hombre sentenciado a 26 años de prisión por el secuestro de Monis, pero él se declaró inocente y las autoridades no han obtenido información acerca de qué hicieron con la muchacha.

“Yo no me he despedido de mi hija, para mí, ella está viva. Yo la seguiré buscando viva, pero también (hace una pausa)… pero también muerta.”

Alma Rosa Rojas Medina, hermana

Es una de las rastreadoras en Sinaloa, que con sus propios recursos buscan sitios en los que se presume hay fosas clandestinas. Alma Rosa Rojas exige que la nueva ley sea el ariete para hacer efectivo el trabajo forense, porque de nada sirve, advierte, encontrar restos humanos si no les practican ni el ADN.

“No m’ija, ya no vivimos igual. Ocho años y cuatro meses buscando a Miguel Ángel. Desde el primer día ya no vives. De pronto me siento y digo: ‘ya no lo voy a buscar’, pero enseguida me respondo: ‘¡cómo no lo voy a buscar si él me está diciendo que lo busque!’ Sí, he dicho: ‘hermano, ya no te voy a buscar, porque no te encuentro’, pero luego digo, ‘¿qué dirán de mí, hermano?, ¿que tu hermana ya se rajó? No. Tu hermana sigue adelante’.

“A veces los gobiernos locales nos ponen trabas; en esta búsqueda recibes presiones, amenazas, nos dicen de cosas, pero seguimos activos.

“Así hemos encontrado a muchos ya; hemos hallado miles de restos. Por eso yo les digo: qué ganamos con andar abriendo fosas clandestinas, con recoger restos óseos, restos calcinados, si esos restos los vuelven a desaparecer.

“Mi hermano desapareció en un municipio que se llama Estación Obispo. Ahí difícilmente pueden llevarse a alguien sin el ‘apoyo’ de las autoridades.”