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El matriarcado, especie de mito que oculta altos niveles de maltrato: activista

Juchitecas comandan la sobrevivencia por el sismo, pero también sufren violencia
Enviado
Periódico La Jornada
Martes 21 de noviembre de 2017, p. 20

Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.

Son ellas las que mandan. En el hogar la jefa es la mujer, sin discusión. Las istmeñas, particularmente las juchitecas, se muestran orgullosas de ser el sustento de sus hogares.

La diversidad de sus labores es amplia: son comerciantes, vendedoras de comida, cocineras, panaderas, totoperas, tortilleras, artesanas.

Cuando se recorren las destruidas calles del Istmo por el terremoto ellas están en los patios, arreando animales, cuidando familiares, moviendo muebles rescatados, cocinando. En cambio, a los hombres –a muchos– se les ve tranquilos, descansando confortablemente en hamacas, con el argumento de que el campo ya no da.

A dos meses de ocurrido, el impacto del sismo de magnitud 8.2 del pasado 7 de septiembre persiste en la región, y Juchitán es el ejemplo más contundente. De acuerdo con estimaciones de la autoridad, derivado de ese evento geológico, alrededor de 80 por ciento de las viviendas de este poblado fueron afectadas; de la escuela más antigua e importante, inaugurada por el general Lázaro Cárdenas hace 79 años, no queda nada; el palacio municipal se vino abajo, y el mercado, otrora no sólo un espacio para el comercio, sino también para la convivencia, la cultura y la identidad regional, quedó reducido a escombros.

Es precisamente a ellas, a las jefas a quienes más golpea la falta de estos lugares. Los niños están en las casas, las escuelas siguen dañadas; las ventas han bajado considerablemente y todos los que ofrecían sus productos en el mercado tuvieron que irse a las calles a trabajar bajo lonas para intentar seguir sus ventas.

Caen ventas de huevo de tortuga

En esta ciudad hay una tradición que, aunque ilegal, también se ha trastocado: la venta y consumo de huevo de tortuga, práctica de siglos heredada por los antiguos zapotecos, que hoy, sin mercado, se ha venido abajo.

Rosalía Espinoza Santiago tiene más de seis décadas dedicándose al pan. Su horno sufrió algunos daños, pero aun así sigue trabajando. Para evitar la filtración de aire, ella y su nuera revisten la instalación con lodo. Tenemos compromisos que sacar, mucho pan que vender, así que nos la arreglamos.

Mientras ella habla y da órdenes, su nuera hornea, y su hijo remueve la masa. ”¿Es cierto que aquí mandan las mujeres?”, se le pregunta a éste. Pues nomás véame, ¿usted qué cree?, alcanza a responder. No hay risas, y retoma su labor ante el grito que su madre lanza para hacerle ver que está retrasando el trabajo.

Pese a ser quienes mandan en el hogar, la violencia contra las mujeres es una constante en esta ciudad, así como en muchas otras de la región.

Rogelia González, fundadora del Grupo de Mujeres 8 de Marzo, que cuenta con una casa refugio para madres e hijos víctimas de agresiones, detalló que el Istmo ocupa el segundo lugar de violencia contra este sector en el estado, después de la capital, Oaxaca.

Consideró que aunque se puede hablar de un matriarcado, el concepto es una especie de mito que coloca a las istmeñas como mujeres autosuficientes, capaces y trabajadoras, pero también oculta los altos niveles de violencia que enfrentan.

En medio de un comedor popular muy famoso en el pueblo Santa María Xadani, la Na (señora grande o doña, en zapoteco) Vicenta es una de las representantes del afán del sector femenino de esta tierra de salir adelante. Hace nueve años inauguró su negocio y hoy es uno de los más visitados. Los pescados y mariscos son la especialidad, y el platillo principal es el robalo.

Al final de la jornada, Vicenta, de 66 años de edad, se da un tiempo para charlar con las visitas. Aquí nosotras vemos cómo, pero tenemos que ayudar al marido, si no, no alcanza. Aunque es la jefa de 10 mujeres y un muxe (hombres homosexuales, transexuales o transgénero) que no paran en todo el día, la Na no hace distinciones, se empeña con el mismo ritmo que sus empleadas. Podré ser la patrona, pero aquí el trabajo debe ser parejo, asegura.

Los muxes no se han quedado atrás en el apoyo a su comunidad. Ulises Toledo, perteneciente a uno de los grupos políticos de este sector y abogado de profesión, sentenció: Juchitán está devastado, pero no acabado. Se nos cayeron miles de estructuras, pero nuestra cultura sigue en pie.

Confió en que pronto su pueblo y la región, volverán a tener el esplendor y la historia de la cual los zapotecos estaban orgullosos hasta antes del sismo. Tocará a los muxes, que son un orgullo para las familias, colaborar en la reconstrucción no sólo física y estructural, sino también moral, asegura.

El doctor Héctor Matus es uno de los hombres más politizados de este pueblo. Llegó a ser secretario de Salud estatal durante el gobierno de José Murat y presidente municipal de Juchitán por el PRI, entre 2002 y 2004.

Su casa se vino abajo con el sismo y su hermana murió; sin embargo, es de los pocos optimistas en el futuro. Desde su perspectiva, el pueblo debe dejar de lado las protestas y la economía de la lona y el plantón y llegar a acuerdos, pese a la gran diversidad de propuestas e ideas políticas.

Tenemos agua, energía, el mejor aire del país. Podemos ser el paso transoceánico entre el Golfo y el Pacífico; somos una región con mucho potencial, es momento de aprovecharlo. Esa debe ser la lección que esta tragedia nos debe dejar, pues si no nos ponemos de acuerdo, no saldremos de ésta, asegura Matus.