Política
Ver día anteriorSábado 25 de noviembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

Familiares de los 43 realizan jornada de reflexión en el MUAC

No puedo detenerme aunque tenga miedo: me falta un hijo

Ante mentiras y el desdén oficial el grupo ha mostrado su resiliencia

Foto
Estudiantes y familiares de los 43 normalistas desaparecidos bloquearon durante más de tres horas las entradas a las instalaciones del Centro de Evaluación y Confianza de la PGRFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de noviembre de 2017, p. 7

A María Martínez Zeferino, originaria de Tixtla y madre de Miguel Ángel Hernández, uno de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos hace tres años, se le acercó un hombre durante uno de los muchos actos de solidaridad en el Zócalo de la Ciudad de México. ¿Puedo darle un abrazo?, preguntó. Luego le dijo al oído: Cierra la boca de una buena vez si acaso quieres volver a ver a tu hijo.

El terror la paralizó. Ya no se atrevió a participar en la marcha esa tarde. Pero después volvió a la lucha, porque no puedo detenerme, aunque tenga miedo, es un hijo lo que me falta. El 11 de septiembre de este año otro de sus vástagos, también alumno de la Normal Rural Raúl IsidroBurgos, fue secuestrado en Tixtla. Estuvo desaparecido 24 horas. María revivió la intensidad del sufrimiento pasado. La mañana siguiente, por instinto, sin que nadie hubiera tocado, abrió la puerta y ahí estaba el hijo, golpeado, descalzo, pero vivo. A él la vida le volvió a dar una oportunidad. Pero a mí no se me pasa el susto.

Esta historia, narrada por esta madre del colectivo de familiares de los 43 de Ayotzinapa durante una jornada de reflexión sobre este caso en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo el pasado miércoles, ilustra los impactos a largo plazo, la revictimización y lo que los sicólogos llaman la expansión del sufrimiento, que persiste en la vida de todos los familiares de los desparecidos, los heridos, los asesinados y los sobrevivientes de la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala.

Pero también demuestra la capacidad de resiliencia del grupo, que frente a todos los embates mantuvo la unidad necesaria para seguir exigiendo justicia y verdad.

Además del testimonio de María Martínez y Martina de la Cruz, madre de Jhosivani Guerrero, se expuso parte del trabajo sistematizado del acompañamiento sicosocial a las víctimas por la sicóloga Ximena Antillón, de la ONG Fundar y la antropóloga Mariana Mora, del Ciesas. Ambas colaboraron con el equipo de apoyo del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la CIDH y el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

Para las familias de las víctimas, casi todas campesinas, habituadas vivir acorde a los ciclos de la naturaleza y las cosechas, uno de los primeros impactos se expresa en una sensación de estar en un tiempo inmóvil, sin posibilidades de procesar un duelo.

Ximena Antillón lo expresa en palabras de uno de los padres de los 43. Estamos como el primer día. Nada ha sucedido, puesto que la impunidad persiste y carecen de los mínimos referentes de información veraz para comprender lo que para ellos y muchos más es incomprensible.

La especialista describió los distintos niveles de impacto de la impunidad. Uno, lacerante, fue la forma como se quiso –y aun hoy se sigue pretendiendo– imponer la llamada verdad histórica de la supuesta incineración en un basurero y los sucesivos intentos del Estado de dar por cerrada la investigación.

Cada vez que las familias, padres, hermanos o sobrevivientes escucharon la versión del basurero de Cocula revivieron un dolor indescriptible.

Otro nivel de la revictimización fue la forma cómo, desde los medios, ya sea los locales o las voces de muchos de los líderes de opinión de la prensa dominante, se intentó involucrar a las víctimas en actividades criminales que nunca fueron demostradas, con lo que generaron además a su alrededor un clima de hostilidad y estigma.

Uno más fueron los intentos de las autoridades de ofrecer compensaciones materiales condicionadas al silencio y con la pretensión de dividirlos. Ese fue otro aspecto del agravio; lo mismo que la forma como se puso fin a la misión del GIEI. Así lo expresa la madre del joven desaparecido. Nosotros pusimos toda nuestra confianza en ellos, y los corrieron del país.

Frente a ello, lo que asombró a los sicólogos fue la respuesta de resistencia de las víctimas, su capacidad de mantenerse unidos y de continuar en la lucha por la justicia y la verdad. O, dicho en palabras de María Martínez, no vamos a permitir que nos engañen. Primero nos los quisieron entregar en fosas, luego en bolsas, en cenizas. Todo era mentira.

Desde la óptica de la antropóloga, la visión de las víctimas se resumió en la vivencia de uno de los padres. Campesino como todos los demás, relaciona todo en torno a la idea de la cosecha. El hijo que logró entrar a la normal para estudiar una carrera era la síntesis del momento de cosechar los esfuerzos de toda una vida en torno al sueño de contar con una educación. Y ese sueño fue segado en septiembre, justamente cuando en el campo se recoge la cosecha.