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Presenta en la FIL de Guadalajara sus obras Ya nadie llora por mí y Antología personal

Corrupción, gran debilidad de la democracia: Sergio Ramírez

‘‘El económico es un poder anormal, creador de grandes desigualdades, que manda a las personas a buscar las fronteras de EU”, afirma el escritor nicaragüense en entrevista con La Jornada

Todavía existe el voto acarreado, cautivo, rural, que no es instruido, así como la clientela cooptada, sostiene

Enviado
Periódico La Jornada
Martes 28 de noviembre de 2017, p. 4

Guadalajara, Jal.

El escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe, 1942), Premio Cervantes de Literatura 2017, sostiene que el poder político al adquirir el poder económico es sinónimo de corrupción.

De eso trata su novela más reciente, Ya nadie llora por mí (Alfaguara), de la que dice: Estoy hablando de Nicaragua, pero ocurre en otros países.

Una novela siempre refleja la realidad, ya teñida por la imaginación, pero el sustento está en la vida que cada uno tiene en sus países; son circunstancias que se comunican, explica en entrevista con La Jornada.

Ramírez, colaborador de este diario, afirma que el número de novelas sobre el poder superan a las de amor, en las que incluso las relaciones de pareja son determinadas por la sombra del poder anormal, económico, que separa, manda al exilio, mata y desaparece.

Para el narrador, “los temas fundamentales de la literatura son el amor, la locura, la muerte y el poder, el factor dominante que permea en la novela. Aunque el amor siempre está modificado por el poder.

Éste es el poder que llamo anormal, el económico, que crea grandes desigualdades y manda a las personas a buscar las fronteras de Estados Unidos. Nadie se va de El Salvador y de Honduras por su propio gusto, porque le agrade pasear o conocer esa nación: se va porque las condiciones de vida en sus países son pésimas.

Añade: Estados Unidos no tiene preocupaciones políticas ni siquiera por Daniel Ortega, a pesar de su retórica antimperialista, porque sabe que es un discurso sin uñas ni dientes. Lo que interesa a los estrategas estadunidenses es el narcotráfico, el tráfico de migrantes y que las personas no lleguen hasta su muro, y para ello quieren la colaboración de todos los países que están hacia el sur.

El caso Odebrecht, ejemplo de corrupción colectiva

Sergio Ramírez visita México para participar en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, donde desarrolla una agenda que incluye las presentaciones de su novela Ya nadie llora por mí y Antología personal: 50 años de cuentos 1963-2013 (Océano). Además, forma parte de un acto dedicado al Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, a 50 años del haber ganado ese galardón y en los ciclos Latinoamérica viva y Nombrar a Centroamérica.

El narrador y ex vicepresidente de Nicaragua destaca que la corrupción, uno de los grandes males de Latinoamérica, se multiplica y nada tiene que ver con el autoritarismo o la democracia, ni con la izquierda ni la derecha, se lleva a todos. Como en el caso Odebrecht, ejemplo de corrupción colectiva.

Al respecto, sintetiza: una enorme compañía constructora que comienza a corromper a todo el mundo: gobernantes de izquierda de El Salvador, en Ecuador, gobernantes de derecha en otras partes. El asunto de aceptar dinero fácil tiene que ver con la ética, que me parece está en crisis, aun en la izquierda. La corrupción es un mal muy preocupante y una gran debilidad de la democracia.

Ramírez menciona que Dolores Morales, protagonista de Ya nadie llora por mí y El cielo llora por mí, “es una conciencia doliente, un guerrillero que perdió una pierna luchando contra Somoza, pero más allá que eso, combatiendo por una sociedad distinta, regida por principios diferentes: igualdad y justicia social.

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Una novela siempre refleja la realidad, ya teñida por la imaginación, pero el sustento está en la vida que cada uno tiene en sus países, que son circunstancias que se comunican. El poder político que llega a tener el poder económico es sinónimo de corrupción, explica Sergio Ramírez, colaborador de La JornadaFoto Arturo Campos Cedillo

Él está viendo que ha ocurrido lo contrario y llega a la decepción ética en un hombre que tampoco es instruido: un muchacho guerrillero que ha vivido todo esto y hay un momento que se siente en el desamparo. Es muy arquetípico, porque es lo que le pasa a muchos.

El narrador recurre a la imagen de un bosque que se mueve para derrotar a Macbeth, representación shakesperiana del poder enloquecido, para sentenciar. El que se adueña del poder absoluto y lo corrompe, el bosque va a llegar a él. De eso no hay ninguna duda. ¿Cuándo? No sé, pero el bosque va a llegar, va a seguir avanzando, y Dolores Morales irá cargando su árbol.

Sergio Ramírez, quien luchó contra la dictadura de Somoza en Nicaragua y luego se involucró en la vida democrática de su país natal antes de retornar a la literatura, rechaza que la vía armada sea un camino para Latinoamérica.

Refiere que en Centroamérica los movimientos guerrilleros con arraigo popular se convirtieron en opciones políticas, como en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, donde ese arraigo era más débil.

Así se consiguió el desarme de las fuerzas insurgentes, la reconstitución del sistema democrático, las oportunidades para participar en elecciones y que la guerrilla se formara como partido, más o menos lo que ocurre en Colombia.

Entonces, prosigue, “la guerrilla se institucionalizó, dejando atrás los grandes impedimentos de la conciliación del sistema político: el reclamo de la eliminación de la economía de mercado y el imperio de la economía estatal. Eso se volvió obsoleto. Nadie habla en esos términos.

En los regímenes que la guerrilla produjo, por ejemplo en Nicaragua, son más o menos conservadores y capitalistas, atenidos a las reglas del Fondo Monetario Internacional. En El Salvador son de centro y no llegan ni a socialdemócratas.

Afirma que “romper los equilibrios es muy peligroso, es decir la alternabilidad en el poder es básica para la convivencia. El día que un partido o Arena o el FMLN digan ‘yo aquí me quedo’, ahí se acabó todo. Vuelve el peligro de una confrontación”.

No obstante la posibilidad de elegir, Sergio Ramírez considera que se debe atender la calidad de las de las elecciones. En Nicaragua está en cuestión el sistema electoral, está cooptado. Hay que reconstituirlo. En contraste, en El Salvador, la alternabilidad funciona: los votos son contados correctamente. El fraude electoral no cabe.

Refiere que los elementos óptimos de una democracia deben pasar por el fortalecimiento institucional, esto es materia pendiente.

Sólo la educación puede crear ciudadanos, destaca, pues “todavía existe el voto acarreado, cautivo, rural, que no es instruido, así como la clientela cooptada. También estamos hablando de México.

“Lo importante es que se pueda seguir votando. Si me dicen: ‘está funcionando mal’, ‘no se elige a quien se debe’, ¿cuál es la alternativa?’ No hay. Lo único es fortalecer el sistema democrático y preservar el derecho de elegir.”