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Conozco los riesgos e ilusiones de los migrantes, dice el músico nicaragüense Luis Enrique

“Mi Autobiografía pertenece a quienes trabajan a diario para un presente mejor”
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La trayectoria de Luis Enrique –en imágenes de su Facebook– comenzó en Estados Unidos, donde creó un estilo propio en la música tropical
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de diciembre de 2017, p. a11

Luis Enrique es conocido como El príncipe de la salsa, pero, antes de obtener el prestigio y los premios que lo han destacado como uno de los referentes mundiales de este género, fue niño maltratado y joven indocumentado; padeció xenofobia en Estados Unidos, luego de abandonar su pueblo natal, Somoto, en Nicaragua, a finales de los años 70.

El salsero vivió su niñez entre la naturaleza festiva y musical de la familia paterna; en contraparte, la materna era la del activismo militante. “Bohemios versus políticos, imagínense”.

Así lo explica el intérprete de Yo no sé mañana en su Autobiografía, la cual fue editada por Harper Collins, en la cual describe, con tintes de nostalgia y dolor, algunos episodios de su vida para abrir por primera vez su corazón al público y mostrar al hombre detrás del artista.

El cantante tiene una trayectoria de 30 años, que comenzó en Estados Unidos, donde rompió esquemas y estableció un estilo en la música tropical. Su talento le permitió crear una manera de hacer salsa, que de inmediato encontró eco en las nuevas generaciones.

Proviene de una familia de músicos reconocidos. Es hijo de Francisco Luis Mejía Godoy y sus tíos paternos son los cantautores Luis Enrique y Carlos de los mismos apellidos.

El libro comienza con su vida en Somoto y retoma las historias de sus familias, la relación con sus abuelos maternos y la separación de sus padres. Su gusto por la música nació de pequeño con una batería de juguete, a la vez que conoció la pasión que provocan la militancia y el activismo políticos.

Abandono materno

Cuando su madre se fue a Costa Rica, sus abuelos se hicieron cargo de educarlo. Después, por diversas razones, apareció en su vida su tío abuelo monseñor Luis Enrique Mejía y Fajardo, que disciplinaba de manera despiadada con azotes, castigos y porrazos.

Ahora, a sus más de 50 años, Luis Enrique devela muchos otros aspectos de su vida, como el recuentro decepcionante con su madre en Estados Unidos, la ocasión en que conoció a Barack Obama siendo presidente o cuando empezó su trayectoria musical guiado por Wesley Reed.

La vida nos enfrentó a una dinámica de mando, rigurosidad extrema, miedos reprimidos y llantos escondidos tras la puerta de la habitación, porque ni siquiera llorar en público era aceptado, plasmó el intérprete, cuyos abuelos maternos Camilo y Gertrudis eran militantes del Partido Liberal Nacionalista, de Anastasio Somoza.

No obstante, explica el cantautor en el libro, los recientes acontecimientos protagonizados por el nuevo mandatario estadunidense Donald Trump, con relación al estatus de los inmigrantes, me han estremecido el alma y sacudido la memoria.

Al igual, subrayó, que millones, yo también soy inmigrante. Conozco en carne propia las ilusiones, los riesgos y el miedo que acompaña a todo aquel que decide destetarse de su patria y adentrarse en una tierra desconocida en la que se habla otro idioma, se siente otro clima y se respira otra cultura, guiado por la necesidad y amparado por el derecho de una vida mejor.

Admite: Siempre seré un extranjero; ése ha sido mi destino, pero junto a mí caminan miles de hombres y mujeres que al igual que yo, se han refugiado en la misericordia de aquellos que aparecen en su camino para alimentarles cuerpo, alma y su espíritu.

El cantautor ha expresado de esta publicación: Mi autobiografía no es sólo mía, le pertenece a esos tantos que trabajan cada día para alcanzar y disfrutar de un presente y un futuro mejor.