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México-Cuba: el valor de la cultura popular

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in que los organizadores lo tuvieran como un propósito básico, el coloquio internacional celebrado el fin de semana pasada en Matanzas para recordar el centenario del nacimiento de Dámaso Pérez Prado se convirtió en una muestra más de la importancia de la cultura popular en las relaciones entre Cuba y México: desde la música, el cine y el teatro de revista hasta la danza y la literatura. Así lo demostraron los especialistas locales que asistieron, como Radamés Giro, Rafael Lam, Rosa Marquetti, Vivian Martínez, Yanira Marimón y Ulises Rodríguez; los mexicanos Pavel Granados y Leopoldo Gaytán Apaez y el colombiano Sergio Santana.

Este gran encuentro igualmente sirvió para llamar la atención sobre la necesidad de recuperar una de las aportaciones más importantes de Cuba al mundo: la música y quienes la divulgaron por el planeta. Mezcla de la herencia que trajeron y conservaron en el Caribe los esclavos arrancados bárbaramente de África, y de los ritmos de los colonizadores, esa música tuvo en la primera mitad del siglo pasado su máximo esplendor. No se quedó en la isla sino que extendió su influencia especialmente por toda América Latina y Estados Unidos. En México echaron raíces profundas el danzón y el bolero, el son y el mambo.

A nuestro país llegaron igualmente las grandes estrellas del espectáculo, como Rita Montaner y Rosita Fornés, y quienes con sus bailes pecaminosos (los de Ninón Sevilla, Amalia Aguilar y María Antonieta Pons) rompieron en las películas tabúes impuestos por las instituciones patrocinadas por la Iglesia católica, que dictaban lo que la gente podía ver en los cines o escuchar en la radio.

Como anota el investigador Pavel Granados, los explosivos y provocativos movimientos de cadera de las rumberas al bailar mambo derribaron los prejuicios morales enraizados en una sociedad hipócrita y mojigata. A ellas se sumaron compositores e intérpretes de la talla de Juan Bruno Tarraza, Mariano Mercerón, Fellowe, Silvestre Méndez, Elena Burque y Celia Cruz.

No toda la buena música de esa etapa esplendorosa fue después del agrado de parte de las instancias oficiales, ni admirada por las nuevas generaciones de cubanos. Por fortuna, buena parte de ella es hoy valorada, disfrutada y actualizada. Y una de las que más es la de Pérez Prado, cuyas melodías más famosas no dejan de escucharse y utilizarse. Hay trabajos encomiables en este sentido, como el que hacen diyéi Joyvan de Cuba y diyéi Lejardi.

Además, durante el coloquio internacional los expertos locales y de otros países finalmente se pusieron de acuerdo en que el inventor indiscutible del mambo fue Dámaso Pérez Prado, al que no dudaron en calificar del músico más original e influyente en la historia de la isla caribeña.