16 de diciembre de 2017     Número 123

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Cuanacaxtitlán, Guerrero

Día de muertos: el ritual Ñuu Savi
para hablar con los difuntos

Kau Sirenio Pioquinto


El recorrido del panteón a la iglesia dura una hora Foto: Kau Sirenio Pioquinto

El 2 de noviembre aún se siente calor en Cuanacaxtitlán. En el camposanto, el ansia que provoca la espera hace que la madrugada parezca más larga y húmeda. La luz titilante de la velas resplandece y el olor del cempasúchil inunda el ambiente; el repertorio fúnebre de los músicos que acompañan al orador pone el toque de melancolía propio de estos días.

El orador es Zenón Díaz, el único indicado en Cuana para hablar con los muertos. Los presidentes de la Hermandad de Las Ánimas, los mayordomos, el comisario municipal y el consejo de ancianos le pidieron en la asamblea de 13 de octubre que él hablara con los muertos durante los diez días que aquí duró el novenario. Le encargaron que hablará con los que fueron topiles, mayordomos, comisarios y ancianos de la comunidad, para que intercedan por el pueblo allá en el inframundo.

Por eso, en la madrugada del viernes 2, día de la llegada de los muertos, lo hizo con fervor. –Kumi tutun ve’e. Kumi tutun ñuu. Ka’an yu xi’in ndo’o na taku ini, na ko ña va’a xi’in ñuu. Cuatro esquinas de la casa, cuatro esquinas del pueblo. Hablo con ustedes, señores de alma viviente, que haya bien para el pueblo– empezó Zenón la conversación con los muertos.

Mientras el orador platica con los muertos, en las bancas de la capilla del altar mayor, los músicos tocan melodías fúnebres. Despedida y Dios nunca muere son algunos canticos que la banda Fortunato entona.

Zenón Díaz es el intermediario entre los vivos y los muertos. Él se encargará de pedir a los que se fueron: comisarios, comandantes, mayordomos, policías, parteras, oradores, que intervengan en el inframundo para que haya abundancia y se alejen las enfermedades en Cuanacaxtitlán. –Ka’avi ndo ita, ki’vi xa’a Ñuu. Cuenten las flores que vamos a ofrendar por el pueblo– pide Zenón. Lázaro Felipe coge una silla y se sienta al lado derecho del orador.

De una bandeja va sacando ramitos de 13 flores cada uno. Son los primeros ofrecimientos del día. -La novena ahora se hace a partir de las 3:00 de la madrugada; antes se hacía desde la 1:00 de la mañana, y el panteón se ilumina en todo su esplendor–explica Lázaro, mientras saca de su morral una media de aguardiente para convidar a los músicos.

Para que Zenón pueda ser intermediario entre el pueblo y el inframundo tiene que guardar ayuno seis días antes del inicio de la oración. Su penitencia consiste en no comer carne de puerco, no tomar refrescos o cervezas ni comer frutas ácidas.

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Los olores a copal, flores y chicha se mezclan en las celebraciones de los Días de Muertos y Fieles Difuntos en el panteón de Cuanacaxtitlán, comunidad ubicada a 12 kilómetros al oriente de San Luis Acatlán, donde se vive en una religiosidad más allá de la vida: aquí las tradiciones se conservan a pesar de la migración.

Los Ñuu Savi (mixtecos) de la Costa Chica inician las celebraciones el segundo sábado de octubre, cuando reparten chicha en el panteón durante la limpieza; al día siguiente, en una asamblea comunitaria, nombran a los nuevos serviciales que prestarán servicios a la comunidad durante un año.

El 24 del mismo mes, las autoridades locales, en compañía de los mayordomos de las ánimas, se preparan para iniciar la novena en el panteón. Ahí, Zenón habla ahora con las que fueron parteras y entrega las flores; pide que de las embarazadas nazcan niños sanos, que de ahí salgan los nuevos comisarios y serviciales.

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Después de entregar las flores y velas en el altar mayor, todos se preparan para regresar a sus casas. Lázaro Felipe y Sofía Pérez organizan el cortejo fúnebre. Un hombre carga la cruz y el tazón de agua bendita, cuatro más llevan las velas encendidas, y la propia presidenta de Las Ánimas, Sofía Pérez, lleva el sahumerio con incienso de copal.

Las campanadas de la iglesia anuncian la llegada de la comitiva que estuvo en el panteón. Una vez que depositan las flores en la iglesia, se encaminan a la casa del mayordomo Silvestre de la Cruz para desayunar. De ahí, esperar que llegue la hora para ir al panteón a traer los muertos, con la participación de la comunidad.

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Lázaro Felipe Castro es el presidente y Sofía Pérez, la presidenta de las Ánimas; en la novena se coordinan con el comisario y van a casa del mayordomo a ensartar y amarrar flores que al día siguiente se entregarán a los muertos.

El presidente cuida el panteón durante el año, y tiene que convocar a la comunidad para realizar trabajo de limpieza el segundo sábado de octubre, pedir a los señores que carguen las velas y la sábana que sirve de sombra a la imagen durante la procesión del panteón a la iglesia.

A la presidenta le toca coordinar a las señoras para el rezo y llevar el sahumerio y la bandeja de las flores, así como pedir a las señoras que carguen la imagen de las Ánimas durante la procesión del panteón a la iglesia.

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La imagen que representa a las ánimas es una estatua de medio cuerpo de una mujer, rodeada de llamas, como imitando al infierno. El 2 de noviembre, cuando llegan los difuntos, a la imagen le agregan dos imanes de 30 x 30 centímetros y pesa alrededor de diez kilos. Para la tradición Ñuu Savi, los imanes representan a los muertos que vienen en camino.

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Leónides Emiliano Rivera es topil primero. Su encomienda durante la novena en el panteón es llevar un petate, la cruz que se pone ante el altar mayor, el tazón de agua bendita y velas; además de que tiene que estar atento para que los músicos no se duerman. El topil trabaja para el pueblo sin recibir pago.

Su servicio dura un año y es propuesto por el consejo de ancianos.

El segundo domingo, en la asamblea comunitaria o fiesta de la chicha, nombran a los nuevos topiles e inicia la preparación del Día de Muertos. Se eligen dos fiscales y cuatro topiles para prestar servicio en la iglesia, y dos jefes y cuatro topiles para la comisaría municipal.

Como estímulo por el servicio que van a prestar se les entrega un cántaro con chicha adornado con cempasúchil, y una cajetilla de cigarros y cerillos.

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Chicha es la bebida de los muertos o de los dioses de la lluvia, aunque también en la casa de la lluvia se toma, pero su mayor fervor es en día de muertos. La chicha es una bebida fermentada de maíz, piña y panela. El cultivo (fermentación) es de al menos 15 días.

La persona que la prepara debe de guardar ayuno: no tener sexo, no comer carne de puerco, no comer frutas agrias, no bañarse durante la cosecha.
Así que los topiles salientes encargados de ofrecer chicha tienen que buscar de preferencia a viudas para que se hagan cargo de la preparación. Como estímulo por su servicio el topil le entrega a la señora, jabón y alimento libre de grasas.

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11:00 de la mañana. En el panteón, niños, mujeres y hombres; todos con velas y cadenas de cempaxúchitl se acercan al altar mayor, ahí donde Zenón Díaz hizo su oraciones en Tu‘un Savi, durante 10 día pedir a los muertos que traigan bienestar para Cuana.

Zenón reza de nuevo; ahora ya no lo hace en Tu’un Savi, sino en latín. La letanía y el responso se escuchan ahora en una lengua muerta. La banda

Fortunato acompaña a Zenón en su letanía.

El cortejo fúnebre se compone de cuatro mujeres cargan la imagen de las Ánimas y cuatro hombres llevan la sábana que da sombra a las mujeres, otros cuatro trasladan las velas, uno más se hizo cargo de la cruz y el tazón de agua bendita.

En total son trece, es el número de flores que se ofrecen para que en el pueblo no haya enfermedad. El recorrido del panteón a la iglesia dura una hora.

Al entrar a la iglesia, las tres campanadas son de duelo.

Ahí, los familiares de los recién fallecidos lloran. El dolor se siente en el ambiente. Después de depositar las flores en la iglesia, una comitiva de señores principales y mujeres se encaminan a las comisarías municipal, comunal y ejidal.

Ahí, Sofía Pérez colocará la ofrenda en cada una de las comisarias. -Ndo’o na taku ini, xi ndu na tyiñu, vaxi ndu ve’e mi ni xíyo atyi. Ustedes, señores de alma viviente, que fueron comisarios, venimos a esta casa del pueblo a dejarle las flores– dijo Zenón al iniciar su oración en la comisaría municipal. Así recorrieron las tres comisarías.

Una vez que terminaron con las flores en las comisarías, se fueron a la casa del mayordomo a comer barbacoa y tomar chicha. El domingo 4, el cortejo fúnebre regresó al panteón; la población se concentró en la iglesia con sus flores y velas para llevar los muertos de regreso.

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