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La CNT cerró ayer la temporada de la puesta basada en una obra de Miguel de Cervantes

Numancia aborda con gran dramatismo visual la identidad de los derrotados

Versión de Ignacio García y montaje a cargo del director escénico Juan Carrillo

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Algunos momentos de la obra que se estrenó en el Festival Internacional Cervantino de 2016 para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de su autorFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de diciembre de 2017, p. a14

La Compañía Nacional de Teatro (CNT) concluyó ayer la temporada de la obra Numancia, de Miguel de Cervantes Saavedra, en el teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque.

Estrenada en el Festival Internacional Cervantino de 2016 para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de su autor, se trata de una versión de Ignacio García en la que se pone de relieve el valor de la dignidad ante el asedio del poder y se cuestiona el sentido del triunfo.

Es una reflexión sobre la identidad de los perdedores, de los derrotados, sobre la dignidad que, como dice Borges, tiene la derrota por encima de la victoria, y sobre el modo de hacer de la pérdida un camino de aprendizaje y de mejora, apunta García.

Con alrededor de dos horas de duración, el montaje está a cargo del joven director escénico Juan Carrillo, quien diseñó una propuesta cruda, por momentos hasta violenta, que confronta la sensibilidad del espectador a partir de la sucesión de cuadros de profundo dramatismo visual y emocional en los que los actores dejan al desnudo la altivez del espíritu humano ante situaciones límite.

Basada en El cerco de Numancia, de Miguel de Cervantes, la obra cuenta la historia real del aislamiento al que fue sometida durante casi 20 años la ciudad de Numancia, en España, por el ejército romano, el más poderoso de su época, comandado por Escipión, uno de los más destacados generales del imperio.

El hambre atroz que los obligó a comerse a sus propios muertos y su clara inferioridad numérica y bélica llevó finalmente a los numentinos a sucumbir, pero fue tan grande la entereza con que lo hicieron que sus propios enemigos terminaron por admirar su gesta.

La versión de Ignacio García mantiene la estructura y el sentido poético de los diálogos de la obra original, si bien los hace más accesibles al lenguaje contemporáneo, incluso con el uso de giros idiomáticos propios de la cultura mexicana.

La puesta en escena apuesta por la sencillez y la sensibilidad a partir del arduo trabajo actoral. Las acciones se desarrollan en una época atemporal, que bien puede ser un pasado ancestral o un futuro apocalíptico, aspecto que es resaltado con el vestuario y el maquillaje, muy en la estética del filme Mad Max, y el uso, por momentos, de máscaras.

La escenografía consta de tres grandes módulos movibles que, unidos, representan la muralla numantina y dispuestos en otras formas, el interior de esa ciudad, con escaleras y accesos que remiten a los dibujos de MC Escher.

Un elemento esencial de la propuesta es el empleo de tierra con la cual se simboliza lo mismo a la vida que a la muerte, así como la sangre y la fragilidad humana. Lo mismo ocurre con el fuego.

Otro factor determinante es el diseño sonoro, creado a partir de cantos guturales de un intérprete que se integra a las acciones, así como música de reminiscencias ancestrales y efectos de sonido.

De acuerdo con el director Juan Carrillo, Numancia implicó un gran cambio en la época de Cervantes, quien abandonó las sólidas estructuras aristotélicas, desafió las prohibiciones religiosas y renunció a la intervención de las deidades como injerencia directa en la tragedia, al dejarla en manos dela razón y el pueblo.

Él fue un hombre preocupado por lo que sucedía en su entorno, planteó en su obra una sociedad idealista en la que todos hablan de manera horizontal y las mujeres convencen a los hombres de no ir a la guerra, conduciéndolos a tomar una decisión en conjunto. Tenían una necesidad de mucha luz, de decir que las cosas pueden ser de otra manera y a nosotros nos compete apostar a esa sociedad idealista.