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Toros

En la sexta corrida, encierro muy bien presentado, pero soso, de Torreón de Cañas

Oreja para Juan Pablo Sánchez y el rejoneador Andy Cartagena

Fermín Rivera dejó un toro vivo

La peor entrada hasta ahora

Se les olvidó Fabián Ruiz

 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de diciembre de 2017, p. a31

Cuando hablamos de toreros-marca demasiado vistos y de figuras-cuña impuestas por el poco imaginativo empresariado taurino de México, que prefiere importar figuras taquilleras a producirlas, queremos decir que el público mexicano dejó de aficionarse a la fiesta de toros por la ausencia de éstos en los ruedos, para volverse partidario de tres o cuatro diestros de fuera que vienen una o dos veces al año. Esos toreros de importación imponen a las empresas condiciones que distan de favorecer el posicionamiento de buenos toreros nacionales, con la consiguiente sudamericanización del espectáculo, más unos manos a mano tan artificiales como innecesarios de los toreros-marca con las figuras-cuña, cumplidores pero sin personalidad.

Reflexionaba lo anterior mientras veía semidesierto el graderío del coso de Insurgentes, luego de haber estado casi lleno el pasado martes con motivo de la corrida a beneficio de los damnificados de los sismos de septiembre y cuya suma recaudada aún no se da a conocer, en lamentable imitación del gobierno federal.

Partieron plaza Fermín Rivera y Juan Pablo Sánchez, con cuatro toros de Torreón de Cañas de encaste Domecq, y el rejoneador español Andy Cartagena, con dos de Rancho Seco que a última hora fueron sustituidos por dos de José María Arturo Huerta.

Han sido tantos años mal acostumbrados, todos, a las reses anovilladas y repetidoras que en cuanto sale el toro con edad los diestros pierden los papeles o se ven faltos de recursos para imponerse a embestidas exigentes.

Tal es el caso de Fermín Rivera, que dejó ir a su primero, hermoso castaño que llegó con muy buen estilo a la muleta y que pedía a gritos ser manda-do por ambos lados. Pero el nieto del maestro del mismo nombre y sobrino de Curro, no evoluciona. Tieso con el capote, conoce los procedimientos pero su toreo carece de sentimiento. Luego de tres pinchazos y media trasera, escuchó un aviso. Con su segundo volvió a intentar la faena pero sin transmitir al tendido ante un astado que acabó soseando y rajado. El toro se le fue vivo aunque lo apuntillaran en el ruedo.

Con tres verónicas bien intencionadas saludó Juan Pablo Sánchez a su primero, aplaudido desde la salida, como sus hermanos, y que recargó en el puyazo. Fue una labor deshilvanada a otro claro y soso, con tandas de dos o tres muletazos, pero como cobrara una estocada en todo lo alto, perdiendo el engaño, parte del aterido público pidió la oreja, que el juez, para desentumirse, concedió. Al cierra plaza nunca le encontró la distancia.

Con un Pablo Hermoso de salida, ahora siguen los demás rejoneadores extranjeros que se acumulen, entre éstos Cartagena, que con una res anovillada mostró oficio, y con su segundo, más hecho, codicioso y con son en la embestida, Andy recurrió a actos circenses como parar de manos a una de sus cabalgaduras y hacerla caminar en dos patas. Tras dos pinchazos acertó con el rejón de muerte, sentó al equino en los cuartos traseros y recibió su orejita entre división de opiniones. Ese toro merecía arrastre lento.

No, ni al juez Braun ni a su asesor Arroyo ni a la empresa ni a nadie del escaso público, se le ocurrió pedir un minuto de aplausos por el pundonoroso e inspirado torero aguascalenten-se Fabián Ruiz, fallecido el pasado miércoles. No era cortesía, sino obligación.