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Nosotros ya no somos los mismos

Fox y el erguido dedo central

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Vicente Fox dio una entrevista a Kick Ass Politics, en la que advirtió que Donald Trump podría provocar una guerra. Además habló del muro que el presidente de Estados Unidos pretende construir en la frontera común. El panista sostuvo que no pagará por esa jodida pared, y dedicó una señal con su dedo medio al mandatarioFoto Notimex
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epito lo dicho hace apenas unos días: columneta que es replicada, columneta que colma mis ansias de novillero. Gracias, en verdad a quienes sí se dieron cuenta de que duré tres semanas fuera de circulación y, además, su masoquismo llegó al grado de escribirme para darme a conocer su preocupación por la causa de esa ausencia y los buenos deseos por un pronto regreso. De que hay buena gente la hay.

También me mueven el buen ánimo las correcciones, las oposiciones, por frontales que éstas sean y, ni que decir, los recordatorios. Me refiero por supuesto a los olvidos en los con frecuencia caigo de una semana a la siguiente. Por lo que a los otros se refiere, como el clásico, ni los veo ni los oigo.

Un betabel contemporáneo me recordó que, cuando pedí a un maestro su firma para promover que la escuela de Comercio se convirtiera en facultad, es decir, que pudiera abrir después de la licenciatura nuevos estudios de especialización y perfeccionamiento sobre las materias esenciales de la carrera y, por tal razón, se le facultara a extender títulos que acreditaran dichos conocimientos, me dijo: ¿Y de qué se van a doctorar: de cuentas y abonos?

En esa época el comentario era un buen gracejo. Ahora, una aberración. ¿Conoce usted un gobernador o alto funcionario de la administración pública, acusado de diversos delitos durante el ejercicio de su encargo que, adjunto a un abogado de postín (digamos el rector de la Libre de Derecha, el doctor Pocorroba), no esté blindado por un contador doctorado en el ITAM, o en la Kentuky Fried Chicken University? Recuerden al buen Al Capone. ¡Ah! Si el buen Capone hubiera contratado a un doctor de Harvard o Yale, en vez de un habitante de los barrios bajos de Chicago como Fuller Park, Englewood o West Garfield Park, al puritano y pobretón de Eliot Ness y sus intocables, haciendo honor a su calificativo, no los tocan ni con los verdes pétalos de una dolariza.

Una indignada militante feminista me comenta: mira, mira las diferencias: Fox, un ex presidente de México que debería dedicar todos los años que le resten de vida para honrar el cargo que se ganó como candidato y echó al basurero, con cada minuto de su desempeño, como presidente con la más sorprendente erección que ha logrado hasta la fecha, con su dedo mayor, del corazón o cordial (no más faltaba que no), o como quieran llamarlo. Pues resulta que el Washington Post dio a conocer que una mujer residente de Herndon, Virginia, llamada Juli Briksman, se sintió tan ofendida e indignada por la visita de Donald Trump a su comunidad que, cuando camino a su casa se topó con la comitiva presidencial que cruzaba la ciudad, no se aguantó la gana de mostrar su repudio hacia el magnate que gobierna su país, e igual que el valeroso e indómito caballero Fox (desde su refugio antinuclear en San Francisco del Rincón), se atrevió a la mayor erección que en su vida le hubiera dado a su dedo del corazón para expresar, con ese argumento y razón incontrastable su enojo contra un semejante (más que en el sentido bíblico de la expresión, en la acepción de parecido, de igual, de identificación en principios, valores, IQ, modelos conductuales, carisma, empatía). Seguramente el semejante del que más –en la intimidad– le enorgullecería ser clonado, dado que por ahí van los dos: ambos destemplados mentales, ignorantes, zafios, palurdos, irresponsables, incontinentes entre otras cosas, de la verba imparable. Bravucones y coyones. Dos ejemplos insuperables de individuos inimputables. También tienen sus diferencias: el neoyorquino es un sexomaniaco sólo comparable con su semejante, Harvey Weinstein, y en cambio el guanajuatense es una versión slowly, gently, softly, quietly de lo que el maestro Luis Fonsi llamara Despacito. (A las chicas, entre los 12 y los 18. Entre los 19 y los 30 y a las de 30 a 80, les recomiendo la interpretación de Justin Bieber. A las mayorcitas también, pero por favor ajusten sus audífonos.

Pero este ejemplo me lo envió mi corresponsal incógnito, para hacer énfasis en la diferencia entre promoverse como un mexicano valiente y aguerrido con una mascarada ridícula y sin mayores consecuencias (como el borrachito que le recordaba la familia al Presidente en medio del Zócalo y cuando lo apresó la policía les argumentó: “y a ustedes ¿qué diablos les importa que yo me meta con Mary Anne MacLead, aldeana de la isla de Tong, en Escocia, que en 1930 arribó como indocumentada a los EU y en 1946 dio a luz (?) nada menos que a Donald John Trump? Más conocido en esta columneta como don Don(ald).

Fox nada arriesgó con su exhibicionista demostración del dedo de en medio, llamado por los zapotecas como tixi. (Dato recabado del libro El arte del idioma zapoteco, de fray Juan de Córdova, según investigación de Víctor Cata, y dado a conocer apenas hace una horas por el maestro Toledo, en la revista Proceso). ¿Está al día la columneta?

La otra parte de la historia es menos festiva, pero más honorable. Juzguen ustedes. Doña Juli Briskman iba pedaleando su bici cuando oyó un enérgico: oríllese a la orilla, oríllese a la orilla. (Mis modestísimas lecciones en el Coronet Hall, con la inolvidable señora Mitchell, no me alcanzan para la correcta traducción, pero obviamente ustedes comprendieron la orden terminante de los motociclistas virginianos). Se trataba de dejar absolutamente libre el paso al convoy presidencial. De inmediato se antoja la comparación. Aquí jamás hubiera pasado algo semejante: dos horas antes las calles y avenidas por las que el mandatario iba a circular y algunas otras a varios kilómetros a la redonda habrían sido absolutamente blindadas y, si de improviso surgiera cualquier vehículo, simplemente lo aplastan. Allá son un poco menos drásticos y, aunque ninguna policía identificó a la delincuente, ella misma, orgullosa de su hazaña (razón por la que le envío varios rotundos clap, clap clap), les comunicó a sus empleadores que, la espalda de una mujer mostrando el erguido dedo central de su mano izquierda, es de su absoluta y única propiedad o séase, reivindica en su favor el sentimiento cada vez más generalizado entre los ciudadanos estadunidenses (la oposición a la política trumpista), con independencia de su afiliación a las múltiples (?) opciones políticas que integran el sistema de partidos en esa nación. O sea: dos que tres.

La señora Briskman misma, le comunicó a la empresa Akkima LLC., que fue en su cuenta de redes sociales quien colocó la foto del altivo dedo en alto: el despido fue inmediato, pero la solidaridad también: de las más diversas partes le llegaron contribuciones en efectivo, hasta juntar más de 100 mil dólares. Briskman agradeció y dijo: por supuesto que lo volvería a hacer.

Me quedan pendientes una relación inmensa de las declaraciones torpes, ridículas, ofensivas, francamente estúpidas de funcionarios, candidatos, dirigentes partidistas, empresarios, jerarcas religiosos que llenarían las columnetas de los próximos meses de 2018. Démonos un saludable respiro en razón de estas fechas pero nada más para no olvidar, dejemos en las cuentas pendientes algunas aberraciones como las del prelado que asegura que los temblores y otros fenómenos de la naturaleza, son provocados por los pecadores incorregibles que nos rodean y acosan a los hombres (y supongo, mujeres, de buena voluntad).

No quiero dejar de contestar a quienes no pude hacerlo directamente a sus correos: Édgar César: las razones por las que dejé de publicar en La Jornada no podían ser muchas: me corrieron, se me agravó la artritis, el Alzheimer se olvidó de mí, el New York Times me cooptó. Hilda Mendoza: me atrapaste: quiero saber de ti, de Guadalupe Nieves y, por supuesto, de la doctora Lucila Marcué. Álvaro Robledo, el abrazo cordial es reciprocado (¿Así se dirá?)Gustavo Nieto: eres un genio para halagar. Tu comparación con Memín Pinguín es el mejor halago del año. Olmedo: habla, aunque escribas mejor.

Si llegamos al año nuevo, ojalá sea, además de nuevo mejor o, de perdida menos pior. Así, con la i, que es el superlativo.

Gracias, en verdad gracias, por la transfusión que significa, para mí, la generosidad de su lectura.

Twitter: @ortiztejeda