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El recinto acoge la primera exposición individual del autor en su patria

Guillermo Gómez-Peña monta sueño posnacional en el MAM

Mexican (IN) documentado está pensada a manera de archivo viviente del quehacer del artista, el deseo de regresar a su país por la puerta de enfrente, explica

“El performance puede ser una acción puntual contra el terror generado por los políticos, el crimen organizado y la cultura de masas”

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Guillermo Gómez Peña (al centro), rodeado por los integrantes de La Pocha Nostra, busca la libertad que me ha negado la sociedad, de poder desplazarme entre arte y activismo, la sexualidad experimental, la cultura popular, el periodismo y las nuevas tecnologíasFoto cortesía del Instituto Nacional de Bellas Artes
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Fotografía de una de sus acciones incluida en la exposición que se puede visitar en el Museo de Arte ModernoFoto cortesía del Instituto Nacional de Bellas Artes
 
Periódico La Jornada
Miércoles 20 de diciembre de 2017, p. 3

El performancero posnacional Guillermo Gómez-Peña (Ciudad de México, 1955) ejerce el oficio de cruzar fronteras: de raza, género, clase, nacionalidad e ideología.

Es “un artista nómada, un pollero intelectual”. Transita entre ciudades, países, formas artísticas y lenguajes. Sigue su propia brújula, el mandato escrito en mi ADN, pero además soy un artista interindisciplinado.

Sufre de una crisis permanente de identidad profesional, pues su práctica artística cubre muchos territorios: “el performace, el video, la fotografía, la instalación, la pedagogía, el arte conceptual y la literatura”.

Así se introdujo Gómez-Peña –nacido en la colonia Nueva Santa María, emigró a Estados Unidos a los 23 años– al abordar la dificultad de traducir su práctica compleja a las paredes de un museo.

En este caso, el Museo de Arte Moderno (MAM) aloja la primera exposición individual del artista en su país de origen.

Guillermo Gómez-Peña: Mexican (IN) documentado es una exposición pensada a manera de un archivo viviente de su quehacer; viene a ser, explica, “el sueño de un posnacional, de un mojado, que desea regresar a su país por la puerta de enfrente”.

Armado con el pasaporte de su arte y el de sus colegas –desde hace tres lustros trabaja con su tropa, La Pocha Nostra–, para Gómez-Peña la exhibición equivale a un mapa de mi país imaginario, en el que quisiera vivir, un país de tolerancia.

Explicó en un recorrido con la prensa, hace unos días, que la idea central de su obra es la colaboración como una forma de ciudadanía radical. Cada pieza es “el producto de un diálogo entre un servidor y un fotógrafo, un artista, un cineasta, un performancero o un poeta”.

Artífice de un lenguaje sobre los intersticios de la identidad

Sylvia Navarrete, directora del MAM, dijo que el expositor es un precursor, un pionero del performance, no sólo en México, sino en Estados Unidos y a escala internacional. “Nos pareció de interés volver la mirada hacia su trabajo de los años 70 y 80 del siglo pasado y el por qué aportó tanto a la reflexión de la teoría del performance y a la reflexión sobre asuntos que nos atañen a todos, que pudo desarrollar porque se fue de México”.

Egresado del Instituto California de las Artes, en el país vecino Gómez-Peña logró articular un lenguaje, todo un cuerpo de obra encaminado a reflexionar sobre los intersticios de la identidad. Eso lo llevó a ser una figura underground de relevancia en los años 90, con presencia esporádica, pero firme en México.

De acuerdo con Navarrete la obra de Gómez-Peña –excesiva, truculenta, adrede vulgar de pronto–, abreva en muchas fuentes, como la cultura fronteriza, la televisión, el cine, el cómic, el porno, las tradiciones religiosas, desde las que pudo crear unos personajes que nos confrontan con nuestras paranoias contemporáneas y nuestros propios miedos.

Parado frente a su féretro, ocupado por su comadre una bailarina sicópata, Gómez-Peña las preguntas formuladas a manera de performance por una de sus colaboradoras. Por ejemplo, su definición de esa disciplina: “Cada performeador –de mearse en su público– articula con su propia obra varias definiciones abiertas del performance que incluso cambian a lo largo de los años. Como aseveró Sylvia Navarrete, es un híbrido extraño, un territorio enigmático, digamos, entre el arte conceptual, la física cuántica y el chamanismo. Un espacio entre la calle y la galería, entre el subconsciente del artista y la realidad social.

“Pero también el performance puede ser una acción puntual contra el terror generado por los políticos, el crimen organizado y la cultura de masas. Es una suerte de exorcismo cultural y espiritual.”

¿Qué busca con el performance? “La libertad que me ha negado la sociedad, de poder desplazarme entre varios territorios, entre el arte y el activismo, la sexualidad experimental, la cultura popular, el periodismo y las nuevas tecnologías. Incluso, dentro del territorio del arte el performance no reconoce fronteras.

Uno puede ser al mismo tiempo artista visual, poeta, teatrero, accionista, instalacionista, videoasta, bueno, hasta filósofo vernáculo me han llamado los vernáculos.

La exposición Guillermo Gómez-Peña. Mexican (IN) documentado concluirá el 22 de abril en el Museo de Arte Moderno (Paseo de la Reforma y Gandhi, Bosque de Chapultepec).