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Economía Moral

Un nuevo e importante libro sobre el ingreso básico (o ciudadano) universal

Van Parijs y Vanderborght lo fundan en la idea de libertad real para todos

L

as preguntas básicas que debemos hacer para evaluar lo que la lectura de un libro ha significado para uno, son ¿Me gustó leerlo? ¿Aprendí? ¿Mucho? Mis contundentes respuestas a las tres preguntas, después de leer Ingreso Básico. Una propuesta radical para una sociedad libre y una economía cuerda de Philip Van Parijs y Yannick Vanderboght (Harvard University Press, 2017; versión en español de Libros Grano de Sal, México, 2017) son: sí, me gustó y sí, aprendí mucho. Otra pregunta que uno suele hacer es si está de acuerdo con los contenidos principales del libro. Estoy muy de acuerdo en que el ingreso básico (IB), tal como lo definieron los autores, universal, incondicional e individual, es una propuesta que todos deberíamos promover, pero además pienso que ha llegado el momento histórico para ello. Que es una idea madura. Mi acuerdo es particularmente fuerte con el siguiente pasaje (combino la traducción de Grano de Sal, 2017, con la mía):

“Sostenemos que, en las condiciones del siglo XXI, hay una diferencia fundamental entre un ingreso básico incondicional ... y la asistencia pública ejemplificada con los esquemas existentes de ingreso mínimo condicionado. Ambos son pertinentes para mitigar la pobreza, pero un IB incondicional significa mucho más… Afecta el núcleo mismo de las relaciones de poder. Su objetivo no es sólo aliviar la miseria sino liberarnos a todos. No es simplemente una forma de hacer la vida en la tierra tolerable para los indigentes, sino un ingrediente clave de una sociedad transformada y un mundo con el que podamos soñar” (p.12).

He expresado una opinión similar con la siguiente frase, que marca el acuerdo sobre el propósito, pero también un desacuerdo en el diagnóstico con los autores: “El IB salva al capitalismo, pero planta en él la semilla de su transformación a una sociedad poscapitalista”. El desacuerdo es que los autores no ven que el capitalismo está en peligro o llegando a su límite. Para los autores la transformación social es deseable, para mí es no sólo deseable, sino también necesaria. Desde el punto de vista de la contribución del libro al tema, uno tiene que distinguir dos preguntas separadas: a) ¿Contribuye al tema y cuánto? Y como el IB no es una realidad existente, sino una que queremos crear, b) ¿Ayuda el libro a convencer a aquellos que hay que convencer, a promover o al menos aceptar, la propuesta? El libro contribuye mucho al tema. En cierto sentido, es como una Enciclopedia del IB. Este rasgo es muy claro en los capítulos 2 a 4, que abordan alternativas cercanas al IB, así como la historia de las rutas de protección social seguidas hasta ahora (asistencia y seguridad sociales); y, por último, la historia de la idea del IB. No sólo en estos capítulos, sino en todo el libro los autores revisan minuciosamente la bibliografía e interactúan académica y políticamente con una amplia variedad de posturas y autores. Esto se refleja en las casi 50 páginas de la bibliografía y las 70 de notas. Tengo dudas sobre qué tanto el libro ayuda a convencer a los no convencidos. En el capítulo 5, quizás el núcleo del libro, los autores señalan que el enfoque de Marx no se refería a la conveniencia ética sino a la necesidad histórica. Creo que Marx unió estas dos fuerzas: superar el capitalismo era para él éticamente deseable y necesidad histórica. Caminó sobre dos pies, para usar la expresión maoísta. Mi impresión es que los autores del libro basan su propuesta sólo en la conveniencia ética, que no es lo suficientemente fuerte para convencer a corporaciones, sindicatos y políticos.

Van Parijs y Vanderborght expresan que el IB es un pilar central de una sociedad libre en la que la verdadera libertad para florecer se distribuirá equitativamente. A pesar de que esto es muy atractivo para mí, pues he trabajado mucho sobre el florecimiento humano, basando mi concepción en la antropología filosófica marxista, tengo que decir que el IB no es condición suficiente para el florecimiento. El IB avanza mucho en la eliminación de la pobreza económica, pero para eliminar la pobreza humana, también debe erradicarse la alienación, lo que el IB por sí sólo no puede lograr. Al discutir el marxismo y el camino capitalista haci a el comunismo, los autores abordan la alienación, pero ésta no forma parte de su concepción del IB.

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Portada de la versión en español del libro hoy comentado

Los autores menosprecian la importancia histórica de la tendencia irreversible a la automatización, lo que reflejan en frases como “supuesta rarificación del trabajo remunerado”, y “la mayoría de las personas en ‘edad de trabajar’, harán su mejor contribución (al bienestar de otras personas o de la comunidad humana como un todo) a través de algún tipo de trabajo remunerado”. Este menosprecio de la tendencia al fin del trabajo asalariado como fuente central de ingresos, les impide captar la necesidad histórica del IB, y los lleva a caminar sólo sobre su pie ético.

También tengo un desacuerdo sobre una característica del IB que considero esencial: tiene que ser suficiente para una vida digna, ya que de lo contrario se convierte en un subsidio para los empleadores y promueve lumpen-empresas. Pero sobre esto, los autores declaran que “Nada en la definición implica una cantidad específica. Por ejemplo, el IB no es, por definición, suficiente para cubrir lo que podría considerarse necesidades básicas. La ventaja de la definición que adoptamos ... es que permite separar estas dos preguntas: si un esquema es lo bastante incondicional como para calificar como un IB y si está fijado en el nivel correcto”. Mi opinión sobre el IB es que debe tener un nivel que permita calificarlo como básico: ser suficiente para cubrir las necesidades básicas. De lo contrario, sería sólo un ingreso incondicional, sin el adjetivo básico. Tomar en serio esta característica requeriría una discusión informada sobre los niveles del IB y sobre los métodos para llegar al nivel adecuado.

Por último, quiero señalar que al abordar las relaciones entre IB y felicidad, los autores igualan felicidad con utilidad, o como lo expresan, con la satisfacción de preferencias. Descartan la felicidad como una dimensión importante de la sociedad mejor y más justa que buscan. Esto, en parte, refleja el haber ignorado dos conjuntos bibliográficos. Primero, el libro de B. S. Linder, The Harried Leisure Class (1970) que, al descubrir que el consumo requiere no sólo bienes y servicios, sino también tiempo personal, explica por qué el bienestar (utilidad o felicidad) marginal disminuye con el aumento de la opulencia: con ella, los bienes y servicios (ByS) aumentan, pero el tiempo no, por lo que nos falta tiempo para disfrutar de la mayor cantidad de ByS que ahora tenemos. Segundo, la ya grande y creciente bibliografía que deriva de la nueva corriente de pensamiento ubicada en la encrucijada de la sicología y la economía, que ha fundado la economía conductual y el estudio científico de la felicidad humana. Entre otros autores, destacan dos premios Nobel de economía: Daniel Kahneman (Well-being. The Foundations of Hedonic Psychology) y Richard Thaler (Misbehaving. The making of behavioural economics). A partir de su investigación, ahora sabemos que la felicidad puede medirse objetivamente y que el Homo economicus está científicamente muerto.

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