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La obra del francés Philippe Parreno permanecerá en el museo Jumex hasta el 11 de febrero

La levadura y el anfitrión es una experiencia, no simple exposición

Un objeto de arte no es tal sino hasta que la gente lo ve y se da una relación, asegura el autor

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El anfitrión Mateo Barreiro manipula, por medio de una tablet, el universo creado por la levadura en esta muestra, en la que el público forma parte de la obra y juega con la puesta en escena. Al fondo se encuentra el biorreactor con la sustanciaFoto Luis Humberto González
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En esta exhibición todo se relaciona: el espectador, el anfitrión, la levadura, el aumento de la temperatura de la sala, los videos y la marquesina, así como los globos metalizados con forma de pez, cuyas sombras se integran a la pantalla donde se proyectan imágenes de rocas y árboles
 
Periódico La Jornada
Miércoles 10 de enero de 2018, p. 3

El arte nos ofrece una oportunidad fantástica para reinventar la relación que tenemos con el otro, expresa el artista francés Philippe Parreno, cuya obra se presenta en el museo Jumex en la exposición La levadura y el anfitrión.

Aquí la levadura, ese hongo unicelular que se utiliza, por ejemplo, en la elaboración de pan, es el protagonista. Y todo se relaciona: el espectador, el anfitrión, la levadura –que es cultivada en un biorreactor dentro de una sala de control que se encuentra en la galería del segundo piso–, el aumento de la temperatura de la sala, los globos metalizados con forma de pez –cuyas sombras se integran a la pantalla donde se proyectan imágenes de rocas y árboles– y la pieza The crowd, entre otros videos, además de la marquesina y el espejo de agua –que no es de este elemento, sino que está lleno de un líquido negro– que se encuentran en la terraza.

Los minihongos renvían esa información a la computadora, produciendo nuevos cambios en los paisajes sonoros e iluminación dentro del museo. La levadura es un organismo fantástico que puede vivir para siempre, expresó Parreno en entrevista, y en la exhibición es el elemento que le permite generar cambios sin intervenir directamente. Son la levadura y los estímulos que recibe los que crean las modificaciones.

El sentido del arte

El espectador interactúa así con la propuesta artística de Parreno, para quien un objeto de arte no es tal sino hasta que la gente lo ve y se da una relación; de lo contrario, no tiene ningún significado. El arte, entonces, debe tener sentido, subrayó.

Esta exposición va más allá al plantear no sólo una reflexión acerca de la relación que tenemos con otros seres humanos, sino también con la naturaleza, y cómo vemos la realidad y el tiempo. La levadura y el anfitrión debe entenderse más como una experiencia que como una exposición, de acuerdo con la directora artística del museo Jumex, Julieta Gómez.

Esta es una exhibición que invita a pensar no en las piezas que la integran, sino en cómo crean experiencias en torno al mundo en que vivimos y la relación de la cultura con la naturaleza, señaló Gómez durante un recorrido para prensa unas horas antes de la inauguración.

Esta exposición tiene como contexto el proyecto que realiza el museo Jumex en el que aborda lo contemporáneo, a partir de la forma en que los artistas han buscado actuar dentro de campos que van más allá de la historia del arte por procedimientos considerados exclusivamente artísticos. Las líneas del museo se distribuyen alrededor de algunos campos que son la información, el entorno construido, la cultura y la relación entre arte y vida.

La presencia de Philippe Parreno en este espacio “se puede considerar dentro de esa fusión entre arte y vida, pero más importante y relevante: remite al cambio ontológico que se da en el arte a partir de la revolución de la información, de las teorías de la comunicación, de la teoría cibernética en los años 60.

“Creo que ese podría ser el antecedente histórico en el que se puede enmarcar este tipo de práctica, que hoy día es teorizada a partir del posmuseo, posexposición y posobjeto. Lo que pasa en los años 60 es que a partir de que el objeto de arte en lugar de ser un objeto discreto –que además contiene todo el significado artístico– se convierte en un objeto que es parte de un sistema que incluye al espectador y a la sala o el espacio expositivo, y este sistema funciona a partir de una serie de relaciones de retroalimentación. El objeto de arte deja de ser importante y es la experiencia lo que cuenta”.

Para la creación de esta experiencia el visitante tendrá que utilizar lentes en tercera dimensión con los que deberá observar el reloj que se encuentra proyectado en una pared y cuyas manecillas cambian de dirección dependiendo de la tonalidad que emitan las teclas de un piano que se encuentra en la misma sala. A veces ese piano toca solo y otras es el anfitrión o anfitriona de la sala quien toca alguna obra. También es ella o él quien, con una tablet, descubre al visitante lo que hay en una sala aparentemente vacía: un paisaje en realidad virtual.

Observador o participante

En la exposición “creo que hay un sistema que es gobernado por distintas variables: una es este cultivo de levadura que se encuentra en el cerebro de la exposición, pero que a su vez está informado por una serie de señales que le llegan y que le mandan estímulos que hacen que también la levadura crezca de una manera u otra: en ese crecimiento retroalimenta los sistemas que operan bajo esta exposición, y el anfitrión –que va a ser una persona que se va a encontrar el público en la exhibición, que va a actuar de acuerdo con lo que ocurra en la sala– activará ciertos elementos de la muestra”, precisó la directora artística.

Es así como el observador incide sobre lo que ocurre y lo que lo rodea. Hay que entender este proyecto como una experiencia, más que como una exposición o serie de obras, en el que vamos a estar inmersos, en un sistema donde vamos a incidir como participantes.

La levadura y el anfitrión permanecerá hasta el 11 de febrero de 2018 en el museo Jumex, ubicado en Miguel de Cervantes Saavedra 303.