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2018: ¿año de cambio o continuidad?
E

l escenario de riesgos económicos para el año que se inicia sigue encabezado por la posible ruptura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Un segundo asunto se concentra en los efectos de la reforma fiscal aprobada en Estados Unidos. En tercer lugar está la normalización de la política monetaria de la Fed. Le siguen los asuntos internos: la inflación y, por supuesto, la elección presidencial. Estos riesgos producen incertidumbre que, a su vez, puede provocar que la inversión se detenga y afecte el dinamismo de la economía. Consecuentemente se espera que en 2018 el producto interno bruto (PIB) crezca ligeramente por arriba de 2 por ciento, lo que significa que el promedio sexenal será de 2.1 por ciento, muy lejos de lo que comprometió el gobierno de Enrique Peña Nieto a su llegada en diciembre de 2012.

Este año abre la posibilidad de un cambio en la conducción del país, pudiendo variar las expectativas de crecimiento para los siguientes años. La disputa electoral entre tres contendientes centrales, se reduce a dos posibilidades económicas: la continuidad en dos versiones y el cambio planteado por Morena. La primera propuesta continuista es la ortodoxia gobernante, que propone mantener en el manejo de México al mismo grupo en el poder, con su cauda de corrupción y cinismo; la segunda es la misma ortodoxia económica, pero ahora opositora política, que sostiene la concepción con la que se ha conducido al país hace 36 años, por eso apoyaron las reformas de principios de sexenio: educativa, financiera, energética y las demás, operadas desde el Pacto por México por la alianza entre PRI, PAN y PRD.

La otra propuesta, planteada por tercera vez, se anuncia como el cambio verdadero. Indudablemente se trata de una modificación fundamental en el equipo gobernante, con compromisos importantes en el manejo de la administración pública. A diferencia de las dos propuestas neoliberales, en este caso se propone un gobierno austero y honesto, lo que es significativamente diferente a los otros contendientes. En materia de modelo económico, tanto en los documentos programáticos presentados como en las personas que tendrían la responsabilidad del manejo de la política económica, aparece un claro esfuerzo por asimilarse a la concepción económica dominante. Se sostiene que, sin embargo, hay diferencias profundas con los neoliberales, pero en términos estrictamente económicos lo que aparece son similitudes.

Para quienes toman las grandes decisiones económicas en el país la propuesta de Morena, pese a reiterar su aceptación de la necesidad de mantener los llamados equilibrios fundamentales, es decir, estabilidad de precios, manejable déficit de balanza de pagos y equilibrio en las finanzas públicas, es inadmisible. No importa que en cada anuncio relevante de esta opción política –el programa económico, los miembros del gabinete, el encargado de la seguridad– haya un esfuerzo por alejarse de los planteos centrales de las izquierdas. Lo que les importa es que López Obrador no llegue a la Presidencia. Por ello se insisten que con él se revertirían las reformas que se aprobaron este sexenio, aunque no sea cierto.

Es evidente que ha habido una preparación cuidadosa y detallada para que el resultado electoral sea la que el grupo que decide quiere. Se hizo una prueba de campo de los métodos a utilizar en las elecciones del estado de México que resultó exitosa. Ganó su candidato gracias al uso masivo y descarado de la maquinaria gubernamental y no hubo respuesta de los afectados. Se cambió al responsable de la fiscalización en el INE nombrando a un cercano al candidato del PRI. El tribunal aprobó el uso de tarjetas para fines electorales. Se prueban nuevos instrumentos, como las mantas en Venezuela, que pudieran agregarse a su campaña negra.

De modo que se han preparado y van a actuar como lo han estado haciendo. En el proceso electoral hay la certeza de que se utilizarán todas las artimañas posibles para evitar que gane López Obrador. La pregunta obvia es ¿podrán contrarrestarlo?