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El director debutó ayer en el Teatro Real de Madrid, como parte de una gira con la orquesta

Dudamel y la filarmónica de Viena entonan la sinfonía de la paz y la reconciliación

Se espera que el grupo de músicos de elite visiten CDMX bajo la batuta del venezolano

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Dirijo siempre desde el corazón, expresó el músico antes de su presentación en el recinto madrileñoFoto Javier del Real
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 15 de enero de 2018, p. 7

Madrid.

A sus sólo 36 años, Gustavo Dudamel ya es un veterano director de orquesta. Celebrado en los teatros y auditorios más exigentes del mundo. Y también aceptado como uno más de la que quizá sea la filarmónica más puntillosa, perfeccionista y demandante del mundo: la de Viena. A pesar de su juventud, el director de orquesta venezolano inició a principios de año una gira internacional con ese grupo de músicos de elite que representan a una de las grandes capitales de la música clásica. Y ayer hicieron escala en el Teatro Real de Madrid, donde Dudamel y su batuta llevaron con su música un mensaje de paz y reconciliación, un llamado al mundo y a su país a tender puentes en lugar de levantar muros.

Una agrupación complicada

Hace 10 años que Dudamel dirigió por primera vez a la temida filarmónica de Viena. Sus músicos son tan exigentes que hay infinidad de anécdotas sobre lo difícil que resulta a los directores imponerse en una plaza tan elevada. El propio Dudamel, músico brillante y precoz que surgió del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, cuando se presentó por primera vez en Viena con su batuta y sus escasos 26 años a dirigir la Sinfonía número 1 de Gustav Mahler, el primer violín se le acercó entre la suspicacia y la intimidación a informarle que su abuelo, que también era primer violín de la filarmónica, había estrenado esa pieza con la dirección del propio Mahler. Acto seguido, le mostró y hasta le prestó –algo ya de por sí insólito– la partitura que había heredado con las anotaciones a mano del propio Mahler sobre la sinfonía y el mejor modo de dirigirla.

Y, precisamente, por la importancia que tiene la filarmónica de Viena en la historia de la música y en la difusión actual de la música clásica, son una tradición añeja sus viajes por el mundo, la mayoría de las veces con directores reputados que le dan un nuevo sonido a una maquinaria que ya de por sí borda la perfección sinfónica. De hecho su primer gran viaje fue en 1922, bajo la dirección de Richard Strauss, y que iniciaron con un concierto en el mítico Teatro Colón de Buenos Aires.

Ahora toca el turno a Dudamel, el director más joven en tener ese reconocimiento, quien también se convirtió en el primero de su edad en dirigir el famoso Concierto de Año Nuevo, en la entrada de 2017. Este año tocó el turno al italiano Ricardo Mutti.

Bellas Artes en la agenda

La gira que inició el pasado 11 de enero en Viena visitará numerosas ciudades y países, incluido el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en marzo, única plaza en la que dará tres conciertos. En Nueva York, por ejemplo, sólo dará dos.

El pasado sábado fue el turno del Teatro Real de Madrid, después de tocar en Montecarlo y ayer en Barcelona. Después viajará a Estados Unidos, México, Chile y Argentina.

Antes de iniciar su concierto en Madrid, Dudamel explicó ante el público: Dirijo siempre desde el corazón. Hoy es la primera vez que lo hago en el maravilloso Teatro Real, recordando lo que había dicho hace unas semanas cuando presentó ante la prensa el concierto: No me siento una estrella ni alguien particular o único. Me gusta hacer lo que hago. Siento una hermosa responsabilidad de llevar la música a la comunidad. Que la gente sienta que la música y el arte son un derecho humano. Porque el arte de alguna manera se ha convertido en un elemento elitista de la sociedad y no debe ser así. El arte es un elemento necesario. Es la belleza. Es el entendimiento de la belleza. Y para las nuevas generaciones eso es fundamental. Como decía Unamuno: la libertad que hay que dar a un pueblo es la cultura.

Dudamel, junto con el director de la Filarmónica de Viena, Daniel Froschauer, decidieron el programa, que, sobre todo tiene como puntos en común la Sinfonía número 10 de Mahler y la Sinfonía fantástica de Héctor Berloiz. Aunque también habrá piezas de Brahms, Chaikovski y Mozart.

Una de las singularidades que hace única a la filarmónica de Viena es que los propios músicos eligen en asamblea al conductor en cada momento, ya que no tienen director fijo. Dudamel, quien en la actualidad lleva la batuta en la filarmónica de Los Ángeles y en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, considera un honor dirigir a la misma orquesta que condujo en su día el propio Mahler (1860-1911).

En el Teatro Real de Madrid comenzó la sesión con el adagio inicial de la décima sinfonía de Mahler, que definía en el programa de mano como forma de salvación, y aporta un dato curioso al recordar el auge que tuvo en los años 60 con el mayo de 1968 como estandarte. Música con la que el director venezolano recordó de alguna forma su visión de un mundo en el que crecen los muros y el encono, y al que no es ajeno su propio país: Venezuela ha estado en el ojo del huracán en años recientes. En estos momentos, desgraciadamente, nadie está exento de la situación económica, social y política del país. La situación ha tocado profundamente a todas las familias, desde las más pudientes hasta las más necesitadas. Pero gracias al sistema del que yo surgí, en Venezuela sigue habiendo conciertos, siguen ingresando niños a la plantilla y eso es algo único dentro de una crisis tan profunda, de la cual vamos a salir, de eso estoy convencido. Cada vez que veo a un niño con un instrumento en mi país, me veo reflejado ahí. Veo a ese niño soñando en construir una vida mediante la música. Y eso sigue ocurriendo en Venezuela, a pesar de la crisis que existe. El sistema ha sobrevivido a muchos tipos de gobierno, con abundancia y en crisis, por eso es un símbolo de esperanza.