20 de enero de 2018     Número 124

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La carpa, la otra forma de festejar
en el México de hace un siglo

Cecilia Sotres Cabaretera, actriz, artivista y beneficiaria del Programa Creadores Escénicos con Trayectoria en Cabaret 2015-2017, del Fonca


Teatro Salón Bombay.

Primero debo decir que me siento muy emocionada de escribir para La Jornada del Campo, es un suplemento que siempre he admirado y en el cual nunca pensé escribir. Soy actriz, urbana, cabaretera, activista, académica, reina chula y bicicletera, así que nunca pensé tener algo que decir sobre el campo. Trato de cuidar el medio ambiente e intento comprar frutas, verduras y productos naturales directo de los pequeños productores, de comercio justo y así, pero hasta ahí llego.

Confieso que jamás he vivido en el campo. Entonces la editora de esta revista me dijo que lo que yo sí sabía era sobre teatro y sobre el teatro que ha sucedido no sólo en las ciudades, sino en los pueblos de gran parte del país y que el número que iba a editar era sobre la fiesta y las celebraciones en el campo. Y dije pues sí, sobre teatro popular he averiguado un poco, pues el año pasado escribí el libro Introducción al cabaret –con albur, en donde hay una parte histórica para hablar sobre el cabaret. Y resulta que las abuelas del cabaret son la Carpa y la Revista Mexicanas, que son el aporte teatral de México al mundo. Así que les voy a compartir un poco sobre la carpa, que tiene que ver con un espectáculo popular al que accedían hombres y mujeres de todas las clases sociales, tanto de la urbe como de las comunidades rurales, un espacio de convivencia y de celebración. La llegada de la carpa a una comunidad era un auténtico motivo de fiesta.

Este tipo de espectáculos tuvieron su mayor auge en los años 20 del siglo pasado. La carpa, además de un espacio de entretenimiento y diversión, fungía como medio de información, pues llevaban las noticias de lo que estaba pasando a todas las ciudades y pueblos. Como no había medios masivos de comunicación y la gente en su mayoría no sabía leer, la carpa era la mejor manera de enterarse de lo que ocurría. La bibliografía sobre este género es escasa. Mi principal fuente es la obra El país de las tandas, Teatro de Revista 1900-1940, coordinado por Alfonso Morales y editado por Conaculta y el Museo Nacional de Culturas Populares en 1984.

Las carpas estaban hechas de madera o de materiales baratos y eran jacalones, espacios y construcciones efímeras, que se podían quitar y poner rápidamente. Su objetivo era que la gente del pueblo se entretuviera, eran teatros populares que se instalaban a las afueras de las ciudades o pueblos. En muchas el público incluso llevaba su propio asiento.

Las compañías que llevaban las carpas de un lado a otro eran numerosas: contaban con cuarenta o más personas, entre ellas había músicos, actores, actrices, bailarines, guionistas, cómicos e incluso magos, acróbatas y otro tipo de artistas. Algunas veces eran familias biológicas y viajaban juntas de forma similar a los circos: rentaban trenes o camiones y se iban por todo el país. Llegaban a poner la carpa y a actuar para el pueblo.


Interior de una carpa de espectáculos

Cuando estos espectáculos se presentaban en los teatros, principalmente en la Ciudad de México, se les llamaba teatro de revista, en tanto que la carpa era un espacio mucho más popular y con menos recursos. Es común que los términos “carpa” y “revista” se utilicen indistintamente y se mezclen.

Los espectáculos de carpa y de revista no siempre tenían una línea dramática específica. Al igual que en una revista que se pasa de página en página, en este tipo de teatro se pasaba de cuadro en cuadro. Muchos de los cuadros eran bailes y canciones, había también cuadros con actores y actrices y no podía faltar la rutina del cómico principal. A veces había una historia que guiaba el espectáculo y que el público iba viendo a lo largo de la función; por ejemplo, una pareja de enamorados, diversos enredos y el final feliz. Estaban sustentadas, al igual que el cabaret, en personajes arquetípicos. También era común que se parodiaran obras que venían de España o Europa y se hicieran adaptaciones de dichas obras de una forma popular.

Existía lo que se llamaba “tandas”, es decir las personas pagaban un solo boleto para ver varias funciones. Corría el espectáculo toda la tarde y la noche, desde las 4 de la tarde hasta las 2 de la mañana. La gente tenía tiempo de ir al teatro.

Algunos personajes populares y arquetipos como El Chinaco, La China poblana, El Charro, El Peladito, El fifí, el Valedor, el Gendarme, etc. se veían en las carpas.

En este ambiente nacen las famosas tiples, que son una mezcla de “sensuales y eróticas” bailarinas, cantantes y actrices de reparto. Usaban mallas, pues sí enseñaban el cuerpo las censuraban, pero hubo momentos de apertura y fue posible ver a algunas mujeres sin mallas, enseñando piernas, brazos y abdomen, lo cual era muy provocador para la época en un contexto tan conservador como el mexicano.

Cómicas y cómicos como Mario Moreno “Cantinflas”, Germán Valdés “Tin Tán” José Antonio Espino Mora “Clavillazo”, Adalberto Martínez “Resortes”, Roberto Soto “El Panzón Soto” y su hijo Fernando Soto “el Mantequilla”, Jesús Martínez “Palillo”, Fanny Kauffman “Vitola”, Amelia Wilhelmy y Delia Magaña, (la Guayaba y la Tostada), Ma. Luisa Montoya, familias como los Soler, los Valdés, las hermanitas Arozamena nacieron en estas carpas.

A casi todas estas actrices y actores los conocemos por las películas de la llamada época del cine de oro, pero antes pasaron por la fiesta popular que eran las carpas y el teatro de revista.

Con el estallido de la Revolución se da el mayor florecimiento de la carpa y la revista. A diferencia de Alemania, en México los teatros y las carpas seguían abiertos con la Revolución en pleno. Durante los años que duró la Revolución es sabido que las y los artistas criticaban a los políticos dependiendo quién estaba en el poder. En Chin Chun Chan, obra de teatro de revista, por ejemplo, se cambiaba el nombre del personaje en la escena según el político que iba ganando. Esto sucedió hasta que llegó Venustiano Carranza –conocido como Pedustiano Cacarranza-, quien, sin sentido del humor, los censuró y persiguió. Uno de los autores, Elizondo, huyó a Cuba y el compositor, Azcona, murió en extrañas circunstancias.

Al escritor de carpa y revista Manuel Castro Padilla se sabía que lo había mandado linchar el presidente Manuel Ávila Camacho.

En los años 30 y 40 llegan las bailarinas exóticas y rumberas, como María Antonieta Pons, Meche Barba, Ninón Sevilla, Rosa Carmina y la Tongolele, entre otras, quienes mueven las caderas y muestran las piernas en un ambiente “exótico”.

A partir de los años 30 y sobre todo hacia los 40, los presidentes Plutarco Elías Calles y Manuel Ávila Camacho censuran la vida pública. Se establece y consolida la dictadura “prierfecta” y con ella se prohíbe tocar la imagen presidencial. Es entonces cuando comienza la decadencia del teatro de carpa y de revista. Algunos escritores se van del país o dejan de escribir por la censura, en tanto que el teatro de revista se vuelve teatro musical, se va por la diversión y el entretenimiento, gana atractivo por mostrar muchachas con poca ropa y por alburear en tanto que se vuelve menos político, por la misma censura.

Simultáneamente, estalla el boom de la radio y poco después llega la televisión, la cual le viene perfecto al sistema para controlar a la población y “entretenerla” sin que ello implique pensar y mucho menos criticar el ejercicio del poder. Es así que se terminan las carpas mexicanas, auténticos espacios para el festejo y la convivencia.

Actualmente hay un movimiento de personas y grupos en México que hacemos, lo que llamamos cabaret, y que es nieto de la carpa. Desafortunadamente la mayoría lo hacemos en las ciudades y los lugares rurales hay muy poco teatro y arte en general.

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