20 de enero de 2018     Número 124

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

La vida ritual del maíz


El ritual del elote se realiza para agradecer la buena producción. FOTO: Casa Huaxtekayotl

Luis Miguel Morayta Mendoza  INAH

El maíz ha sido base de la alimentación de casi todos los grupos sociales que han existido en México, desde hace miles de años. Tan importante ha sido que, durante mucho tiempo, fue el eje de su vida económica, ritual y religiosa.

Desde hace miles de años los tamales, las tortillas y decenas de formas de consumir el maíz han sido indispensables para subsistir. Un granito de maíz es una semilla que puede desarrollarse en una planta de donde saldrán varias mazorcas y cada una de estas mazorcas contiene una buena cantidad de semillitas y de cada una de ellas saldrán otras plantas con otras mazorcas y más y más semillas. Los tatarabuelos de estas eran mucho muy pequeños, la mazorca no medía más de 3 cm, era el maíz silvestre, el maíz originario. ¿Cómo es que con el tiempo las mazorcas se volvieron tan importantes y fueron creciendo en tamaño hasta llegar ahora a medir, más o menos, unos 20 cm? Pues en este camino milenario de desarrollo, muchas personas que lo han venido cultivando, han tenido que invocar la fuerza de seres sobrenaturales para tener la protección y el apoyo oportuno para este crecimiento.

En la tradición cultural indígena y aun entre grupos no indígenas se tiene una manera particular de entender cómo funciona la naturaleza. Según este entendimiento, existen unos seres que controlan la naturaleza, a los que se les conoce como “los aires” o por sus nombres en lengua indígena como “awakes” o “ehekame” en náhautl.  Cada uno de ellos es responsable de controlar ya sea el viento, las nubes, la lluvia,  o el granizo. Los cultivadores con sus familias establecen una fuerte relación con estos seres cumpliendo con tres grandes requisitos: hacerles rituales y ofrendas, mostrarles un profundo respeto y compartirles la comida.


En la intrincada orografía de México, la diversidad biológica coincide con la diversidad cultural
FOTO: Jesús Ramírez Cuevas


Según la antigua tradición nahua, hombre y maíz fueron creados juntos. FOTO: Jesús Ramírez Cuevas

Los  rituales dedicados a “los aires” se realizan, alrededor del día 3 mayo, en los lugares sagrados, ya sean, montañas, volcanes, cuevas, manantiales, riveras o peñascos especiales. Para iniciar el ritual se toca una flautita para llamar  a “los aires”. Ciertas personas que han recibido el don para comunicarse con ellos, tienden los elementos que se van a ofrendar. El mole verde, a veces tamales,  la fruta roja como la ciruela, bastoncitos decorados con estambres colores, copitas llenas de licor, entre otros elementos van formando lo que se llama la mesa de ofrecimiento. Al ir depositando cada elemento los especialistas del ritual van hablándole, en español o en lengua indígena, a “los aires” invitándolos a venir a consumir lo que se les ofrece para que brinden a su vez su ayuda: “Coman Señores, coman lo que aquí me mandan a traerles esto, para que estén contentos”.

Estas ofrendas contienen la cooperación y participación de la comunidad. Generalmente, las familias participan con dinero o en especie, o aportando alguno de los trabajos necesarios, como la preparación de la comida. En algunos pueblos originarios, como el de Zitlala, Guerrero, prácticamente todas las familias participan en un enorme ritual a “los aires”. Ahí, se llevan a cabo rituales, en la ribera del río, en los pozos comunitarios, en las cruces puestas en los caminos y una gran ofrenda en la cima de un cerro llamado Cruzco. En esta cima existe un altar arriba del cual se cuelgan las vísceras de los chivos que se van a consumir cientos de personas en el ritual. La idea es que los zopilotes bajen a comer las vísceras colgadas.  Al final cuando la gente baja del cerro, se puede observar que efectivamente los zopilotes bajan a comer. Ya que estos son una manifestación de “los aires”, al quedar complacidos brindarán las lluvias abundantes y propicias. El 29 septiembre, en las milpas se realizan rituales para agradecer a “los aires” por las lluvias recibidas y por las cosechas logradas. El tamaño de la ofrenda va en proporción de que tan benéficas fueron las lluvias y qué tan abundantes resultaron ser las cosechas.

De los rituales que acompañan el cultivo de la milpa, el más importante es el de la acabada. Se celebra entre los patrones de la milpa y los peones. Se coloca una cruz adornada en uno de los surcos de la siembra y al peón que le toque toparse con la cruz, será ese día compadre del patrón. Mazorcas, cañuelas, frijol, chile, calabaza y huauzontles son los productos de la milpa que se logran con la colaboración de “los aires”.

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