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La estadunidense considera la residencia una invitación estimulante

Jill Magid va ahora a la casa de Alexander Calder

En 2015 fumó, tomó tequila e invocó al fantasma del arquitecto en el Museo Barragán, además de cortar pedazos de manteles y tapetes

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En 2015, la directora de la Casa Luis Barragán, Catalina Corcuera Cabezut, autorizó a la estadunidense Jill Magid (en la imagen) a que habitara a sus anchas durante seis días el inmueble catalogado patrimonio de la humanidad por la Unesco, estancia cuando la huésped cortó con tijeras tapetes y manteles para hacer un altar al arquitecto tapatío con los pedazos, entre otras actividades que no se permiten a visitantes ni a artistas invitadosFoto tomada de Internet
 
Periódico La Jornada
Jueves 25 de enero de 2018, p. 3

La estadunidense Jill Magid (Bridgeport, Connecticut, 1973), cuya exposición el año pasado en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) causó polémica al usar una porción de las cenizas del arquitecto Luis Barragán (1902-1988) para fabricar el diamante de un anillo, fue elegida ganadora de la séptima edición del bienal Premio Calder, consistente en una beca de 50 mil dólares y una residencia en el estudio Calder.

Magid fue elegida por haber realizado un performance sobre la obra de Alexander Calder (1898-1976), escultor nacido en Pensilvania, conocido como inventor del móvil (o escultura cinética). La pieza de Jill le fue comisionada por el Museo Whitney de Nueva York, e incluida en la reciente exposición Calder: Hipermovilidad.

La acción consistió en interacciones entre las fuerzas múltiples del azar y la astuta apropiación de la historia de otro artista, explicó el jurado.

En el anuncio del premio, la fundación argumentó: “Los dos artistas puedan parecer disímiles, pero comparten un genio similar y un sentido simpático de objetos en el espacio. En sus móviles y estábiles, Calder une la simetría y la asimetría, o paridad y disparidad, en maneras que asimilan las fuerzas más grandes e inadvertidas que trabajan en el mundo natural.

“De igual manera, Magid jala cabos sueltos tanto tangibles como intangibles –al investigar sistemas al parecer impenetrables– y encuentra la unión en elementos dispares. Su tenacidad hace eco a la de Calder en su transformación radical de la escultura.”

Al enterarse del premio, Magid dijo encontrarlo una invitación estimulante. No obstante, cuando comentó al presidente de la Fundación Calder, Alexander Rower, que residir en la casa del artista sería como su experiencia al quedarse en la casa Barragán en la Ciudad de México, él no estuvo de acuerdo.

El también nieto de Calder dijo que la casa estudio Barragán ya es un museo abierto al público, mientras la casa de Calder permanece exactamente como su abuelo la dejó: como si hubiera salido a comprar un cartón de leche, pero no regresó.

No se ha informado si se permitirá a la estadunidense comportarse en el estudio Calder como lo hizo en México en la última residencia del arquitecto tapatío, en la cual cortó con tijeras pedazos de alfombras, manteles y otros textiles para fabricar un altar a Barragán.

Magid pernoctó en la Casa Luis Barragán, ubicada en Tacubaya, entre el 28 de octubre y el 3 de noviembre de 2015. El recinto es propiedad de la nación y fue declarado patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco en 2004.

Según narra ella misma en un texto titulado A guide to Casa Barragán, que se reseñó en el número 19 de revista londinense The White Review, en febrero de 2017, Catalina Corcuera, en nombre de la Fundación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, autorizó que anduviera por el museo a sus anchas, por medio de un acuerdo firmado entre ambas.

En ese documento no se especifica que Jill Magid podía cortar con tijeras y apropiarse de pedazos de manteles y tapetes, pero sí se le da permiso para sentarse o reclinarse en poltronas, sillas, y otros muebles, y abrir puertas y armarios. Se le permitirá tocar las paredes y las vajillas. Podrá conectar sus instrumentos digitales en los enchufes de la pared. La artista puede utilizar el museo por las noches, así como los servicios de la cocina y los baños de los cuartos, para su uso personal. A la artista se le permitirá encender y apagar las luces de los cuartos. La artista puede firmar el libro de invitados y expresar sus comentarios sobre el museo.

Es así como Magid intentó usar el tocadiscos y escuchar la colección de acetatos del arquitecto, sin éxito porque éste no tenía aguja, se calzó una botas que están en el vestidor de Barragán, fumó, tomó tequila, trató de invocar al fantasma del arquitecto, se excitó pensando en él, se preguntó si le gustarían las mujeres judías y, como lo señala el antropólogo Christopher Fraga en su texto En las moradas de Barragán, incluido en el catálogo de la exposición Jill Magid: Una carta siempre llega a su destino. Los archivos Barragán: el diario de Magid registra que tuvo que desechar por lo menos un tampón en un basurero debajo del escritorio.

El Premio Calder lo han recibido artistas como los neoyorkinos Tara Donovan, Rachel Harrison, Darren Bader y, en 2015, el londindense Haroon Mirza. Este es el primer año que el galardón incluye una residencia en la casa y estudio de Calder, ubicada en Roxbury, Connecticut.

El galardón también viene con el compromiso de colocar una obra del ganador en una colección de arte pública mayor. El siguiente Premio Calder se otorgará a principios de 2020.