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Tijuana: violencia asimilada

E

l asesinato de Karla, una joven de 21 años que conducía un auto inscrito en la plataforma Uber, llamó la atención la semana pasada en Tijuana, una ciudad que suma 140 homicidios sólo en enero. El hecho de que el crimen tuviera como origen un incidente de tráfico que llevó a un altercado entre los conductores y terminó cuando uno de ellos sacó su arma y disparó a la cabeza de la joven, generó una discusión sobre este tipo de violencia.

Todos los días hay homicidios (seis en promedio) que las autoridades atribuyen a disputas entre narcomenudistas por el control de las calles de la ciudad. ¿Pero qué ocurre en estos casos, cuando un alcance entre vehículos, sin grandes daños, termina en la muerte de una joven?

Una encuesta realizada entre los tijuaneses en 2009 para un amplio estudio que sobre la violencia en esta frontera llevó a cabo el gobierno federal con el Colegio de la Frontera Norte reveló que la población atribuye a la impunidad, la corrupción, la desintegración familiar y la drogadicción el origen de los delitos violentos. Así, no es la pobreza o la falta de empleo (precario, pero hay una alta oferta) la causa de esa violencia, sino un tejido social dañado en varios de sus pilares.

La transformación en las estructuras de los hogares y la disfuncionalidad familiar ha sido señalada como la fuente del problema por los grupos más conservadores. Mientras el enfoque de los programas sociales no se modifique y se insista en que las familias se apeguen a los viejos roles, no habrá impacto alguno en los índices de violencia, ya sea en las calles o en las casas.