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¿La Fiesta en Paz?

Sobra dinero, faltan taurinismo, sensibilidad y respeto

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El novillón bobo para los figurines importados, en la plaza México y el toro con edad y trapío para nuestros toreros modestos, en provinciaFoto Dibujo: Ximénez
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omo en el resto de las actividades, el dinero desplazó a la ley y se apoderó de la realidad nacional, ah y global, para consuelo de los globalizonzos, sólo que en su prepotencia cómpralo-todo se olvidó de pensar en algo más que en hacer su voluntad, y supone que haciéndola resuelve los problemas que el dinero sin imaginación crea. En los toros y en lo demás.

Un cuarto de siglo, por lo menos, llevan ya poderosos caballeros mexicanos –con operadores de bajo perfil, autorregulados, irresponsables, ineptos y oscuros propósitos– apropiados de la tradición taurina del país, de sus gremios, de sus ferias, de sus principales plazas, de la llamada crítica especializada y, faltaba más, de las autoridades responsables de cumplir y hacer cumplir el reglamento, a ciencia y paciencia de casi todos los taurinos.

Casi, porque el desinformado y deformado público capitalino ya empezó a ver la diferencia abismal entre lo que paga y lo que recibe de la Monumental Plaza México, a merced de las empresas más adineradas de la historia –siempre hay que repetirlo–, cuya imaginación y sensibilidad taurinas han sido inversamente proporcionales a sus fortunas en miles de millones de dólares. Díganme cómo actúa la élite empresarial de su país y les diré qué tan desarrollado está, escuché decir al maestro Giovanni Sartori en memorable conferencia.

Ahora bien, a esta pasividad taurina de la afición mexicana ante las acciones tan reiteradas como torpes y abusivas de la tauromafia internacional, hay que añadir la oportunista indignación de los críticos que ahora sí notaron la falta de bravura del encierro de Fernando de la Mora lidiado el domingo pasado, hierro favorito desde los alegres tiempos de Eloy Cavazos hasta el extraviado presente de Ginés Marín, triunfador de Las Ventas el año pasado y por ello merecedor de una mansada al gusto del convincente y convenenciero asesor de la nueva empresa, el diestro sevillano en retiro Antonio Barrera.

No, don Belisario, digo, don Alberto, éxito, reconocimientos y medallas no sustituyen un nacionalismo perceptivo y un impulso eficaz. Su trayectoria empresarial no está a discusión; sus criterios, consejeros y operadores taurinos, sí. Invertir desde hace tres años en la fiesta de toros de España es su decisión, pero hacerlo en momentos en que la fiesta de toros de México acusa una alarmante falta de profesionalismo en sus promotores, una incontrolada pérdida de posicionamiento y una oferta de espectáculo tan mediocre como la de la empresa anterior refleja, por lo menos, la urgente necesidad de un cambio de equipo o… de giro.

A riesgo de aburrirlo se lo repito, pues lo rodean demasiados jilgueros e intérpretes convenencieros de la realidad taurina del país: si como manejan la fiesta de toros TauroPlaza México y Espectáculos Taurinos de México manejaran el resto de sus empresas, éstas en seis meses quebrarían, y si como conduce sus negocios exitosos condujera el taurino, habría una muy diferente oferta de toros y toreros y su liderazgo empresarial tendría sentido.

Marginar a magníficos coletas españoles para seguir importando a los mismos consentidos de la empresa predecesora, acatar las ventajosas imposiciones de éstos en materia de ganado, persistir en el ninguneo a diestros mexicanos, continuar improvisando figuras-cuña y empeñarse en una gestión sin rigor de resultados financieros ni artísticos, evidencia estrechez de miras, mezquindad de propósitos y falta de respeto, no sólo a la fiesta y al público sino a la inteligencia.