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Aprender a Morir

Inspiración compartida

N

adie sabe para quién se deja crucificar. Si el buen Jesús de Nazaret o de Belén o de donde usted prefiera hubiese imaginado el enredo, diferencias y enjuagues en que se iba a convertir su visión de la vida y del ser humano con las subsecuentes versiones que de ésta harían sus seguidores, seguro se habría disfrazado y huido lejos de Jerusalén, del Monte Calvario y de su optimismo por salvar almas en un mundo cuyos habitantes sólo han aprendido a multiplicarse, en buena medida gracias a... ¡las religiones!

A lo largo de la historia las diversas corrientes de simpatizantes, seguidores y practicantes del supuesto mensaje de Cristo, pues éste nunca escribió (católicos, decenas de denominaciones protestantes, ortodoxos y coptos con sus respectivas estructuras jerárquicas, burocracias y caudales), no han logrado dar testimonio de armonía de sí mismos, entre sí y con los demás, precisamen-te por su notoria incongruencia entre lo que dicen creer y lo que hacen, así como por su feroz intolerancia, sean perseguidores o perseguidos. Aquel mensaje de amor original fue abortado por el afán de poder y confundido con la procreación irresponsable.

Por ello, los políticos suelen engañarse, no sólo en el desempeño de sus cargos sino en su necesidad de obedecer, des-de su vocación de servicio hasta su disciplina partidista y capacidad de trabajo, pasando por la imposibilidad de pensar por sí mismos, en lo ideológico-religioso y en lo pecuniario. Conforme pasa el tiempo y ascienden, acaban por convencerse de que sus buenos resultados en lo segundo se deben a lo primero. Así, en algunos países servir a la patria es patente de corso que vuelve intocables a los servidores públicos, por asnos o devotos que sean.

Lo más preocupante de los tres principales aspirantes a la Presidencia de la República no son tanto sus diferencias cuanto sus notorias semejanzas, ya que José Antonio Mead y Ricardo Anaya se dicen católicos, mientras que Andrés Manuel López se reconoce cristiano, pero además juarista y cardenista. Luego, los tres afirman creer en el mensaje de Jesús, si bien con las tres ces: convencionales, conservadores y contradictorios, rasgos que también caracterizan al grueso de la población mexicana. Católicos los ex presidentes panistas y el actual presidente priísta, que recordó haber leído la Biblia. Entonces, si todos comparten la misma noble inspiración, ¿para qué el ofensivo despilfarro electoral?