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El mundo neoliberal
S

e atribuye a Mark Twain la frase la historia no se repite, pero rima. El 5 de febrero pasado el mercado de valores de Estados Unidos experimentó su mayor caída desde mediados de 2007 y no acaba por recuperarse: ¿esta caída será similar a la de 1987, será seguida por una recuperación rápida, y será vista como un bache en la recuperación de la larga depresión de los 10 años pasados? ¿O será como en 2007, cuando la caída de la bolsa anunció el comienzo del mayor colapso de la producción capitalista mundial desde la década de 1930? O, se pregunta Paul Walder, ¿pudo la economía mundial salir efectivamente de la crisis explosionada en 2008? Walder escribía en marzo de 2016 que podríamos estar ante el fin de un ciclo estructural provocado por las propias contradicciones internas del capitalismo.

Según Sandro Pozzi, corresponsal de El País en Nueva York, el temor a que la inflación se dispare por el sólido crecimiento, un mercado laboral en pleno empleo [4.1 por ciento de desempleo en EU, se llama pleno empleo], y el alza del déficit público tiene de los nervios a Wall Street, y también a Jerome Powell, su nuevo presidente. “El rebote en Wall Street, sin embargo –escribe Pozzi–, está demostrando ser frágil y desordenado, con grandes bandazos”: la inteligencia artificial de especuladores y financieros tiene problemas con sus novísimos robots con algoritmos que invierten en la bolsa por sí solos.

Fragilidad e inestabilidad financiera han sido el modo de ser del capitalismo durante los 40 años que llevamos de economía neoliberal. Pero, entremos en un nuevo ci­clo de crisis financiera, o nos hundamos más en una crisis estructural de largo plazo, nada de eso matará al capitalismo neoliberal, sino que matará de hambre a más humanos excluidos de todo en el planeta, y dejará también sumidos en la pobreza, o en la sórdida pobreza extrema, a miles de millones de mujeres, niños, hombres, ancianos…

Financieras o estructurales, las crisis son el medio cada vez más brutal e inhumano que sirve a los capitalistas en conjunto para limpiar su economía (la economía es suya). Los capitalistas y sus chief executives officer ( CEO), manejan a su antojo su economía; pero, como el aparato económico capitalista es, de suyo, esencialmente anárquico, las crisis son inexorables. La novedad del capitalismo neoliberal es que de cada crisis ha salido con una mayor propensión a la concentración de la riqueza. Apareció el 1%; ahora hablamos del 0.1%. Ya podemos incluso nombrarlos: Bill Gates, Warren Buffet Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Ellison, Michael Bloomberg (seis de EU), Carlos Slim (México) y Amancio Ortega (España), ocho personas cuya riqueza iguala la de 3 mil 600 millones de seres humanos (junio, 2017), la mitad del orbe.

David Harvey piensa que el neoliberalismo fue desde el principio un proyecto político para la consolidación y la creciente concentración de la riqueza y el poder dentro de la clase capitalista, ignominia que no será frenada mediante ninguna política económica; es imposible instrumentar ninguna en el marco de una economía neoliberal, en China y aquí.

Otra mutación de horror en el neoliberalismo: el cambio profundo en el Estado y en lo que antes llamábamos su autonomía relativa. Uno, el Estado fue jibarizado; dos, los papeles, ya de dirigente político o de empresario (o CEO), son corrientemente intercambiables: Trump es un ejemplo magno, pero en EU abundan; a fines de los años 90 el primer ministro de Tailandia tomó posesión proclamándose CEO de su país (literal); y a la inversa, políticos que se vuelven capitalistas o empresarios con sus CEO, abundan hasta en México; tres, las elecciones pasan por el dinero, se compran: ya sea que el dinero provenga principalmente de corporaciones como en EU, o es dinero robado como en México, sin que aquí nos falten aportaciones empresariales (Odebrecht, uno de ¿cuántos?). En México está ya autorizada la compra con tarjetas rosas: una venta de futuros por los electores pobres. Además, las elecciones pasan no sólo por el dinero, también por las trampas viles en muchísimos países, aunque las trampas a la mexicana hayan ganado fama mundial.

La economía neoliberal, además, extremó la extracción internacional de caudales por la vía de relaciones económicas coloniales. David Harvey escribe: La ex­plotación de la gente en una parte del mundo por alguien que está en otra parte del mundo no ha cesado en ab­soluto. De hecho, se realizan enormes transferencias de valores principalmente en tiempos de crisis. Ese 1% de más ricos en realidad ha alcanzado ese puesto ­gracias a transferencias masivas de riqueza de la población mundial general a dicha clase, y de este modo, se trata más de una cuestión de clase que del hecho de que una parte del mundo domine a otra. Los fenómenos que estudia la sociología política, como el poder, la intersección de la personalidad, la estructura social y la esfera política, tienen lugar encima de la economía política neoliberal y su siempre creciente poder de concentración de riqueza y de creación de desigualdad monstruosa.

Y ahora, añadamos que los mexicanos y otras coloured peoples, con el supremacismo blanco hemos topado. Dijo bien la congresista Nancy Pelosi en su interminable discurso del 7 de febrero, en defensa de los dreamers: la quimera de Trump no fue Make America great again, sino Make America white again.

El empodoreamiento real de las masas tendría que ser nuestra consigna mexicana.