Opinión
Ver día anteriorJueves 22 de febrero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Juntos y revueltos
M

e atrevo a decir que la próxima elección presidencial es la que mayor incertidumbre ha generado en el último medio siglo, porque no hay un solo referente que se quede quieto. Los políticos brincan de una organización a otra como si trajeran hormigas en la falda, o el pantalón, y sus saltos contribuyen a la desorganización general. Los partidos se han convertido en piezas de utilería que ex militantes de todas partes pasean de izquierda a derecha y de derecha a izquierda frente a los medios, sin ton ni son, solamente en busca de acomodo. Mientras, el azoro de los ciudadanos crece día con día ante el desordenado espectáculo. La clase política, lo que proyecta ahora es una sólida complicidad para mantenerse en donde está, aunque le venda su alma al diablo.

Sé que hay muchos que aplauden la formación del frente que ha integrado el PAN con el PRD y con MC, pero no comparto ese entusiasmo porque no entiendo adónde quiere llegar, más allá de sacar al PRI de Los Pinos. Todos ellos son políticos profesionales, de tiempo completo y dedicación exclusiva. Lo cual quiere decir que no saben hacer otra cosa, de ahí su angustia por mantenerse en el medio que conocen. Sin embargo, a estas alturas del partido tendrían que explicarnos ahora quiénes son, si acaso han cambiado tanto como para aliarse con quienes fueron sus enemigos históricos, o si son sus enemigos los que han cambiado. Tienen que decirnos qué van a hacer con nuestro voto.

Tendríamos que saber por qué los emigrantes de otras formaciones han elegido organizaciones que en el pasado les repugnaban. A la mejor nos convencen. Por el momento, lo único que sabemos es que la izquierda histórica está dispuesta a llevar al poder a la derecha histórica, sin darse cuenta que es muy posible que contribuya al triunfo de una nueva derecha que todavía no conocemos. Con Morena pasa más o menos lo mismo. La imagen de Manuel Barttlet chacoteando con Andrés Manuel López Obrador parecería un Photoshop, así como la entrada de Germán Martínez. ¿Cómo fue que el antiguo presidente del PAN pasó del ultraliberalismo en el que había caído al estatismo que representa Andrés Manuel López Obrador? ¿Cómo estarán las cosas que José Antonio Meade ahora defiende la banca de desarrollo, el Infonavit y, seguramente, muchas otras instituciones que se identifican con el intervencionismo estatal que, en otras instancias, ha sido demonizado por la élite neoliberal a la que pertenece? No cabe duda que París bien vale una misa.

No sabemos si los frentes electorales eran necesarios. El PRI está en una situación tan dramática que podrá caerse solo. Desde luego, hace mucho tiempo que ya no es lo que fue, y su presidente actual ha hecho todo por recordarnos que ya no son los de antes, pero no por sus virtudes –que todavía no nos han mostrado-, sino porque sus pecados son distintos. Quieren comportarse como el partido hegemónico que abusaba del poder de manera sistemática. Sin embargo, el PRI de antaño tenía en su favor que era una formación incluyente que incorporaba a los grupos más diversos; era flexible y muy consciente de que México es un país heterogéneo y multicolor, en el que la mayoría de la población son mujeres. El comentario de Ochoa, a propósito de los prietos, reveló que no conoce México o, lo que es peor, la influencia intelectual del presidente Donald Trump. Cada vez más aislados, los priístas proyectan una debilidad que sugiere que para ellos el horizonte más cercano es la derrota, y lo saben.

La movilidad de los políticos de un partido a otro es muy común; pero normalmente hay una explicación pública del porqué del cambio. Así los votantes tienen más información acerca del renunciante y también de las organizaciones involucradas en su movimiento. Si los políticos que cambian de partido hoy día en México nos dijeran por qué lo hicieron y por qué del PAN pasaron a Morena o por qué del PRD pasaron al PAN, la incertidumbre sería menor. Podríamos decidir con más seguridad por quién votar. Tal y como están ocurriendo las cosas ahora en México, quedamos en una nebulosa de especulaciones que desalienta la participación. Sobre todo porque ahora todo está tan revuelto que no sabemos qué representa cada uno de los partidos, mucho menos cada uno de los frentes. No me queda claro si con mi voto me piden un cheque en blanco, o si pretenden que les entregue mi voto sin mirar a quién.