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El Centro Cultural Estación Indianilla reúne obra de la escultora, creada en 1997

Inauguran la exposición Caleidoscopios dedicada a la artista Alba Rojo Cama

Ella mostró que la lucidez y la emoción no luchan por ninguna primacía, porque conviven en hermandad perfecta, escribió Fernando González Gortázar en el catálogo de la muestra

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Alba Rojo Cama (1961-2016), en la Galería Juan Martín, el 23 de marzo del 2001Foto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Sábado 24 de febrero de 2018, p. 3

La exposición Caleidoscopios, que hoy se inaugura en el Centro Cultural Estación Indianilla, está dedicada a la artista Alba Rojo Cama (Ciudad de México, 18 de abril de 1961-16 de agosto de 2016), a un año y medio de su fallecimiento. Reúne obra de la matemática y escultora que se remonta a 1997.

En el texto Alba Rojo: la geometría del corazón, escrito por el arquitecto, escultor y urbanista Fernando González Gortázar, para el catálogo de la muestra, se revela su fantasía de construir una suerte de laberinto en el que cada muro y mampara tenga un diseño distinto entre la multitud de ellos que, de una manera casi inverosímil, realizó Alba Rojo Cama a lo largo de su vida.

Sostiene que sería una obra maestra de la arquitectura fantástica, como moverse en el interior de un gran caleidoscopio en el que el pasmo, la sorpresa continua, el misterio y el regocijo acompañarían al visitante en cada paso de su recorrido.

Egresada de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, Alba se lanzó a una de las aventuras más enigmáticas y maravillosas que la humanidad haya emprendido: la creación artística.

En su texto, González Gortázar refiere que la artista partía de una abstracción mental para desembocar en el arte más abstracto de cuantos lo hayan sido, en un ejercicio en que la lucidez y la emoción no luchan por ninguna primacía, porque conviven en hermandad perfecta.

Recuerda la primera vez que la expositora le contó que ensayaba hacer escultura y le describió su método de acción. Sobre un papel cuadriculado trazaba diseños con regla y escuadra, casi siempre en zig zag en sus inicios, que luego recortaba a su manera con una navaja y plegaba como un biombo, con lo que el plano devenía un sorprendente relieve que no sólo cobraba tridimensionalidad, sino que incorporaba el espacio e invitaba al movimiento; luego, bastaba tirar suavemente de los extremos de la hoja para que regresara a ser plana.

González Gortázar pregunta, ¿cómo funciona un cerebro que es capaz de concebir semejantes panoramas de fantasía antes de materializarlos, y de lograr tal efecto mágico (realmente mágico, aunque se abuse tanto de esa palabra sagrada) y semejante emotividad con los recursos aparentemente más simples y los materiales más humildes?

Mientras ese sol brillaba dentro de su cabeza, Alba iba por la vida con la sencillez, la calidez y la modestia que fueron su señal de identidad. Jamás hizo un gesto de autopromoción, ni se envaneció de nada. Es más: creo que nunca se asumió plenamente como una profesional de la escultura, teniendo credenciales más que sobradas para hacerlo. Alba llevaba su grandeza intelectual y humana como quien no se ha enterado.

Fernando González Gortázar remata: “Yo doy fe de la entrañable nobleza y del genio creador de Alba Rojo, la bienamada Güera, que la muerte truncó monstruosamente pronto; y lo hago, como dijo Lorca, con palabras que gimen (y memorias que cantan)”.

La muestra Caleidoscopios se abre hoy al público a las 12:30 horas, en el espacio cultural de Doctor Claudio Bernard 111, colonia Doctores.