Opinión
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Fernando Canales
D

on Fernando Canales Lozano, luz del periodismo mexicano durante casi un siglo, comenta en el Correo Ilustrado de nuestro periódico lo que no está presente en las campañas presidenciales: Es muy lamentable la representación que hacen los políticos de sus planes de trabajo al ser propuestos candidatos para la elección presidencial. No he visto uno que diga la injusticia en que vive nuestro país. Tenemos mil 840 municipios con una pobreza que va de 50 al ciento por ciento, según datos tomados del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.

Lenguaje electoral formulado en términos de ideogramas chinos en estado de formación que se estructuran de variedad, y a diferenciación, integración y disgregación. Nada vuelve a ser igual a nada. Ni es fijo, ni central. Cambio de escenarios, en que todo vuelve a recorrer al ciclo fantasmal de estar y no estar a la vez. Juego de tiempo y espacios que son y no son falta de fijeza de las cosas, incesante transformación enloquecedora que hace de cada instante en cuanto realidad síquica, vida pasional –muerte; falta de lo elemental, casa, vestido y sustento–. Inquietante fluir inasible, de un nada nace si nada muere, todo se transforma, incansable mutación, que capta el lente votante, sin respuestas, ni curvas, sólo observación y preguntas, nuevas retranscripciones, nuevas preguntas y más y más preguntas.

Cambio inexistente, más que expresión engañosa de la verdadera realidad móvil. Cambio que es apariencia, pero no es cambio. Nada menos representativo que el cambio. Perfecta imagen de la movilidad misma que proviene del inconsciente nunca captado. Severa imagen de la mutabilidad misma. Conocer que nunca es total, sólo parcial, perversamente, en un no conocer propio, conocer no se da al hombre.

La muerte fundidos en coeficiente de vida común que se manifiestan en lo oculto, sumido en su mutabilidad, en los efímeros pies de lo transitorio, donde la luz pierde su fluido hasta dejar a oscuras la escena. Vacío negro para volver a idealizar la frecuentación electoral, con sus mil máscaras que aspiran a ser, representación de la palabra, que se va.

Desilusión, trampa sutil de la vida, desamparo original, nunca reparado, que es al mismo tiempo recuerdo, repetición y elaboración, que hace indesligables el uno del otro y concede el castigo dantesco de no poder separarse estando separados, y en medio de las más torturadoras y desgarradoras envidias.

Ritmo electoral que va más allá de lo palpable. Lucha titánica, delirante contra la concreta realidad exterior –una mayoría miserable a la que se usa–. Al mismo tiempo, mundo inasible de vida pulsional. Desmadre entre partidos que se sostiene por sí misma con total coherencia, de manera que fondo y forma se identifiquen sin conocerse.

Violencia verbal de los partidos que choca con el tiempo y el espacio, que vive y engendra el factor generatriz de las contradicciones, posibilitador de que todo lo existente deje de ser al mismo tiempo y se convierta en ausencia. Vida carencial donde la pulsión promueve el displacer que motiva el deseo siempre insatisfecho, irracional, inconsciente, circunstancial.

Espero se escuche la voz de los hombres sabios de México, entre otros, de don Fernando Canales Lozano.