Editorial
Ver día anteriorDomingo 25 de febrero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los números del trabajo mal pagado
E

n México no resulta fácil obtener cifras confiables sobre la tasa real de ocupación, o su contrapartida negativa, el desempleo. La clasificación del trabajo en subcategorías (pleno, parcial, temporal, estacional, independiente, etcétera), así como la imprecisión o la arbitrariedad para definir cuál es el límite de cada una de ellas, impide conocer con exactitud cuántas personas en edad de laborar cuentan con un trabajo que les permita cubrir dignamente sus necesidades básicas.

La ambigüedad presente cada vez que se habla de empleo y desocupación por un lado dificulta hacer un análisis del problema basado en cifras reales, y por otro permite que se haga un uso político. Cuando la actual administración describe su periodo de gestión como el sexenio del empleo y asegura haber creado más de 3 millones de puestos laborales se puede: a) dar por bueno el dato, esa cantidad incluye a quienes realizan trabajos informales, esporádicos y mal remunerados; b) cuestionarlo si se extraen del conjunto, por ejemplo, a las personas subocupadas (7.3 por ciento de las que oficialmente figuran como ocupadas); o c) negarlo con el argumento que se trata de un mero recurso propagandístico sin sustento comprobable.

Más allá de las interpretaciones que se den a declaraciones como la comentada, un documento emitido por el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) prueba que en este campo dos opiniones pueden tener su cuota de verdad aunque sean antagónicas. En los términos de dicho texto, en efecto, el empleo en general ha tenido una evolución favorable en años recientes, pero las condiciones en particular no han mejorado nada. Un elemento adicional ha contribuido a eso: la precarización de los salarios en el país, o para decirlo en términos menos elaborados, la pérdida de poder adquisitivo del salario, que sólo durante el presente sexenio supera 11 puntos porcentuales. Ambas cosas, empleo y salario, van de la mano si se considera que desde el punto de vista del trabajador la relevancia del primero se mide en función del segundo.

Siempre de acuerdo con el estudio del CIEN, la tendencia a crecer de la tasa de ocupación continuará en la curva ascendente, lenta pero sostenida, que ha mostrado hasta ahora. No obstante, el pronóstico no es para echar las campanas al vuelo, porque la calidad de las nuevas fuentes de trabajo apunta a ser tan deficiente como durante los últimos tres o cuatro lustros, cuando empezó su proceso de degradación.

Los especialistas del centro concluyen su estudio con una observación que debería ser tomada muy en cuenta: si se pretende aumentar la productividad –señalan–, es preciso generar empleos que brinden, a quienes los ocupan, condiciones favorables, porque de otro modo ni el país en lo colectivo conseguirá acelerar su desarrollo económico ni los trabajadores en lo individual obtendrán los satisfactores indispensables para ellos y sus familias.