Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de febrero de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
UNAM: ¿qué hacer con la delincuencia?
L

os recientes hechos de violencia delictiva en Ciudad Universitaria (CU) y el notorio incremento de la inseguridad y el narcomenudeo en ese campus principal y central de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han vuelto a poner bajo los reflectores el viejo debate sobre la pertinencia de permitir el ingreso a las corporaciones policiales, una polémica espinosa y conflictiva. Ayer el comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, dijo que éstas sólo intervendrían a petición de las autoridades universitarias, lo que no excluye que los homicidios y otros hechos delictivos perpetrados en CU deban ser investigados y enfrentados.

La presencia policial en la zona universitaria ha sido, desde siempre, discreta en extremo, y sólo por excepción unas cuantas veces se han realizado despliegues masivos de efectivos. La más reciente fue hace 18 años, cuando la entonces Policía Federal Preventiva ocupó las instalaciones universitarias para poner fin a los reductos de la huelga estudiantil que había estallado en abril de 1999. En esa y otras ocasiones, la entrada de uniformados a los planteles de la UNAM ha sido vista como una práctica asociada a la represión de movimientos estudiantiles.

Una vertiente de la discusión tiene que ver con la autonomía de la institución: algunas voces plantean que ese estatuto es incompatible con la operación policial en los campus de la máxima casa de estudios, en tanto que otras señalan que la autonomía es un atributo que permite a la universidad autogobernarse, tener una vida institucional sin injerencias, definir sus lineamientos académicos y de investigación y hacerse cargo de su propia administración, pero que no conlleva un sentido de extraterritorialidad y menos aún de zona al margen del marco legal.

Con este telón de fondo, la UNAM estableció desde hace mucho su propio organismo de vigilancia, cuyos empleados no portan armas y cuyo efecto disuasorio funcionó, en términos generales, pero que actualmente se encuentra rebasado por el incremento delictivo que en general, padece el país, y Ciudad de México, en particular. Sería iluso suponer que los vigilantes universitarios podrían neutralizar a narcomenudistas que –como pudo constatarse en los homicidios de la semana pasada cerca del anexo de Ingeniería– no dudan en disparar a matar.

En tales circunstancias, lo más indicado parecería que la propia comunidad universitaria propusiera y sometiera a debate soluciones para salvaguardar los campus de la UNAM de la criminalidad y la violencia. Sería pertinente una discusión amplia, incluyente y respetuosa, en la que participaran las autoridades de la casa de estudios, los profesores, los investigadores, los estudiantes y los trabajadores administrativos. CU y los otros campus conforman la casa de todos ellos y en la hora actual todos se encuentran en riesgo. No se puede ignorar que el problema de la criminalidad y las agresiones que trae aparejadas es de orden nacional y en tanto no se adopte una estrategia oficial que reduzca la violencia delictiva atacando sus razones de fondo y recurriendo más a la inteligencia que a la violencia, no será posible contar con ámbitos enteramente libres de estos trágicos y exasperantes fenómenos.

Aun así, algo tendrá que hacerse para contener los delitos en los planteles de la UNAM y parece acertado suponer que la mejor respuesta nacería del diálogo y el debate. La Jornada ofrece, respetuosa y fraternalmente, dar espacio en sus ediciones cotidianas a las diversas reflexiones que los integrantes de la comunidad universitaria puedan aportar en el examen de los posibles lineamientos de seguridad y erradicación de los delitos en la máxima casa de estudios. Tal vez sea tiempo de echar mano del pensamiento, la ciencia, la tecnología, la cultura, la imaginación, el arte y el deporte, como instrumentos en contra de la agresión y la muerte y en favor de la vida, la convivencia dentro de las leyes y la integridad de todos. A fin de cuentas, los quehaceres referidos han sido, son y seguirán siendo las principales fortalezas universitarias y sus frutos serán siempre bienvenidos en estas páginas, ahora más que nunca.