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¿Cómo elegir rector universitario?
L

os perfiles de los rectores, su quehacer y también las formas de designación no han dejado de ser objeto de curiosidad y estudio. Es ya un clásico el trabajo titulado Las formas de elección de los rectores (Romualdo Zárate, et al. Revista Perfiles Educativos 2011, Núm. 131) que muestra que en 36 universidades estatales públicas y autónomas hay tres formas fundamentales de designación del titular: la elección mediante el voto universal, secreto y directo de toda la comunidad; el nombramiento por la Junta Directiva o de Gobierno, integrada por un pequeño grupo de personalidades, y mediante votación en el Consejo Universitario.

De la primera, se cuestiona que sea el voto de todos, porque tiende a representar más a los estudiantes que a la comunidad, porque ellos son siempre gran mayoría. Una universidad del norte del país que hasta hace poco utilizaba este procedimiento, ejemplifica bien la situación: siete mil trabajadores académicos y administrativos y más de 120 mil estudiantes. Y sólo una universidad ha establecido una ponderación del voto que borre esta enorme disparidad numérica. Quien gana a los estudiantes, gana la elección, por eso las campañas para elegir rector a ellos se dirigen –dicen los autores– y, dado su número, se necesitan cuantiosos recursos financieros (personales, de la institución o, cuestionablemente, externos y, a veces, añadimos, no tan transparentes en su origen y uso). Sólo así puede sostenerse la competencia que se desata entre aspirantes, en publicidad, promociones, comidas y bebidas en múltiples sedes. Esta modalidad la utiliza 14 por ciento de las 36 universidades.

En el caso de la elección de rector mediante la Junta Directiva o de Gobierno, el estudio profundiza más en las diferentes modalidades que asume este mecanismo que en sus problemas. El fundamental –que no se menciona– es el hecho de que deja totalmente en manos de un pequeño grupo de notables la determinación de quién debe ocupar el cargo. Aunque la Junta de Gobierno recibe opiniones y argumentos en torno a los candidatos, finalmente, sin que se sepa bien por qué y cómo, uno resulta rector (pocas veces se escoge a una mujer). Aunque no lo dice el estudio, las juntas han resultado ser extremadamente vulnerables a presiones desde los poderes internos o externos. Y por esto, cada vez más, con el uso de esta modalidad se presentan casos de protestas e incluso conflictos importantes; 36 por ciento de las instituciones lo utiliza.

Finalmente, aunque el Consejo Universitario es la opción más popular (50 por ciento), en el estudio se subrayan sus problemas. Por ejemplo, el tema de representatividad: es frecuente que los consejeros sean electos con muy pocos votos, pero, además, sucede que el sector de funcionarios está sobrerrepresentado numéricamente (tiende a votar en bloque y a favor de las posturas del rector). Refuerza el poder burocrático el hecho de que, a diferencia de estudiantes y maestros que tienen quehaceres académicos, los funcionarios pueden quedarse hasta el final de la sesión, cuando ya muchos consejeros se retiraron.

La Universidad Autónoma de la Ciudad de México no fue incluida en el estudio, pero en este contexto resulta un caso interesante. Porque fue creada recientemente y quiso recuperar y responder a la problemática y ofrecer opciones: así, con la excepción del rector, no hay funcionario alguno en el Consejo; las sesiones sólo se prolongan mientras haya quórum. Por otra parte, el Estatuto General Orgánico (art. 45) de la UACM, diseñado y aprobado por los consejeros estudiantes y académicos en 2010, combinó las otras dos modalidades. Así, si hay más de tres aspirantes el Colegio Electoral realizará una consulta de carácter público y general sobre preferencias por sector, colegio, sede y plantel, y los tres aspirantes más favorecidos serán presentados como terna al Consejo Universitario. En ese momento se da la práctica de que los consejeros universitarios acudan a sus representados y retomen las preferencias y argumentos que manifiestan. Luego, ya en sesión, los integrantes del consejo, mediante votos que deben ser argumentados, llevan a cabo una primera ronda de sufragios y se elimina al aspirante que obtuvo menos preferencias. Si en esa elección nadie alcanzó dos tercios de los votos, se dan rondas sucesivas de votaciones argumentadas, cinco en total. Si aún así no se alcanzan los dos tercios, en la siguiente ronda el ganador será por mayoría simple.

Esta combinación no resuelve todos los problemas, pero incluye como mecanismos protagónicos tanto a una consulta universal a la comunidad, como la deliberación, acuerdos y votos del máximo órgano de gobierno de la universidad, que no debiera ser excluido o minimizado. Y esto en sesión pública, transmitida en tiempo real a toda la comunidad, que hace posible conocer los argumentos que ofrecen los consejeros para votar por una u otra de las candidaturas. Todo esto es hoy oportuno no sólo porque estamos en un año de insatisfacción electoral y toda referencia aunque pequeña puede sernos útil, sino porque además en la UACM ya comenzó el proceso para designar al nuevo rector(a) 2018-2022. Será un microlaboratorio.

* Rector de la UACM