Opinión
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Aprender a Morir

Más de los inspirados

E

n algunos amables lectores la columna anterior (Inspiración compartida, La Jornada, 19 /2/18) tuvo efectos variados y contrastantes, que fueron de la indignación a la exaltación, pasando por la risa y la reflexión, reacciones que agradezco cumplidamente, pues en la medida en que un escrito divide opiniones propicia meditaciones, incluso en torno a temas tan tediosos como el ejercicio de una democracia sin suficiente preparación ni experiencia (otros países latinoamericanos meten a la cárcel a ex funcionarios corruptos; aquí son absueltos por las instituciones y la desmemoria colectiva).

Un correo que ni siquiera alude a la nota en cuestión hace una solicitud insólita: “Favor de enviar un saludo afectuoso y una felicitación al soldado u oficial que tuvo a bien izar al revés la bandera, precisamente en el acto oficial de su celebración… Haya sido un acto deliberado o un reflejo inconsciente, proyectó con oportunidad el sentir colectivo, incluso no consciente, de la sociedad mexicana, hasta la madre de sucesivos gobiernos ineptos, entreguistas y frívolos… Ojalá ese miembro del Ejército no haya sido muerto o encarcelado por esa falta”…

Otro menos amable observa: Ocúpese de cuestiones tanatológicas y olvídese de los asuntos político-electorales, que ni conoce ni le incumben. Bien, es como si las creencias religiosas compartidas de los candidatos no tuvieran que ver con un sentido de vida y muerte que habrá de proyectarse durante su gestión, pues quien sólo entiende de una cosa seguramente ni de eso entiende bien, como demuestran los afanosos políticos.

Carlos Manuel B: “Parece que las creencias comunes no alcanzan para una competencia leal, respetuosa y objetiva; la lucha por alcanzar el poder es mucho mayor que la creencia… el poder es mucho más atractivo… sin embargo, se publicita la creencia como herramienta mercadológica para complacer a una mayoría que se dice creyente, sea católica o protestante… no hay más que el uso de lo religioso para parecer más valioso”.

María Eladia G: Hay mucho de verdad en lo que señala y es grave que quienes queremos seguir a Cristo no sepamos hacerlo, pero también hay fallas en las demás creencias; parte es incongruencia y parte la imperfección humana en su lucha por ser mejor, lo que no siempre se logra. Ante el sometimiento de la ciencia a meros intereses económicos, hoy resulta por lo menos anticuado declararse irreligioso o ateo