Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Migraciones rebosantes de desvergüenza, cinismo y hasta de mínima estética

Fragmento de una entrevista

Y una gravísima afirmación

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El ex legislador y ex candidato presidencial del PAN Diego Fernández de Cevallos, en imagen de archivoFoto Jesús Villaseca
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as glaciaciones son periodos geológicos que, de cuando en cuando, se presentan en nuestro planeta. (En el último millón de años se han dado en cuatro ocasiones.) Se manifiestan con una baja de temperatura, de tal magnitud, que trae como consecuencia que amplias zonas del globo terráqueo se cubran de hielo. La expansión de los casquetes polares es buen ejemplo.

Una de las varias teorías sobre cómo se pobló nuestro continente es que en la última de esas glaciaciones conocida como Würm o Wisconsin (que comenzó hace unos 100 mil años y acabó apenas ­ha­ce unos 15 mil) inconmensurables multitudes (sobre todo para esos tiempos y, además no acarreadas), transitaron desde Siberia, en el extremo oriental de Asia, hasta el oeste de Alaska. Des­de allí (ya divididos, faltaba más), unos se asentaron en los territorios iniciales y otros descendieron desde el estrecho de Bering hasta la llamada Tierra de Fuego.

Esas inmensas migraciones –hay quienes sostienen que fueron cuatro– son, para muchos científicos, el origen del poblamiento de nuestro continente (incluido Saltillo), lo que representa nada menos que: 42.55 millones de kilómetros cuadrados del globo terráqueo. Al espíritu de esos choznos históricos, a su arrojo, audacia, temple para afrontar lo desconocido debemos la existencia, por supuesto, y también el imperio del ser humano sobre la totalidad del planeta.

Recorrer durante miles y miles de años la distancia entre el estrecho de Bering y el Cabo de Hornos, en Tierra de Fuego, e ir sembrando vida humana a lo largo de los 16 mil kilómetros que separan estos puntos, creando durante ese peregrinaje innúmeras culturas y construyendo los cimientos de la civilización que, aunque con grandes e injustas diferencias, nos permite hoy día arrogarnos el ampuloso y ridículo título de reyes de la creación.

En estas extrañas disquisiciones me hallaba cuando el reclamo del celular me volvió a la realidad. Contesté y como balde de agua helada en la celebración del Día de San Juan, me cayó la preguntita que me hicieron a boca de jarro/móvil: ¿Ya terminaste la columneta? ¿De qué se trata?

Carraspeé, sorbí el martini y balbucí: Apenas estoy empezando y voy a referirme a las migraciones.

–¡Qué interesante tema! –continuó la voz–, para los europeos es uno de sus grandes problemas. Cimbra gobiernos, divide partidos, enfrenta a los medios, a los intelectuales, a las iglesias. Y aquí, si Trump sigue con su loca idea de repatriar a los dreamers, no sé qué podamos hacer y no me refiero sólo al gob…

–¡Espera! –lo interrumpí–: las migraciones a las que voy a referirme son otras. De menores dimensiones y trascendencia, pero rebosantes de desvergüenza, cinismo y hasta de mínima estética.

De inmediato agregué: voy a prepararme otro martini y te cuento.

Mi amigo colgó: sabía bien que frente a don James Burrough, padre de la original récipe, que en siglo XIX dio origen a esa agua bendita llamada Beefeater (destilada en el corazón de la City), ni él ni cualquier otro candidato tenía nada que hacer.

En verdad mi tema sigue siendo formular hipótesis sobre el móvil de a devis que, según yo, lanza a cada candidato independiente, a la heroica aventura cívica, en la que no les importa arriesgar todo con tal de tener el honor de ser, cuando menos por un sexenio, siervo de la nación. Para conseguir tales primicias no hay otro camino que adentrarnos en su íntimo decoro. Sin embargo, no está nada mal abordar el asunto de las migraciones políticas que se están dando día a día y que provocan los desvelos de los doctores en ciencia política y sociología, siquiatras, sicólogos, terapeutas, neurocirujanos, videntes, chamanes, encuestadores, los miembros del Sanedrín, del sacro Colegio Cardenalicio, los brujos de Catemaco, los niños de la comunidad Montessori y, obviamente, los imprescindibles forjadores de la opinión pública más crítica y consciente: los comentaristas radiotelevisivos.

Por hoy, demos inicio a lo que en el argot teatral se llama: comedia de equivocaciones (seguramente en homenaje a don William). La obra consta de cinco actos llamados Armando, Jaime Heliodoro, Pedro, Margarita y Marichuy: ¡tercera, tercera llamada. Comenzamos!

Siempre que voy a referirme a alguien que no conozco personalmente, peloteo con todos los que puedan darme una opinión más o menos autorizada acerca del sujeto en la mira. Leo lo que sobre su persona se ha escrito y, ante todo, lo que él mismo haya decidido escribir o declarar sobre cualquier tema, por intrascendente que parezca. Y algo muy importante: siempre dejo la puerta abierta para cualquier corrección o punto de vista en contrario. Mis fuentes son absolutamente privadas, a menos que una orden tajante de Luis María Aguilar Morales, actual presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, me lo reclame, en cuyo caso solicitaré al distinguido jurisconsulto Javier Molina, mi abogado, interponga todos los recursos que la ley me otorga para negarme a tan draconiana medida. Lo mismo hará si se da una alevosa intervención de John Glover Roberts Jr., presidente de la Supreme Court of the United States. Sobre advertencia no hay engaño: ¡Cuidado! Be careful!

La gran mayoría de quienes me hablan de Ríos Piter se centran en actitudes conductuales eminentemente sociales: es muy atento, muy educado, simpático, jovial y jacarandoso. Modosito, no se embronca con nadie, coquetón (y no dudo que toquetón). El sector femenino agrega: no está de mal ver, pero se siente soñado. Quién sabe qué preferiría: ¿ser gobernador de Guerrero o un exitoso metrosexual de Acapulco o Ixtapa? Se dice, además, que es profesionalmente bien preparado y responsable en sus desempeños. Como legislador ha cumplido decorosamente, sin que tampoco lo podamos catalogar como el Solón de Tecpan de Galeana. (Solón –638 aC-558 aC–: poeta, legislador, estadista. Fue considerado uno de los siete sabios de Grecia.) En cuanto a sus referencias, algunos me le agregan que siempre ha sido de un protagonismo galopante, a mí ese comportamiento me resulta natural y explicable. Yo prefiero a los extrovertidos que a los mustios y ensarapados.

El apodo que se dio, Jaguar, es pretencioso pero inteligente, mercadológico. El jaguar es el tercer felino más grande del mundo y también uno de los autos más caros del mercado. El modelo 2018 se cotiza hasta en un millón de euros. Como que no os medisteis, candidato.

Conocer el currículo de una persona es elemental para poder intentar un acercamiento objetivo. Sobre todo si somos conscientes de que éstos, como las solapas de los libros, son los propios autores quienes los escriben. Por eso mi reserva en la emisión de opiniones (igualito que la PGR) hasta compartir esa necesaria información. Por ahora adelantemos un fragmento de una entrevista que hicieron a nuestro huésped de este día y, más adelante, intercambiaremos comentarios al respecto.

Pregunta: ¿Qué objeto llevas siempre contigo?

Respuesta: Es un collar con la garra de un jaguar. Se la quitaron a un jaguar vivo. Es mi amuleto de la buena suerte. [Y de mala del jaguar, al que le hicieron el manicure.]

–Personaje de ficción con el que te identificas.

–Robin Hood y Peter Pan. Y ya de las figuras de ficción me gusta Neo y Luke Skywalker, que siempre fue de mi admiración. Estoy pendiente de la última película. [Los adultos interesados en saber algo de los arquetipos del candidato presidencial, solicítenme información sobre estos personajes, tengo un nieto que no les negará sus vastos conocimientos al respecto.]

–¿Qué escritores de España conoces?

–Miguel de Cervantes Saavedra. Un libro que tienes que leer de niño [digo, si sabes leer, aunque sea en español], de joven o viejo [con anteojos, obviamente].

Lamento interrumpir violentamente esta entrevista, que continuará el próximo lunes, porque no puedo dejar que pasen los días y siga circulando la gravísima afirmación que con la voz tonante (y tronante) que solía emplear por las mañanas para decir simplemente: ¿Mis huevos? Tibios, amor, hizo pública uno de los personeros más icónicos de la derecha antediluviana. Don Diego Fernández de Cevallos, en defensa de su acólito predilecto, el compulsivo Ricardo Anaya, se atrevió a este inconmensurable lapsus mental o acto fallido. Con la cara de palo que tantos beneficios le ha ocasionado declaró: se equivoca el gobierno. Para bajar a Ricardo Anaya de la candidatura presidencial, tendría que matarlo.

¡Bájele, comendador, bájele! Hace apenas unos años a un candidato mucho más posicionado que el corredor de bienes Ricardo Anaya lo bajaron de una inminente candidatura presidencial con algo menos estridente que la pérdida de la vida: unas cuantas hectáreas en Punta Diamante. Qué, ¿se agotó la arenita?

Twitter: @ortiztejeda