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Penultimátum

Herencia de un dictador

R

ecientemente, el Tribunal Administrativo de París rechazó la solicitud hecha especialmente por franceses hijos de españoles de que se retirase la Legión de Honor, máxima condecoración de Francia, al dictador Francisco Franco. Ésta la creó Napoléon Bonaparte en 1802. A Franco se la concedieron en 1928 como oficial, y dos años después como comendador, a petición del general Pétain, héroe francés de la Primera Guerra Mundial y luego cómplice y aliado de la ocupación nazi de su país en la Segunda Guerra Mundial. Condenado a la pena de muerte por traidor, se la conmutaron por la de cadena perpetua.

Según los dirigentes de la Legión, sus estatutos señalan que no se puede anular tal reconocimiento a quien ha fallecido. Uno de los que pidieron se le retirara a Franco es Jean Ocaña, cuyo padre fue condenado a muerte al triunfo del dictador en 1939. Logró huir a Francia, donde lo enviaron al campo de concentración de Mauthausen. Sobrevivió y pudo finalmente reunirse con su familia en París.

Pero no todo está perdido. Los juristas que llevan el caso alegan que en los estatutos de la Legión no se especifica claramente la prohibición de retirar esa condecoración a quien ya murió. Por ello acudirán a una instancia superior a fin de lograr lo que, consideran, es un acto de justicia. Lo hacen en buen momento pues el presidente Emmanuel Macron solicitó se la quiten al hasta hace poco rey de Hollywood, Harvey Weinstein, multiacusado por abuso sexual.

Franco no es el único dictador honrado con la Legión de Honor. También se la dieron en su momento al de Italia, Benito Mussolini; al de Libia, Muamar el Gadafi, y al de Rumania, Nicolás Ceaucescu.

Se suponía que, al regresar la democracia a España al morir en noviembre de 1975 el caudillo por la gracia de Dios, desaparecerían para siempre los símbolos más relevantes del franquismo y del nacionalcatolicismo que impusieron su ley por casi 40 años. No es así. Sigue en pie el más ostentoso y ofensivo de todos: el Valle de los Caídos.

Es el monumento que el dictador ideó para que allí reposaran sus restos e inmortalizar de paso su victoria sobre la República y el comunismo. Lo preside una enorme cruz de 130 metros de altura. Construido entre 1941 y 1958, en buena parte con mano de obra de cientos de presos políticos del régimen franquista. Es, además, la mayor fosa común de España: casi 34 mil enterrados, de los cuales poco más de 12 mil están sin identificar. Y en el colmo de la maldad: junto a su verdugo, yacen los cuerpos de republicanos llevados allí sin consentimiento de sus familiares.

En 2011 se votó en el Congreso español una iniciativa para retirar los restos del dictador del citado monumento. Ahí siguen, como también su herencia a través de la jerarquía católica y el gobernante Partido Popular.