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Federico Navarrete es autor de Alfabeto del racismo mexicano, publicado por Malpaso

Dejemos el mito y confrontemos la realidad
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La sátira es un buen instrumento para la crítica de las costumbres, las hipocresías, la solemnidad y pomposidad de la sociedad, opina Federico Navarrete (CDMX, 1964) en entrevista con La Jornada. El autor de Alfabeto del racismo mexicano ha incluido vocablos como naco, güero, muchacha, televisión y TrumpFoto Marco Peláez
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de marzo de 2018, p. 6

En México todos somos racistas, sostiene Federico Navarrete, quien utiliza 48 vocablos para diseccionar este fenómeno social en su libro Alfabeto del racismo mexicano, publicado por el sello Malpaso.

La sátira es un buen instrumento para la crítica de las costumbres, las hipocresías, la solemnidad y pomposidad de la sociedad, explica en entrevista con La Jornada, quien ha incluido términos como naco, güero, muchacha, televisión y Trump.

“Somos racistas de muchas maneras. A veces sin darnos cuenta y a lo largo de los siglos; en los años recientes con más fuerza en una sociedad totalmente discriminatoria y desigual.

Las personas de piel más oscura, indígenas, o quienes no tienen una cultura occidental moderna están sometidas a desventajas terribles en educación, salud; en ámbitos laborales, se les excluye en muchos espacios y no aparecen en la televisión, opina el autor nacido en la Ciudad de México en 1964.

En tono irreverente, como en el cintillo del libro, Navarrete repite: El racismo es como sacarse los mocos con el dedo. Todos lo hacemos y nadie lo admite.

El autor se incluye en el listado y narra su historia familiar

Uno de los objetivos de Alfabeto del racismo mexicano, adelanta Federico Navarrete, es romper con la hipócrita cortesía que suele rodear una práctica que nos debe resultar intolerable y repugnante.

Esta colección de términos comenzó como breves entradas que se hicieron virales en las redes sociales, sin faltar la polémica, pero también generaron una conversación muy distinta a la de los libros, más rasposa y enriquecedora, donde el alfabeto fue creciendo y finalmente llegó la propuesta de imprimirlo.

“Es como el hijo adolescente de México racista”, trabajo que antecede el más reciente título. Publicado por Grijalbo en 2016 es un ensayo académico. El primero es un libro serio para adultos, en contraste, el alfabeto es más irreverente, satírico y para un público quizá más joven acostumbrado a otro tipo de lectura, como la que hay en Internet y de textos cortos.

Se puede leer de la A, con la definición en un estilo muy personal de ambulante, hasta la Z, con zapatismo. También se puede recorrer en pedazos, brincando entre páginas o de atrás hacia adelante.

El autor se incluye entre el listado de nociones y narra su historia familiar, donde su madre fue víctima de discriminación, quien con el epíteto de la More era colocada en una escala inferior de belleza, junto a sus hermanas más blanquitas, quien además sufrió ataques a su dignidad. El dicho sobre una mujer es morena, pero bonita ha sido cercano a su vivencia.

Historiador de formación y especialista en culturas prehispánicas, el interés de Federico Navarrete se conjuntó a su historia personal para construir esta provocadora sucesión de descripciones del género ensayístico, labor que comenzó hace 20 años.

Trato de demostrar que el racismo en México es muy nuevo, por la televisión, la publicidad y la cultura de masas. Pero también es muy antiguo, desde la Conquista, las castas coloniales, de la ideología del mestizaje de los siglos XIX y XX. Contrasto precisamente en el siglo XXI esas herencias del periodo colonial y del liberalismo.

Uno de los elementos claves es el color de la piel, pero no el único, afirma. El racismo es una forma específica de discriminación que clasifica a las personas por su aspecto físico, como el color de piel, forma del cabello, estatura, aunque en realidad no existen las razas. Ser más moreno no se reduce a una cuestión biológica, sino a lo social, abarca un ámbito cultural.

Por ejemplo, por la forma en que se habla español, donde se supone que lo correcto es el habla de la clase media educada de la capital del país, y todas las demás variantes regionales, populares o campesinas son consideradas menos aceptables.

Cuando decimos que alguien es moreno, no estamos solamente evaluando el matiz exacto del color de la piel, también hablamos de su clase social, su forma de hablar, de vestir; es algo más amplio. Entonces aislar el color de la piel, como han hecho ciertos estudios sociológicos estadunidenses, en el caso de México y en general en Latinoamérica me parece erróneo. Creo que hay factores que se combinan con el color de la piel que hay que tomar en cuenta, explica.

Hay suficientes evidencias en nuestra sociedad y en la vida contemporánea; también la violencia tiene una dimensión racista: demuestra que sí lo somos y que jamás lo hemos querido admitir. Ya es hora de dejarnos de creer ese mito de que no somos racistas y de confrontarlo seriamente y tratar de reducirlo.