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Disquero
El pulso de una persona en estado de reposo
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Steve ReichFoto Jeffrey Herman
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Steve Reich y Johnny Greenwood, del grupo Radiohead
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Periódico La Jornada
Sábado 10 de marzo de 2018, p. a16

En los estantes de novedades discográficas esplende una actualización puntual de lo que se está escribiendo en el momento: Steve Reich. Pulse / Quartet (nonesuch recordings).

Los principales periódicos del orbe celebran al mismo tiempo que el Disquero la aparición del trabajo más reciente de uno de los compositores vivos más importantes desde hace cinco décadas: Steve Reich (Nueva York, 1936) y el consenso es abrumador: estamos frente a la nítida síntesis del estilo, identidad, potencia y fascinación que animan el trabajo de este autor.

De manera asombrosa, este disco compacto llegó a las tiendas mexicanas al mismo tiempo que los más respetados analistas del quehacer musical entregan sus cuartillas a los respectivos periódicos donde escriben.

Al mismo tiempo que actualización, refrendo y cima, este trabajo saluda el adiós definitivo a la palabra minimalismo con la que se ha intentado minimizar a un autor grandioso, cuyas estructuras musicales responden a lo más refinado en técnica musical, experimentación, hallazgo y, sobre todo, asombro.

En una reciente entrevista publicada en La Jornada, Steve Reich esclareció al autor del Disquero varios puntos importantes:

–Su obra aparenta un manejo concentrado de las matemáticas, ¿hay tal?

–Para nada –ríe abiertamente Reich–. ¡Si supieran lo malo que fui en la escuela para las matemáticas! Se sorprenderían. Eso sí, soy un compositor muy sistemático; desde hace medio siglo practico lo que denomino procesos orientados: elijo un patrón repetitivo en piano y gradualmente imprimo cambios. El patrón repetitivo correcto surge del acto de escuchar.

–Además del compositor medieval Perotin, la música de los pigmeos, Stravinsky, Radiohead, ¿qué otras influencias reconoce?

–Bartok. En especial sus cuartetos de cuerdas. Luciano Berio, con quien estudiaba de día y de noche. Y mi gran influencia: John Coltrane, porque en 1961, antes de que existiera la así llamada música minimalista, él grabó el disco Africa / Brass, donde una pieza entera de 17 minutos está construida con una sola armonía. Nunca se había hecho algo así de revolucionario, además de su impresionante capacidad de orquestación, que hizo con Eric Dolphy y la complicidad del baterista Elvin Jones. De manera que la complejidad rítmica, la invención melódica y la riqueza orquestal a partir de tan sólo una armonía, conforman algo realmente revolucionario, con lo que me involucro.

–John Adams, Philip Glass y Terry Riley me han dicho recientemente que el minimalismo no existe, ¿qué piensa usted al respecto?

–Estoy de acuerdo con ellos. Así como en el Barroco, Bach y los otros reflejaron la arquitectura barroca en sus sonidos, así nosotros partimos del minimalismo que inventó Sol LeWitt en arquitectura. Ah, el término para música lo inventó mi amigo Michael Nyman.

–Si no es minimalismo, ¿cómo describiría usted su música?

–Suelo recurrir a asuntos que me conciernen, pero también hago música sin ninguna temática. Los compositores no estamos obligados a nada, salvo a escribir buena música. Yo suelo utilizar una palabra para describir mi música: música. (Ríe).

Las palabras de Steve Reich vienen al caso porque su nuevo disco, sus dos novísimas partituras, sintetizan su estilo y al mismo tiempo tienden puentes.

Queda claro, por ejemplo, que pulso y armonía son los polos que animan el opus completo del artista.

Pulso se titula su nueva obra y pulso es lo que suena y es lo que ha sonado, como en sus obras más preciadas, como la magistral, monumental, asombrosa Música para 18 Músicos, que invito a disfrutar y fascinarse:

http://goo.gl/UohrBk

Si decidieron ver el anterior video, con la obra entera, además de haber vivido esa experiencia semejante a una meditación, y disfrutado los rostros de los músicos: en éxtasis, en una ceremonia íntima del alma, mi amada alma, habrán observado al inicio la palabra vibrátil Pulses, y es que dos de las secciones más importantes de esa obra, Music for Eighteen Musicians, así se llaman: Pulses, donde suenan en secuencias veloces 11 acordes a lo largo de casi una hora de éxtasis.

Pulse se titula la nueva obra de Steve Reich (Pulse, por cierto, se titula un disco en vivo de Pink Floyd) y en él sintió la necesidad Steve Reich de, explica él mismo: asentar armonías estáticas y hacer girar en torno a ellas melodías en cuerdas y en alientos maderas a manera de canon sobre un pulso constante en el bajo eléctrico y en el piano; quise así una obra para establecer la calma, una obra muy contemplativa.

El especialista Timo Andres define con precisión: esta música es the pulse of a persona at rest.

Pasumecha, como decimos en Veracruz, mi alma.

Los estudiosos de la física cuántica podrían explicar a su vez lo que mis oídos, mi alma, captaron: un sistema de vasos comunicantes donde en un momento determinado de esta obra, Pulse, nos lleva como por acto de magia a una partitura de Silvestre Revueltas: Redes.

Mismo acto de magia sucede en cuanto suena la segunda obra del disco que hoy nos ocupa: Quartet y en este caso el vínculo se estrecha en la Tierra de temporal, de José Pablo Moncayo.

Y es que la música de Steve Reich es un sistema, un espíritu, el alma del alma, mi alma.

Les convido ahora el vínculo hacia el disfrute de la más reciente interpretación en vivo de Pulse, de Steve Reich, en una grabación realizada hace apenas seis días:

http://goo.gl/a82pfa

La magia de Quartet, la otra obra de Steve Reich que trae el disco que hoy nos ocupa, radica en su condición de espejo y en su dinámica de síncopas, girasoles y clepsidras: dos pianos y dos vibráfonos en una lograda simplicidad aparente que explica así su autor: es una de mis composiciones de mayor complejidad.

http://goo.gl/SddvZB

Síntesis: las dos nuevas partituras de Steve Reich nos llevan a Pendulum Music, de 1968, donde un ritmo regular gradualmente se desvanece hasta el punto de lo imperceptible. Flota mi alma. Y las armonías estáticas se vuelven extáticas.

El compositor y practicante budista Philip Glass aprendió de Steve Reich a lograr decir mucho con poco: escribir música fácil de entender pero compleja en su arquitectura interior, para que el escucha pueda contemplar los sonidos al mismo tiempo que éstos se mueven a gran velocidad, una manera de centrarse en la música más que en lo que narra la música, para que sea el escucha quien decida.

Ese procedimiento lo inventó Steve Reich y se llama phasing y consiste en secuencias de desfasamientos, o desvanecimientos donde las repeticiones no son tales sino apariencias mientras el cambio ocurre. Y el resultado es la quietud del alma.

Éxtasis, ceremonia íntima, trance, hipnosis. Meditación.

Escuchar la música de Steve Reich es una forma de meditación.

Meditemos, mi alma.

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