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El químico creador del Novichok publicó la fórmula en 1992

Moscú y Londres, a punto de la ruptura de relaciones diplomáticas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 15 de marzo de 2018, p. 29

Moscú.

El conflicto entre Rusia y Gran Bretaña –debido a la supuesta responsabilidad rusa, negada por el canciller Serguei Lavrov y otros voceros del Kremlin, en el envenenamiento del ex coronel del GRU (inteligencia militar) Serguei Skripal y su hija, Yulia, en Salisbury, Inglaterra–, por el énfasis de las acusaciones británicas y el tono de las respuestas rusas, estuvo cerca de provocar la ruptura de relaciones diplomáticas, el peor escenario que Moscú y Londres en el fondo temían por cuanto no se corresponde con los intereses de ninguno.

Y no se llegó a ese extremo porque una acusación tan grave, como la lanzada contra el gobierno de Rusia, no puede basarse en suposiciones y apariencias que carecen de valor en tanto no se confirmen con evidencias concluyentes.

La primera ministra Theresa May –quien armó todo un escándalo en su reciente comparecencia en el Parlamento al dar por hecho que Rusia organizó un intento de asesinato en suelo británico con frases como “lo más probable es que…”–, se limitó este miércoles, al término de su ultimátum a Moscú, a expulsar a 23 diplomáticos rusos de la embajada en Londres, relacionados, según su gobierno, con los servicios de espionaje rusos.

Tampoco habrá boicot de la selección inglesa al Mundial de Futbol que tendrá lugar este verano en Rusia, si bien no asistirá ninguna delegación oficial del gobierno británico ni de la casa real, se retiró la invitación para que Lavrov visite Londres y habrá otras medidas de represalia menores.

La respuesta de Rusia, que por su arsenal nuclear no acepta ultimátums de nadie, es tan previsible como obvia: será ojo por ojo (…) con la expulsión de igual número de diplomáticos británicos, mientras el cuarto mandato presidencial de Vladimir Putin comenzó ya, unos días antes de su ratificación formal en las urnas el domingo siguiente, en los niveles más bajos de su relación con Gran Bretaña y, por extensión, con Estados Unidos y sus aliados europeos.

Sabido es que el peor pecado que puede cometer un espía es traicionar y revelar por dinero la identidad de sus colegas, como hizo Skripal, aquí se le juzgó por ello y, tras seis años en la cárcel de los 13 de su condena, quedó en libertad gracias a un canje con 10 agentes del servicio de inteligencia exterior de Rusia detenidos en Estados Unidos, resultado de otra traición, en esa ocasión del coronel Aleksandr Poteyev que se vendió a los estadunidenses, entregó a cerca de 80 agentes en América del Norte y del Sur y se dice que murió de muerte natural, por un infarto, alcoholizado, o ambas cosas.

Pero que se sepa nunca –en la práctica reciente de los servicios secretos rusos– se ha ordenado matar a un traidor por simple venganza, más aún que antes de su exilio en Gran Bretaña Skripal pudo haber sido asesinado al estar años encarcelado en Rusia, a menos que represente un peligro real para la seguridad rusa. Se comenta que fue el caso de Aleksandr Litvinenko, envenenado en Londres con polonio-210; no parece el de Skripal, relegado a segundo plano desde hace años.

Oleg Gordievsky, Oleg Kaluguin o Vladimir Rezun, por mencionar sólo tres casos sonados de espías rusos que se cambiaron de bando, causaron mucho más daño a Rusia y, sin embargo, acorde con un código de reglas no escritas, disfrutan de su exilio dorado en Gran Bretaña y Estados Unidos.

El químico Vil Mirzoyanov, uno de los creadores del Novichok, la sustancia venenosa que el gobierno británico asegura se utilizó contra Skripal y su hija, publicó en 1992, en su libro Secretos de Estado: crónica desde dentro del programa de armas químicas de Rusia (editado en inglés), la fórmula con que se elabora ese potente agente neuroparalizante.

Ahora, desde su exilio en Estados Unidos, Mirzoyanov cree posible que Rusia lo siga fabricando. Con la misma lógica, los funcionarios rusos argumentan que otros países con recursos y tecnologías adecuadas pueden hacer lo mismo.

Además, lo que no se entiende aquí es qué gana Rusia tratando de asesinar a Skripal y su hija Yulia unos días antes de la más que segura relección de Putin, aparte de verse como el malo de una película que, como diría la señora May, “lo más probable es que…” no participó en su filmación.

La especulación y el rumor seguirán prevaleciendo en el caso del espía y su hija envenenados mientras no se sepa el motivo del atentado ni se pueda demostrar quién quiso poner en evidencia al Kremlin, atribuyéndole este crimen.