17 de marzo de 2018     Número 126

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Zapata presentó en 1911 el primer Plan de Ayala, que llamaba
a las armas para restituir a campesinos la propiedad de la tierra.
FOTO: Archivo

Plan de Ayala Siglo XXI

recargado

La tercera es la vencida. Los campesinos quieren enderezar el rumbo del campo mexicano y muchos piensan que las elecciones de este año pueden ser la última oportunidad. De modo que una parte importante de los organizados ha formulado un programa respaldado hasta ahora por 33 agrupaciones, el Plan de Ayala siglo XXI (PASXXI), que presentarán al candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador , por quien están dispuestos a hacer campaña si este lo firma y se compromete a aplicarlo en caso de llegar a la Presidencia de la República. No perderán el tiempo con Meade y Anaya, pues los gobiernos del PRI y del PAN son los que hundieron al agro y es obvio que de ser electos sus candidatos lo hundirían más.

No es primera vez. Ya en el 2006 una convergencia rural le presentó a AMLO, también entonces candidato, un proyecto para el campo. Y el 2012 en cinco encuentros campesinos nacionales (Zacatecas, Chiapas, Michoacán, Morelos y Yucatán) y uno internacional en California, se formuló el primer PASXXI, respaldado por un centenar de organizaciones, documento que AMLO firmó en un mitin realizado en Torreón, Coahuila.

Hace doce años el PAN se robó la elección y hace seis el PRI la compró, y a los animadores del Movimiento Campesino Plan de Ayala Siglo XXI no se les oculta que en los dos casos el acarreo, coacción y compra del llamado “voto verde” jugaron un papel importante en el resultado de los comicios. Por eso han formulado una estrategia de insurgencia campesina electoral, consistente en formar 25 mil comités promotores del voto libre y consciente, con los que piensan multiplicar hasta por cinco el millón de sufragios rurales que en promedio obtiene AMLO. Parece mucho, pero no es imposible si convencen a las mujeres y los hombres del campo de que quien vende su voto vende también su futuro y el de sus hijos.

Un garbanzo de a libra. En un país acostumbrado a las promesas huecas y los reclamos justos pero escasamente propositivos, el PASXXI es excepcional. Elaborado colectivamente por decenas de organizaciones que saben lo que hace falta pues algunas llevan más de medio siglo en el surco, en sus sucesivas versiones la plataforma programática se ha ido poniendo al día. La más reciente contiene una Proclama política en la que no se hacen demandas sino que se establecen 13 derechos irrenunciables, seguida de un documento más extenso en el que se enumeran alrededor de medio centenar de Compromisos puntuales que deberá honrar el nuevo gobierno.

Centrado en la prioridad que debe dársele al campo y a los campesinos, en la preservación del medio ambiente, en el respeto tanto a la propiedad social como a los territorios y demás bienes comunes de los pueblos, y teniendo como eje la necesidad de recuperar la autosuficiencia y soberanía alimentarias, el PASXXI coincide en todo lo sustancial con los proyectos que en diferentes momentos han formulado AMLO y Morena, lo que le da sustento programático a la presente convergencia.

No hay que bajar la guardia. Sin embargo, la coincidencia básica de la plataforma campesina con el programa de gobierno de AMLO no puede darse por sentada, pues construir una candidatura viable es también asunto de alianzas y equilibrios, en los que inevitablemente se ajustan los proyectos. Y algunas señales recientes preocupan a los campesinos.

Así, en un encuentro de las organizaciones guerrerenses adscritas al Movimiento Campesino Plan de Ayala Siglo XXI, realizado en Chilpancingo hace un par de meses, se comentaba que si bien el perfil de las personas propuestas por AMLO para secretarías con incumbencias rurales como desarrollo social: María Luisa Albores, y medio ambiente: Josefa González Blanco, eran los esperados, las referencias del propuesto para la secretaría de agricultura, Víctor Manuel Villalobos, eran discordantes con el proyecto, pues se le vincula con los transgénicos y con un modelo estrechamente empresarial de desarrollo agrícola.


En el año 2012 un centenar de organizaciones campesinas le presentó la primera versión del
Play de Ayala siglo XXI a AMLO. FOTO: Regeneración

Los de Guerrero y otros representantes campesinos con los que también he hablado, le siguen apostando a AMLO pese a designaciones como ésta, pues saben que no todo depende de las personas que ocupen los cargos y que de cualquier modo sin organización y movilización social, un nuevo gabinete cualquiera que sea su composición no garantiza por sí mismo que se vayan a operar las grandes mudanzas que necesitamos.

Importa, y mucho, el cambio de gobierno, pero en última instancia la diferencia la hará la cohesión y el activismo del movimiento campesino. Beligerancia que, por cierto, debe manifestarse desde ahora y no esperar a que -si todo sale bien- se instale la nueva administración federal. Por eso los rústicos quieren que AMLO confirme sus compromisos de 2006 y 2012, ratificando su adhesión al PASXXI. Por eso están muy atentos a lo que dicen los secretarios propuestos.

Y ahí saltan algunas inconsistencias. Sin prejuzgar y reconociendo que en declaraciones recientes el posible secretario de agricultura ha matizado su anterior adhesión a los transgénicos: “Los transgénicos son una tecnología que va de salida, hoy hay tecnología de otra índole que está superando plenamente los transgénicos” (entrevista con Cecilia Navarro, en esta edición de La jornada del campo); “Lo que tenemos que hacer es usar semilla híbrida […] ya después veríamos los transgénicos” (entrevista con Adalberto Carvajal, 1/3/18), el hecho es que las ideas de Villalobos que hemos conocido a través de las entrevistas (ver también “El campo mexicano está abandonado” en El Universal, 26/2/18) contrastan con algunas consideraciones incluidas en el PASXXI.

Lo más discordante es que en el documento colectivo los campesinos no solo son los de la voz sino también el centro y sujeto principal del cambio que proponen mientras que secretario ni siquiera se los menciona y en su lugar habla de “agricultura familiar”, separada en dos categorías: de “subsistencia”, poco más de un millón, y “en transición a agricultura empresarial”, poco más de tres millones.

En un país donde los campesinos: el sector social de la producción agropecuaria y forestal, han sido -y siguen siendo- históricamente centrales como modalidad de tenencia de la tierra de origen ancestral ratificada por la reforma agraria, como sistema de producción ajustado a los agroecosistemas locales, como arraigada forma de vida comunitaria y como omnipresente cultura; en un país de campesinos -que ciertamente necesitan y quieren cambiar pero sin dejar de ser campesinos- en lugar de asignarles un lugar protagónico en la pretendida salvación del campo, se les desdibuja descomponiéndolos en un sector sin potencial productivo que en tanto que población vulnerable será atendido mediante políticas sociales, y otro de agricultores con potencial productivo, para los que están las políticas de desarrollo que deberán transformarlos en empresarios.

La propuesta se me hace conocida. Y es que se parece mucho a la que hace treinta años planteó Carlos Salinas. Un proyecto modernizador que dividió en dos a los campesinos: los carentes de potencial, destinatarios de programas asistenciales (carne de Pronasol, se decía) y los que tenían potencial, también entonces llamados transicionales, objeto de programas de fomento que debían transformarlos en empresarios. Tres décadas más tarde sabemos que con o sin programas sociales los pobres se hicieron más pobres, mientras que los transicionales transitaron, sí, pero no al paraíso empresarial sino a engrosar el contingente de los pobres. Ya lo vimos, así no se salva al campo.


El 22 de enero pasado, reunión de dirigentes campesinos para impulsar
la insurgencia electoral campesina.
FOTO: Regeneración

Espero no tener que repetir ahora lo que escribí entonces: “Pronasol se sustentó en una visión dualista según la cual, junto al México rentable, hay un México marginal que no reacciona a los estímulos productivos [y] debe ser ubicado en una reservación asistencialista, para que la parte del país que si es viable pueda ser reconvertida” (“Más sobre Pronasol”, en Desigualdad y Democracia, El Nacional, 1992, p 32).

Y no es consuelo el que al frente de Sedesol vaya a estar María Luisa Albores, y que para compensar la visión proempresarial de Sagarpa, la secretaría de los pobres sea dotada de más atribuciones y recursos. Lo escribí entonces y lo repito ahora: “Como la esposa del industrial que organizaba caritativos desayunos en beneficio de los pobres fabricados por su marido, el actual gobierno mexicano ha creado un programa asistencial para socorrer a la población que empobrece cada día más su política económica […] Pedro Aspe los hace y Carlos Rojas los redime. Solo que el de Hacienda es más rápido y eficiente que el de Pronasol” (“Modernidad y miseria”, en Memorias del II Foro sobre la Reforma Rural, UAM-X, 1991, p 161).

La “autosuficiencia y soberanía alimentaria” que ha planteado AMLO -y no la más limitada “seguridad alimentaria”, que plantea Villareal- demandan un renovado pacto entre el Estado mexicano y los campesinos, base de un proyecto integral para el agro en el que se articulen armónicamente las dimensiones productivas, sociales y ambientales del desarrollo rural. Sustento productivo de lo socio-ambiental que en sus declaraciones no enfatizan lo suficiente las propuestas como secretarias de medio ambiente y desarrollo social, pero que a algunos nos parece fundamental. La idea está planteada claramente en el punto 12 del PASXXI que se refiere a la necesidad de una política pública integral para el campo. Dice ahí:

“Naturaleza, economía y sociedad son aspectos inseparables del mundo rural. El campo es uno; no una rama de la producción, un sector de la sociedad y un conjunto de ecosistemas que puedan ser manejados por tres Secretarías de Estado divorciadas y marchando cada una por su lado.

Fue Carlos Salinas quien inventó que había un campo productivo para el que habría políticas de desarrollo agropecuario responsabilidad de Sagarpa, un campo improductivo para el que habría políticas asistenciales responsabilidad de Sedesol y un campo ambientalmente valioso para el que habría políticas conservacionistas responsabilidad de Semarnat.

Los campesinos no estuvimos ni estamos de acuerdo con esa discriminatoria e irracional separación. El campo necesita una política unitaria donde fomentar la producción, procurar el bienestar y preservar la salud ambiental marchen juntos y sean ejes complementarios de un desarrollo rural armónico e integrado. Integralidad del desarrollo que es inseparable de la planeación desde abajo, desde las regiones dotadas de ordenamientos territoriales participativos que al no separar economía, sociedad y medio ambiente obliguen a la concertación interinstitucional, asignatura históricamente pendiente cuya ausencia ocasiona tensiones, irracionalidad y dispendio.

No más planeación fragmentada y desde arriba; no más programas que “bajan”; no más productivismo privatizador, excluyente y ambientalmente predador; no más asistencialismo sin sustento económico; no más preservación de los recursos naturales sin aprovechamiento.

Combinar una política para ricos con una política para pobres es un impresentable salinismo reloaded que no salvará al campo, sino todo lo contrario. Por suerte las propuestas son provisionales de modo que estamos a tiempo de ajustarlas… Mi sugerencia es que los planeadores lean con cuidado el PASXXI. Les hará bien.

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