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¿La Fiesta en Paz?

Los grandes toreros de antaño lo fueron en función de la bravura, no de las posturas: maestro Raúl Vieyra

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La gran expresión de los toreros de antes iba en función de la bravura del toro, no de su bondadFoto Dibujo Raúl Vieyra
“U

nos piensan en hacer dinero, otros pensamos en el placer de realizar lo que más nos gusta”, señala sonriente el maestro Raúl Vieyra Flores, nacido el 6 de junio de 1935 en la colonia Roma de Ciudad de México. Pintor desde los siete años de edad y publicado como niño prodigio en el periódico La Prensa. Alumno de Goitia, Diego Rivera, Ruano Llopis y Armando García Núñez, ha obtenido premios como el Oso Berlinés, el de la Bienal de París y en tres ocasiones el Tlacuilo de Oro por Bellas Artes, en México, entre muchos más. Llegó a pintar por encargo de John F. Kennedy, Nikita Kruschev y Haile Selassie, hizo retratos de actrices como Elizabeth Taylor y Shirley Temple y está considerado por el INBA como uno de los mejores calendaristas de nuestro país.

La paleta del maestro Vieyra no tiene tema aborrecido y en su casa-estudio conviven muebles y lámparas con cuadros de paisajes, ancianos, aviones, copias de clásicos, santos, increíbles desnudos femeninos, charros, retratos y, faltaba más, toros y toreros, y entre éstos un espléndido natural del diestro de Linares, Nuevo León, Humberto Moro.

“Luego de ver a personalidades como Garza, El Soldado, Silverio y tantos más, pude comprobar que su arte, su expresión torera, iba en función de la bravura del toro, no de su bondad, y menos de las posturas sin bravura. La fiesta de los toros es inmensamente maravillosa, pero de unos años para acá ha faltado capacitación en los públicos y sobrado comercialización en los gremios. Me gustan tanto los toros que hasta me los como e incluso en dos ocasiones me vestí de luces en Monterrey.”

“Empecé como achichincle del maestro Ruano en su estudio de Filomeno Mata número 9, limpiando paletas. Sus alumnos más aventajados eran Antonio Navarrete, Ramón Espino Barros y Pancho Flores. A mi amigo el pintor Reynaldo Torres, lo conocí cuando estuvo casado con una estadunidense de San Francisco. Entre mis amistades del medio taurino estaban los matadores Manuel Capetillo, Joselito Huerta, Manolo Ureña y otros que no destacaron o pudiendo haberlo hecho se desanimaron, pues la organización del toro es de paciencia, no sólo de ciencia.

“Diego Rivera se sorprendió con mi precocidad y me encargó su bodega en la calle de Guatemala 124, un ex convento, y sentenció: ‘Vas a ser pintaputas, comunista, sinvergüenza y hereje’. Frida me ofrecía un jarro de pulque cuando le llevaba pinceles, colores o aguarrás. A sugerencia del maestro Diego me fui a estudiar a Europa y en la pinacoteca de Múnich me becaron.

“Mi madre creía que como pintor me iba a morir de hambre, pero la vena artística me venía por mi padre, violinista de buen nivel. Me asocié con Miguel Galas, pusimos una litografía y yo pintaba los calendarios. Luego, en Novedades hice las revistas Chanoc, El libro rojo y El libro vaquero, cuyo redactor era el cómico Régulo, pareja de Madaleno, libro que llegó a tirar cinco millones y medio de ejemplares por semana. De esos libros hice más de 2 mil portadas, pero todo se registró a nombre de la empresa. Mis ambiciones han sido pintar y vivir tranquilo, y lo he logrado.

En la iglesia San José de las Palmas, en Lomas de Chapultepec, pinté 16 cuadros de cuatro por cuatro metros, y el número 17, que representaba la muerte de San Agustín, se lo llevaron a Roma los de la orden. Debo decirle que a últimas fechas algunos toreros jóvenes me han inspirado para hacer pintura taurina de nuevo, pero la fiesta sólo va a repuntar si repunta la bravura, concluye jovial y optimista, a sus 82 años, el maestro Raúl Vieyra.