Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Inestable y vengativo: combinación aterradora
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or enésima ocasión el presidente Donald Trump cambió de parecer en sus decisiones. En una semana revocó dos de ellas, una en materia de política doméstica y la otra exterior. A raíz de la masacre de 17 jóvenes y profesores en una preparatoria de Florida, y con la presión de importantes segmentos de la población, en especial de los estudiantes, prometió apoyar medidas para restringir la venta indiscriminada de armas mediante una regulación más estricta. Días después cambió de parecer e ignoró su promesa. Peor aún, aseguró que para proteger a los alumnos de otros atentados era necesario que los maestros estuvieran armados en el salón de clases. Fue evidente que el lobby de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) tuvo que ver en su cambio de parecer. También es cierto que Trump siempre ha coincidido con la NRA en que la venta y posesión de armas no se debe restringir, por lo que sus declaraciones sobre la necesidad de una legislación para limitarla fueron una vez más otro de sus espectáculos telegénicos.

Algo similar sucedió con su amenaza de imponer aranceles de 25 y 10 por ciento a la importación de acero y aluminio. A los pocos días cambió de parecer, tal vez influenciado por las airadas protestas de dos de sus socios más importantes y cercanos: Canadá y México. Temporalmente los exentó y prometió estudiar la posibilidad de incluir a otras naciones, Australia una de ellas. Lo más probable es que las protestas de la industria que usa el acero y el aluminio como insumos surtan efecto y acaben por revertir total o parcialmente su decisión. Por lo pronto, su asesor en materia económica renunció por estar en desacuerdo con esa arbitraria y contraproductiva medida en la que había una total carencia de estrategia. Diversos estudios demuestran que los empleos que pudieran perderse por efecto del incremento arancelario serán los más numerosos en la industria en general que los preservados para la producción del acero y aluminio. Más importante aún es que tendrá un considerable impacto inflacionario en toda la economía.

Lo que está fuera de discusión es el cada vez más inestable temperamento del presidente. Es inusitado el número de colaboradores que ha despedido o han renunciado en tan solo un año desde que llegó a la Casa Blanca. Nada más la semana pasada corrió a su secretario de Estado de mala manera. Era un cambio esperado desde hace tiempo, pero es cuestionable hacerlo por medio de uno de sus inefables tuits. También despidió a Andrew McCabe, segundo en la jerarquía del FBI; igualmente era un cambio previsto, ya que investigaba el posible involucramiento de Trump con los rusos para influir en las elecciones. El presidente lo acusó de proceder indebidamente y amenazó con despedirlo. Cumplió su amenaza mediante la intervención del procurador general, quien lo acusó de informar a la prensa sobre las investigaciones Las malas formas no fueron muy diferentes: el cese llegó un día antes de la jubilación de McCabe, quien probablemente pierda una buena parte de la pensión que merecía por los años laborados.

Se repite lo que en más de una publicación se ha escrito sobre Trump. Sus características más genuinas son las de un adolescente soberbio y vengativo cuya volubilidad lo hacen imprevisible.