Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a Morir

El trío Los Creyentes

C

ontrariando la opinión del lector que sugería dedicarme sólo a temas de tanatología y no a asuntos político-electorales, esta columna sostiene que aprender a vivir es condición sin la cual no podemos aspirar a aprender a morir o, si se prefiere, a acompañar sin miedos la inevitable condición de mortales de los seres humanos –¿y seras humanas?–, por lo que periódicamente aludimos a temas como el ejercicio de solemnes mandatarios y de los aspirantes a serlo, quienes con su desempeño e ideas afectan la vida y la muerte de los mexicanos.

Mientras este país se sostiene con alfiles y alfileres, muchos de sus cumplidos funcionarios nos acostumbraron hace tiempo a oír hablar de millones y de miles de millones de pesos –en general mal habidos y peor distribuidos– con una facilidad y una desvergüenza que ofende a la inteligencia y pone en tela de juicio a instituciones y ciudadanía por igual, en tanto que países con más compromiso democrático enjuician y condenan a ex funcionarios y ex mandata-rios corruptos.

Por la negligencia e insensibilidad de nuestra clase política ante asuntos que no redunden en su beneficio, ya va para medio siglo que gobiernos, legisladores, organismos culturales, gremios y medios de comunicación decidieron, por sus pistolas, por el sometimiento a Washington que venimos aceptando y, según un alto ejecutivo de la televisión comercial, por órdenes de su majestad el rating (índice de audiencia), desaparecer del catálogo de expresiones mexicanas el género musical denominado bolero, con lo que compositores, arreglistas, intérpretes, concursos y público se quedaron sin trabajo, entre la nostalgia disquera y algunas grabaciones emergentes.

Trío Los Creyentes llamaremos aquí a los aspirantes a la Presidencia de la República –cargo desprestigiado hace décadas– José Antonio Mead, Ricardo Anaya y Andrés Manuel López, no tanto por su posible gusto por el bolero, sino por sus creencias afines a los principios religiosos escritos por los evangelistas de lo que supuestamente predicó Jesucristo.

Junto a la limitada expresión oral del trío, su mediana elocuencia, dis-creta persuasión y cuasi escolar discurso que evita temas inconvenientes desde su óptica moral, en su reciente comparecencia ante los banqueros, ninguno osó recordarles, por las sinrazones que sean, su añeja falta de responsabilidad social ni su mezquino sentido de servicio al grueso de la sociedad.