Política
Ver día anteriorMartes 20 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Gobernantes y funcionarios ludópatas
L

a ludopatía o juego compulsivo es una enfermedad mental, progresiva por naturaleza, destructiva y mortal, que consiste en la incapacidad para controlar los impulsos por el juego o las apuestas. Es esta una síntesis de una de­finición de la Organización Mundial de la Salud. Pero en el mundo del capitalismo neoliberal no sólo existen miles de casinos donde se divierten los multimillonarios del mundo o acaban en la ruina o el suicidio un número al parecer inaudito de hombres y algunas mujeres altamente adictos.

Las economías neoliberales mismas son en gran medida economías de casino. Y como en todas partes hay gobiernos neoliberales que las gestionan, y existen muchísimos funcionarios ludópatas compulsivos, que apuestan a hacerse millonarios con los recursos públicos, siempre pensando que harán las apuestas tan bien y tendrán tantos cómplices, que es remoto que puedan ser encarcelados. Y las reglas…, ¡uf!: en este país al presidente sólo por traición a la patria puede juzgársele cuando está en funciones; después ¿no?; también por delitos graves del orden común; ¡huy!, el presidente no hace eso…

Los gobernantes y funcionarios ludópatas saben que la mayor parte de las veces ganará la impunidad. Yo apuesto a que Odebrecht meta una buena lana en mi campaña. Mi compromiso: cuando gane el poder, te daré contratos, en los que, ahi vamos… Odebrecht también apuesta: ¡hombre!, ¡un juego win-win!

Pero esta economía no sólo es un casino porque haya propiciado tal enfermedad de riqueza mal habida. Como la cometida presuntamente por José María de la Torre Verea (TV), ex titular de Pensionissste, con los contratos licitados con chapuza.

La operación bursátil, que domina la escena económica en el mundo, es tam­bién un casino legal, normal. Ahí se apuesta, y se gana o se pierde. No se gana por crear un producto útil o ge­nerar una tecnología benéfica para la sociedad; no, se busca ganar a cambio de nada, y un número de jugadores compulsivos, desconocido en el capitalismo anterior al neoliberalismo globalizado, juegan sus apuestas pensando que pueden ganar a los demás.

En la bolsa fluctúan los precios de los papeles que se mercadean a gritos, debido a los resultados financieros de las empresas que emiten los valores y, sobre ese fluctuar, se trepan los movimientos especulativos que realizan los jugadores buscando ganancias a costa de los inexpertos. Los expertos y los burros, ambos son jugadores compulsivos. Y más, especialmente bancos –aunque no sólo–, emiten deuda plasmada en papeles bursátiles con el único propósito de ganar mediante la especulación, vale decir, ganan sin entregar nada a cambio a la sociedad. Pues quien se mete en esa selva dominada por manadas de trumps sedientas de dinero fácil, se expone a ser aplastado. La pagana será siempre la sociedad, aunque desde luego los ludópatas no lo creen.

¿Cuántos gobernantes y funcionarios han dispuesto de los recursos públicos para apostar en la bolsa y robarse el producto de estas apuestas? ¿Quién controla? Nadie.

¿Cuál fue el motivo por el que TV decidió entrar a la bolsa y comprar acciones de ICA que estaba sin retorno rumbo a la quiebra? Fue, ya se ve, un acto insensato, que fue aprobado por su comité de inversión. La inversión financiera fue supervisada por la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar), que encontró en su momento que cumplía las normas. Consar sirve para poco por cuanto sólo supervisa que la Afore, en este caso Pensionissste, no rebase el 1.6 por ciento en inversiones financieras de riesgo. De ahí en adelante, si la Afore invierte en acciones de una empresa quebrada, como ICA, es asunto del director de la Afore y de su comité de inversión.

TV compró a 7.21 pesos por acción, invirtiendo 240 millones de pesos del ahorro de los pensionistas. En ese momento, las acciones habían visto caer su precio 50 por ciento, dato evidente de que la empresa iba a la quiebra. Ahora, cada acción cuesta apenas algo más de un peso.

Entrevistado por La Jornada, Carlos Ramírez, presidente de la Consar, dijo que más allá de que nos guste o no nos guste la decisión de inversión [de TV], que nos parezca buena o mala, prudente o no, en términos del marco regulatorio normativo se siguió con las reglas. Este señor lleva razón: en términos de las reglas, un jugador apostó –con dinero que no era suyo–, y perdió (Pensionissste). Queda claro que el problema son las reglas de la economía casino. Y algo más: hay gato encerrado. TV y sus cómplices del comité inversiones sabían que invertían en una empresa que iba a la quiebra: ¿por qué lo hicieron?, ¿qué –o cuánto– ganaban con hacerlo?, ¿en qué consistió la movida?, ¿TV ganó más o ganó menos que con los contratos con chapuza?; TV, funcionario ludópata, como todos los demás, son también empresarios privados ludópatas.

Como también queda claro, las reglas de este juego son unas en las que los dueños de los fondos, los pensionados, no tienen ni voz, ni voto, ni información, ni nada. Más aún, son famosos, por su modo chicanero, lentos como reptiles, y totalmente deshumanizados, los trámites a los que en la vejez deben someterse quienes entregaron una vida pinche, para terminar de ese modo. Todo lo deciden, en nombre y representación de los dueños de los fondos, los ludópatas que nos gobiernan.