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Ver día anteriorJueves 22 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un tema crucial para los presidenciables
S

i buscáramos un modelo de crecimiento, el europeo es mucho mejor que el de Estados Unidos. Así lo sugiere el estudio reciente titulado Informe sobre la Desigualdad Global 2018. Y la apreciación no es sólo para el periodo de Trump sino para el de los anteriores, desde el gobierno de Reagan (casi cuatro décadas).

Dice el informe: La desigualdad mundial de ingresos también aumentará si los países persisten en la trayectoria que han mostrado desde 1980, incluso asumiendo altas tasas de crecimiento en África, América Latina y Asia en las próximas tres décadas. Ésta [la desigualdad] se incrementará aún más si todos los países siguen la trayectoria de creciente desigualdad que Estados Unidos experimentó entre 1980 y 2016. Si, por el contrario, los países siguen la trayectoria europea, la desigualdad se reducirá moderadamente. Y yo apostillo: moderadamente es mejor, en este caso, que nada.

El periodo estudiado tiene mucho que ver con las políticas neoliberales adoptadas en la actual fase de globalización económica que vivimos. En este lapso la desigualdad aumentó incluso en países que se dicen socialistas, como China. Sin embargo, y a diferencia de India o México por ejemplo, la pobreza en China disminuyó también, aunque obviamente no al ritmo en que creció la concentración de la riqueza de los más ricos en ese país. De aquí que, como se dijo, la desigualdad también creciera en la tierra de Mao.

El estudio mencionado es de una gran importancia y tanto su texto como los cuadros que nos presenta son muy ilustrativos. De su lectura extraigo dos conclusiones personales: la primera, que el modelo de la globalización neoliberal ha sido altamente perjudicial para los pobres y los miserables del mundo, incluso para las clases medias cada vez más empobrecidas. De aquí que luchar en contra del neoliberalismo tenga una vigencia cada vez mayor. La segunda, que sólo la intervención de los gobiernos puede, con un sentido social y de justicia, revertir la tendencia hacia una todavía más acentuada desigualdad y salvar a más de 50 por ciento de la población de su depauperación creciente y, eventualmente, de su extinción como seres humanos propiamente dichos (en algunos países esto ya está ocurriendo, lastimosamente).

Lo anterior viene a cuento no sólo por la importancia del informe (que debiera difundirse ampliamente), sino también porque en las campañas por venir será obligadamente un tema sobre el que deben pronunciarse los candidatos presidenciales; y entre más claro lo hagan, mejor. Para quienes defienden el modelo estadunidense y la globalización neoliberal sin críticas profundas, ya les estaremos dando un voto en contra sin necesidad de meditarlo mucho. Para quienes se deslinden de dicho modelo y propongan otro con mayor intervención pública en la economía para disminuir las desigualdades y la pobreza de la mayoría de los mexicanos, se ganarán muchos votos aunque tengamos críticas a algunos de sus modos y medios de hacer política. Reducir la desigualdad, aunque sea moderadamente, siempre será mejor que seguir aumentándola, como claramente se desprende del informe citado. Es decir, voltear hacia Europa y darle la espalda (con muro o sin éste) a Estados Unidos, si acaso tuviéramos que escoger entre modelos ya experimentados y en curso.

No es cualquier cosa lo que está en juego ni son palabras huecas plantear la disyuntiva entre más de lo mismo o un cambio positivo para México. Y el problema de la pobreza y la desigualdad no es tema secundario: incluso el reclutamiento de niños y jóvenes para ampliar las redes delincuenciales, especialmente para el narcotráfico, tiene mucho que ver con este problema. No digamos también la corrupción que tanto se critica: ésta es determinante tanto para el crecimiento e impunidad del crimen organizado como del aumento de la pobreza y del enriquecimiento de pocos a costa de los más.

Quisiera creer que estas líneas puedan ser leídas por gente cercana a los candidatos o, por lo menos, tomadas en cuenta por quienes organicen y dirijan el o los debates que se supone habrá entre los presidenciables. Desde mi punto de vista, la definición que tengan éstos sobre esta cuestión crucial será tema distintivo entre ellos. Todos podrán decir que están en contra de la corrupción y la inseguridad que vivimos los mexicanos cotidianamente, todos podrán hablar de los derechos ciudadanos, sobre todo de las mujeres (aunque ninguno quizá se referirá al derecho de ellas a decidir sobre su cuerpo y la maternidad), pero en relación con las políticas económicas y sociales y al papel del Estado para revertir la dinámica de la desigualdad y la pobreza en México no todos se comprometerán explícitamente. Y, personalmente, es lo que esperaría de por lo menos uno de los pretendientes a gobernarnos. Y no me refiero sólo a declaraciones sino a propuestas concretas de cómo hacerlo si de veras se quiere hacer, porque de rollos demagógicos y trillados ya estamos cansados.

rodriguezaraujo.unam.mx