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Tres despachos sobre E. M. Remarque
L

a tetralogía. Sin novedad en el frente (1929) –el gran tratado antibélico– le trae la fortuna y la fama. En su catálogo ocupa un lugar aparte (rodeado de un par de otros libros pormenores sobre los horrores de la Primera Guerra y un minibloque sobre la barbaridad del Tercer Reich). En el centro está el ciclo sobre los refugiados, cuatro novelas sobre las penurias de los fugitivos del nazismo: Náufragos (1939), Arco de triunfo (1945), La noche de Lisboa (1962) y La tierra prometida (1998). El hecho de que Erich Maria Remarque (1898-1970) regresara a este tema al final de su vida para escribir a lo que sabe que es su último libro –y que finalmente sale sólo póstumamente, inacabado y reconstruido de sus notas (su otra e inferior versión aparece bajo un título diferente ya en 1971)– es muy significativo. Su igualmente frustrado afán de que fuera una de sus mejores novelas, incluso “un opus magnum a la par con Sin novedad...” (goo.gl/w8fdBZ), subraya esta centralidad. La figura de un refugiado –apátrida, sin papeles– aparece en Europa ya después de la Primera Guerra y la caída de los imperios. Pero los años 30 –la llegada de Hitler al poder en Alemania, la Guerra Civil en España, el Anschluss de Austria– abren otra vez las compuertas del alud humano (y todavía falta la guerra que viene). Miles de desnacionalizados, perseguidos por motivos políticos o raciales huyen. Primero tratando de cambiar de países. Luego tratando de cambiar de continentes. Cada parte de la tetralogía remarquiana retrata las siguientes fases de este proceso: en Náufragos estamos aún en Viena repleta sobre todo de los exiliados judíos; en Arco... en París adonde se redirige el flujo de los perseguidos y donde la atmosfera es cada vez más desesperante, pero aún glamour (este libro hace para el calvados lo que Bajo el volcán hace para el mezcal); en La noche... ya en los últimos márgenes libres de Europa donde el sueño es abordar un barco a Estados Unidos; en La tierra... finalmente en Nueva York adonde logran llegar los afortunados, cargados de memorias de los que se quedaron atrás en la vía dolorosa (muertos en el camino, asesinados en las salas de tortura o los campos de concentración nazis).

La (falsa) recepción. Si bien Remarque también tiene que huir –los nazis ponen sus libros en el índex y felizmente se arreglarían con este derrotista– el sufrimiento, en general, le es ahorrado. Es un refugiado VIP (curiosamente a la vez a causa de y gracias al éxito de Sin novedad...). Primero va a su mansión en Suiza. Luego a bordo de un lujoso transatlántico a Estados Unidos. Pero su narrativa –inspirada en su propia condición de un exiliado y las historias de otra gente (véase: H. Wagener, Understanding E. M. Remarque, 1991, p. 53-56)–, evoca de manera muy sugestiva el dolor de los refugiados. ¿Cómo es posible que Polonia, un país donde hace unas décadas Arco... o La noche... desaparecían de los estantes y Remarque gozaba de una extraordinaria popularidad, hoy sea uno de los principales bastiones europeos de odio a los refugiados? ¿Cómo es posible crecer con Remarque y no pensar en los miles que huyen de las guerras en Siria, Libia o Afganistán con la misma empatía que él les tenía a sus protagonistas? ¿O tratarlos como migrantes oportunistas, o peor –tal como los pinta el actual gobierno de extrema derecha– como una amenaza terrorista y/o epidemiológica? ¿Cómo es posible no considerar siquiera abrirles las puertas (como efectivamente han hecho los alemanes después de todo lo que han hecho)? ¿En un país arrasado por Hitler, poblado de hijos y nietos de los desplazados (“DP’s”) después de la Segunda Guerra? ¿Cómo?

La desaparición. A lo largo del viejo continente el orden político post-1945 edificado en el antifascismo y en nunca más se está colapsando (en Europa Central la verdadera matriz de la memoria del siglo XX –aun si incluimos el interludio del socialismo real– de por sí no era el antifascismo, sino el anticomunismo lo que ayuda a entender muchas cosas). Si en algunos aspectos es cierto que “vivimos un replay de los años 30”, la repetición es muy monofónica. En Weimar de aquellos tiempos, E. Jünger es igual de popular que E. M. Remarque y si bien más gente lee a O. Spengler que a E. Bloch (o a W. Benjamin), siempre hay este otro lado. El choque de los intelectuales de los 20/30 es entre un escritor racionalista, progresista, antifascista, muchas veces socialista o comunista y un pensador fascista, romántico y nihilista apocalíptico que se rebela en contra de la modernidad (véase: E. Traverso, Fire and blood, 2007, p. 220-224). Hoy sólo tenemos a S. Bannon y sus clones leyendo a C. Schmitt o a J. Evola e implementando sus modelos. La desaparición de un intelectual universalista, aunque sea en su versión pop-star como Remarque –cuya fortuna después de su muerte sirve para fundar un instituto de estudios europeos en la Universidad de Nueva York (NYU) a cargo del gran T. Judt–, explica, entre otros, el triunfo de la narrativa antirrefugiados. Fue borrado, deslegitimado primero por el liberalismo y luego cuando el centro liberal implosiona, sustituido por un intelectual/filosofo/historiador orgánico de la derecha, el ideólogo del particularismo.

Coda. En los años 50 al regresar a Europa Remarque habla de su preocupación por el fascismo en Alemania posguerra (H. Wagener, p. 116). Siempre al margen de la política sobre todo en su versión comunista y describiendo su obra como apolítica (sic), centrada en cuestiones existenciales –sus protagonistas huyen de los nazis, pero también de sí mismos– escribe su primer y único ensayo comprometido advirtiéndoles a los alemanes de los peligros del neonazismo (Be vigilant!, Daily Express, 30/4/55). Apunta –del mismo modo que T. W. Adorno en aquellos años– no a algo que regresa, sino a algo que nunca se fue, un aviso que resuena hoy mirando a:

i) Alemania, donde a pesar de los avances en enfrentar la historia (Vergangenheitsbewältigung) triunfa el backlash neonazi (AfD) contra la permisividad hacia los refugiados;

ii) Austria, donde triunfa el austrofascismo (ÖVP/FPÖ) y los ideales de la comunidad popular (Volksgemeinschaft) frente a la amenaza musulmana;

iii) Polonia y el resto de Mitteleuropa, donde triunfa el nacionalismo, el etnicismo y el mismo lenguaje político excluyente que de los años 30.

Triunfan no porque vuelven; triunfan porque nunca se han ido.

*Periodista polaco