Opinión
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La Muestra

Lucky

Foto
Fotograma de la cinta de John Carroll Lynch
U

n vaquero crepuscular. El protagonista del primer largometraje del actor vuelto realizador John Carroll Lynch, lleva el mismo nombre de la película en la que es dueño absoluto de casi todas las escenas, Lucky (Harry Dean Stanton). Vive en un pueblo perdido en el desierto estadunidense, es veterano de una guerra en la que tuvo la suerte de no haber combatido jamás, es solterón empedernido a sus 90 años, practica ejercicios todas las mañanas, no tiene ni hijos ni mascotas, guarda en su ropero camisas a cuadros todas idénticas y mantiene una rutina cotidiana que le ha garantizado una salud y una longevidad envidiables. Un mareo súbito y una caída sin graves consecuencias le anuncian, sin embargo, que el fin de ese milagro de lozanía crepuscular bien pudiera estar muy cerca.

Lucky es una cinta cautivadora de principio a fin. Un poco en el estilo de Paterson, de Jim Jarmusch, con su pausado registro de las acciones diarias del protagonista, idénticas todas en sus rituales reiterativos, y con las visitas obligadas al restaurante o al bar que frecuentan sus conocidos. En la cinta de Carroll Lynch, sin embargo, el anciano nonagenario (que Dean Stanton interpreta con maestría) vive esas rutinas con una lucidez y un sentido del humor alejados siempre de todo ensimismamiento taciturno o triste, dueño de una serenidad desafiante que pareciera resguardarle de cualquier desventura. En su calidad de ateo confeso, Lucky cifra toda su energía en disfrutar la vida en esta tierra, sin guardar ilusión alguna frente a los improbables castigos o recompensas ultraterrenales. Es un viejo rebelde irreductible que sin haber combatido en realidad en el frente del Pacífico, posiblemente sea el vencedor indiscutible de esa batalla mayor que consiste en preservar una excelente calidad de vida y sobreponerse dignamente a la soledad y a la dura realidad del envejecimiento. Sus amigos se lo reconocen y lo respetan, y permanecen callados cuando él se empeña en desobedecer los reglamentos y fumar donde le viene en gana. Su incorrección política es parte de su encanto, y su manera de rezongar y de gruñir es también una eficaz estrategia de defensa. Presintiendo la cercanía del final, Lucky ha decidido no privarse nunca ya de nada, y la película es el registro puntual del cumplimiento de sus últimos desplantes imperiosos, de sus sencillos goces y también de todos sus caprichos.

Una de las mejores sorpresas de la película es la presencia del realizador David Lynch, en una actuación notable, interpretando el papel del viejo Howard, el hombre que padece la huída de su tortuga llamada Franklin D. Rooselvelt con la que ha convivido largos años. Una tortuga capaz de vivir entre 100 y 200 años y que es todo un modelo de longevidad en ese desierto donde muchos seres humanos adivinan ya el fin ineluctable. Lucky combina, en dosis muy parejas, el humor y la intensidad dramática. El fallecimiento del propio Dean Stanton, poco antes del estreno de la cinta, confiere a todo el proyecto un toque final de melancolía y toda la apariencia de un homenaje póstumo. Por fortuna, persisten en el recuerdo del espectador la socarrona malicia de Lucky y su jovialidad inquebrantable. Difícil imaginar un mejor tributo a la larga trayectoria artística del formidable actor de París,Texas.

Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 12:25 y 18 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1