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¿La Fiesta en Paz?

Repiten cartel de espanto

Los toros, ¿otro tema prohibido de los candidatos?

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Hace 40 años, José López Portillo fue el último presidente de México que se atrevió a expresar, aquí y en España (en la imagen, en la plaza de la Maestranza), simpatía por la fiesta de los torosFoto archivo
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ntes de ocuparnos de los enésimos candidatos a la Presidencia de la República que, como sus antecesores, tienen prohibido hablar de temas espinosos, comparto el señalamiento que Miriam Cardona, comentarista del inteligente programa Taurinísimo, de Radio tv.mx –por Internet (los viernes a las 19 horas)– publicó en Twitter a propósito de la terquedad empresarial para ofrecer carteles desalmados, por lo pronto en Morelia y en Pachuca: “Esto me recuerda al decadente y repetitivo combo en el cine, del cual siempre me quejaba de adolescente. Palomitas (Hermoso), refresco grande (Castella) y nachos bañados de queso amarillo (Adames). ¿No se saben otra? Si las garnachas en el cine hartan, imagínense en los toros”, señala Miriam, con razón.

Por ello hay que tener presentes las características que el recordado periodista Lumbrera Chico señalara en los principales empresarios taurinos de México: poderosos y pendejos. Y aléguenle, sobre todo esos cínicos oportunistas que siguen considerando a los antitaurinos como el gran peligro para la fiesta de los toros, cuando el enemigo real, hay que repetirlo hasta la saciedad, es la tauromafia –empresas multimillonarias, figurines comodinos, ganaderos de manso, críticos alcahuetes y autoridades decorativas– que se adueñó de la tradición taurina del país, dándole la espalda al toro, a la pasión y a un público cada día más desinformado, manipulado y colonizado.

Ataurino no aparece en el diccionario, pero sirve para revisar la irresponsable indiferencia de gobiernos y autoridades hacia la tradición taurina de México. El prefijo a indica privación o negación, y en el caso que nos ocupa, la falta de sensibilidad e interés de la alegre clase política para entender y salvaguardar, con visión de Estado, la tauromaquia como expresión popular, no como opaco pasatiempo de élites.

Dama o caballero, de derecha, centro o izquierda, los candidatos ataurinos poco o nada saben del valor cultural, político, económico e identitario de la fiesta de toros en el país, y a merced de postulados neoliberales se dejan espantar con el petate de la autorregulación de esas élites, pues en la incipiente industria partidista que nos cargamos la principal ideología es el chambismo, no el compromiso de actuar con conocimiento de causa y honestidad.

La miopía política ante temas que prefieren no ver ni oír, y un embotamiento ideológico que sólo sabe repetir que lo moderno se opone a la crueldad, candidatos, legisladores y gobernantes buen cuidado tienen de no aludir a temas prohibidos por Washington, o de hacerlo en función de lo políticamente correcto. Vender armas para asesinar personas, sí; matar toros de lidia a estoque, no. Pero someterse a esta estrecha percepción de la realidad es lo que permite a mandatarios bufones girar órdenes a mandatarios ataurinos.

Sucesivos gobiernos pro yanquis del PRI y del PAN, tan voraces como corruptos y cómplices de la cínica autorregulación, han contribuido al debilitamiento de las instituciones, de la sociedad y de muchas de sus expresiones genuinas, hasta convertir la tauromaquia de México en otro enclave colonial taurino de España y en anodino chou, con la anuencia de agrupaciones habituadas al entreguismo más vergonzoso, trátese de la industria petrolera o de la tauromaquia. De nuevo presentaremos un breve cuestionario a los decidores candidatos sobre lo que va quedando de la fiesta de toros y su idea de respeto por esta tradición, pues el país que pretenden gobernar aún se llama México.