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México SA

EPN: realidad mata arenga

¿Crecer tres veces más?

Baja pronóstico para 2018

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eis años atrás, justo en el arranque de su campaña electoral, Enrique Peña Nieto, abanderado del nuevo PRI, develó los tres primeros compromisos de su futuro gobierno, y entre ellos destacaba el de hacer crecer a México tres veces más de lo que hoy registra, lo que traducido al castellano simple significaba una tasa anual promedio de 6 por ciento, algo no visto desde los tiempos premodernos (léase del viejo tricolor).

Según avanzó su campaña electoral, el susodicho condicionó su propio compromiso a la aprobación de las reformas estructurales que presentaría una vez instalado en Los Pinos, y con el correr de los meses y los años tal oferta se fue difuminando del discurso, por la sencilla razón de que la realidad se lo engulló. A estas alturas, con todas sus reformas aprobadas y en operación, si bien va la tasa anual promedio en el sexenio peñanietista rondará 2 por ciento, es decir, la misma que prometió dejar atrás y la segunda más baja, junto con el calderonato, de los pasados 36 años.

De hecho, en ninguno de los seis años instalado en Los Pinos su pronóstico, vía la Secretaría de Hacienda, ni siquiera mencionó la lejanísima posibilidad de alcanzar una tasa de crecimiento de 6 por ciento, así fuera para un solo año. Ya en ejercicio del cargo, lo más alto que prometió fue 3.9 por ciento en 2014 y falló.

En días pasados aquí se hizo el recuento: si los genios de Hacienda hubieran cumplido su oferta (que no es otra que la de del inquilino de Los Pinos), el promedio anual de crecimiento económico del país, con Peña Nieto en Los Pinos, sería de 3.45 por ciento, y de 4.12 si se incluye el pilón prometido por la reforma energética (dos puntos adicionales), que resultó inexistente. Una proporción como la mencionada no solucionaría los crecientes problemas nacionales, pero cuando menos hubiera honrado el compromiso de EPN de que su gobierno incrementará el crecimiento potencial de la economía mexicana a 5.3 por ciento hacia 2018.

Eso como parte de la novela rosa de Peña Nieto, porque en los hechos la economía mexicana creció como siempre: de forma inercial y en proporciones raquíticas. Contra los citados pronósticos, en 2013 la tasa de crecimiento fue de 1.1 por ciento; en 2014, 2.1; 2015, 2.5; 2016, 2.3; 2017, 2.3, y en 2018 no pasará de 2 y piquito. Así, como promedio anual el crecimiento fue de 2.1 por ciento con todo y reformas.

Pero –haiga sido como haiga sido, segunda parte–, finalmente, Peña Nieto se instaló en la residencia oficial y por aquellos ayeres el entusiasmo de crecer a paso veloz contagió a los especialistas en economía del sector privado, permanentemente consultados por el Banco de México, cuyo análisis y opinión se ven reflejados en la encuesta mensual que el instituto bancario publica mensualmente.

Así, en el arranque sexenal de Peña Nieto tales especialistas (en ese entonces 31 grupos de análisis y consultoría económica del sector privado nacional y extranjero) pronosticaron una tasa de crecimiento de 3.45 por ciento en 2013, su primer año de gobierno. Tal proporción prácticamente iba de la mano de la estimada por la Secretaría de Hacienda (3.5 por ciento), aunque subrayaban los principales obstáculos para el crecimiento: debilidad del mercado externo y la economía mundial; plataforma de producción petrolera; problemas de inseguridad pública; inestabilidad financiera internacional, y precio de exportación del petróleo. Pero más allá de eso, todo funcionaba de maravilla, según decían.

Tal porcentaje ni lejanamente cumplía con el compromiso de Peña Nieto (hacer crecer a México tres veces más de lo que hoy registra), pero los siempre optimistas muchachones de Hacienda pretextaron que ese apenas era el comienzo de lo que sería un futuro promisorio (Luis Videgaray dixit) para México.

Como se anota líneas arriba, el primer resultado del sexenio –2013– a duras penas fue una tasa de crecimiento de 1.1 por ciento, alejadísima de la estimación oficial para ese año y, también, del pronóstico de los especialistas consultados por el Banco de México.

Todo apunta que los citados especialistas aprendieron la lección, aunque no los muchachones de Hacienda. A lo largo del sexenio peñanietista los primeros se dedicaron a recortar, un mes sí y el siguiente también, el pronóstico oficial, mientras que, a pesar de lo obvio, los genios de Hacienda seguían con las cuentas alegres, producto de una calculadora que sólo suma y nunca resta, y de una bola de cristal verdaderamente destartalada.

Sólo como referencia, los años 80 del siglo pasado fueron un periodo calificado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) –organismo especializado de la ONU– de década perdida, porque en el caso mexicano la tasa promedio anual de crecimiento en el periodo fue de 1.9 por ciento, de tal suerte que nuestro país se hundió y el costo social fue descomunal.

Pues bien, en pleno siglo XXI, en tres sexenios al hilo (Fox, Calderón y Peña Nieto, dos panistas, un priísta, pero de los nuevos) y con todas las reformas estructurales que los mexicanos quieren, la tasa anual promedio de crecimiento en el periodo a duras penas llega a 2.6 por ciento (lo que en el México premoderno se crecía en cuatro meses), pero insisten en que vamos por el camino correcto y que no hay que probar nuevas rutas, porque el país retrocedería y perdería lo mucho que ha ganado. ¿En serio?

De nueva cuenta con los especialistas permanentemente consultados por el Banco de México, en marzo de 2018 su pronóstico de crecimiento se redujo a 2.21 por ciento, y se animaron a estimar lo que sucedería en 2019: un avance de 2.34 por ciento –ligeramente por abajo del cálculo previo–, no sin subrayar que todas las reformas están en operación. ¿Y los factores coyunturales que pueden afectar el crecimiento del país? Prácticamente los mismos de seis años atrás: política sobre comercio exterior, incertidumbre política interna, problemas de inseguridad pública y plataforma de producción petrolera.

En fin, sirva todo lo anterior para documentar el optimismo, aunque en Los Pinos dicen que hacen bien las cuentas y todo lo ven al revés.

Las rebanadas del pastel

Dice José Antonio Meade: Encabezaré un gobierno de gente decente. Entonces, los de Calderón y Peña Nieto, en los que colaboró, ¿fueron de gente indecente? (la respuesta es obvia, pero que conteste el candidato).

Twitter: @cafevega