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Peña Nieto ante Trump: un posicionamiento saludable
A

yer el presidente Enrique Peña Nieto formuló un mensaje dirigido a la sociedad mexicana y al presidente estadunidense, Donald Trump, en el que por primera vez hizo referencia a las actitudes amenazantes y las faltas de respeto hacia nuestro país, por parte del gobierno vecino y lo exhortó a dialogar con seriedad, de buena fe y con espíritu constructivo. Asimismo, el titular del Ejecutivo Federal hizo suya la condena del Senado de la República a las expresiones ofensivas e infundadas sobre los mexicanos que Trump ha venido externando desde que era precandidato presidencial y hasta la fecha, y respaldó explícitamente, con nombres y citas textuales, los posicionamientos de los candidatos presidenciales ante la creciente, injustificada y prepotente hostilidad de la Casa Blanca en contra de México. Por otra parte, Peña refrendó la disposición de su gobierno a alcanzar acuerdos y emprender acciones conjuntas con las autoridades de Washington en un marco de respeto mutuo y beneficio para ambas naciones.

Significativamente, Peña Nieto no dejó pasar el componente demagógico que caracteriza la pertinaz agresividad antimexicana del magnate neoyorquino, propenso a atizar conflictos externos para evadir problemas domésticos, y le señaló: Si sus recientes declaraciones derivan de una frustración por asuntos de política interna, de sus leyes o de su Congreso, diríjase a ellos, no a los mexicanos. No vamos a permitir que la retórica negativa defina nuestras acciones.

Debe reconocerse que el discurso de ayer del presidente mexicano responde a un reclamo generalizado de la sociedad, que desde el año antepasado ha venido exigiendo una actitud firme de las autoridades nacionales en defensa de la dignidad nacional, así como a la necesidad de poner un alto a la creciente insolencia con la que Trump se conduce en todos los aspectos de la relación entre ambas naciones. Durante mucho tiempo, el gobierno de México adoptó, sin embargo, posturas más que conciliadoras, que fueron señaladas por muchos como obsecuentes, mantuvo los contactos bilaterales fuera de los cauces instituciones y diplomáticos regulares y en condiciones de opacidad que minaron la confianza social en los representantes mexicanos y porfió en negar la evidente crisis por la que atraviesan los vínculos con la administración federal del país vecino.

El cambio de tono marcado por la alocución del presidente Peña, así como su exhorto a la unidad nacional ante la prepotencia trumpiana, son, pues, merecedores de reconocimiento y de respaldo.

Es fundamental, sin embargo, ir más allá. Para lograr el apoyo nacional a la nueva postura del gobierno es necesario traducirla en acciones que hagan ver a la Casa Blanca la determinación mexicana en su exigencia de relaciones respetuosas y, si no suspender, al menos transparentar las negociaciones que tienen lugar para modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Si se adoptan tales medidas, no cabe duda que la ciudadanía y sus organizaciones, los partidos políticos y el resto de la institucionalidad nacional respaldarán a sus gobernantes en esta difícil encrucijada de la relación con la potencia del norte.