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El ex mandatario negocia su detención y encarcelamiento para hoy o el lunes

Lula no se entrega a autoridades de Brasil; resiste en sede sindical

Bloqueos carreteros en 15 estados y enormes movilizaciones en las principales urbes del país

Sus abogados solicitan al Tribunal Supremo un habeas corpus de manera urgente

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Miles de simpatizantes de Luiz Inacio Lula da Silva protestaron ayer en Sao Bernardo do Campo contra la reclusión del dirigenteFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 7 de abril de 2018, p. 20

Río de Janeiro.

Luego de una noche prácticamente en vela –Luiz Inacio Lula da Silva se acostó a eso de las dos y media de la madrugada de ayer y despertó a las siete–, el ex presidente y el país pasaron este viernes en vilo.

Muy temprano, Lula da Silva informó a sus abogados que, contrario a lo que había accedido el día anterior, no iría a Curitiba, capital del estado sureño de Paraná, a entregarse en la sede local de la Policía Federal para ser recluido y obedecer así el dictamen judicial en su contra.

Por la mañana, hasta alrededor del mediodía, el ex mandatario aparentaba serenidad y buen humor por momentos. Dentro de la sede del sindicato de metalúrgicos de San Bernardo do Campo, ciudad vecina a Sao Paulo, donde él se instaló alrededor de las siete de la noche del jueves, tan pronto se supo que el juez de primera instancia, ignorando el calendario de presentación de recursos prevista por ley, determinó su reclusión. El ex gobernante recibió la visita de sus correligionarios, dirigentes de distintos partidos de izquierda, diputados y abogados. Además, de su familia.

Poco después del mediodía, cuando ya había una multitud de militantes frente a las puertas del sindicato, Lula seguía recibiendo a políticos, simpatizantes y amigos. Pero según llegaban noticias de Brasilia, indicando la resistencia a que el Superior Tribunal de Justicia le concediera un habeas corpus y principalmente cuando empezaron a aparecer viejos compañeros sindicales de los tiempos en que presidía a los metalúrgicos, hace unas cuatro décadas, el humor de Lula empezó a cambiar.

Alternaba momentos de gran emoción con otros en los que se mostraba sombrío. Alrededor de las 15 horas, su médico personal le tomó la presión –estaba muy elevada– y solicitó que un desfibrilador –aparato utilizado en caso de paros cardiacos– fuera llevado al local. Luego aclaró a familiares, amigos y dirigentes sindicales y políticos que se trataba de mera precaución. Además, ordenó a Lula llevar una dieta especial.

A las 16 horas –cuando faltaba una hora para que se cumpliera el plazo concedido por el juez Moro para que el ex presidente se entregara– Lula hizo un pronunciamiento en la puerta del sindicato, donde ya estaban congregadas miles de personas. Para entonces el ex mandatario ya había recuperado el buen humor y se mostraba determinado a resistir.

Mientras todo eso ocurría, el ex presidente era presionado doblemente: por sus abogados y por sus familiares. Ambas partes lo conminaron a entregarse, pues esperar que la Policía Federal invadiera el sindicato para detenerlo implicaba un inmenso peligro y una posible catástrofe, debido al número de personas que estaban afuera y gritaban a todo pulmón. Se temía que la policía se llevara a todos, Lula incluido. Por otra parte, los abogados del ex mandatario estudiaban medidas para tratar de impedir que el ex gobernante fuera detenido.

Fue entonces cuando surgió el talento negociador de Lula da Silva para superar situaciones críticas.

Cuando quedó claro que él no se presentaría ante la Policía Federal, ni en Curitiba ni en Sao Paulo, y que nadie se atrevería a correr el inmenso riesgo de intentar sacarlo de la sede del sindicato metalúrgico, Lula planteó a los intermediarios los términos de la negociación.

Para empezar, no habría intento de ninguna iniciativa. Este viernes la esposa de Lula, Marisa Leticia, fallecida en febrero del año pasado, cumpliría 67 años –y una misa en su honor se llevó a cabo a las puertas del sindicato.

Este viernes, Lula da Silva se negó a entregarse y la Policía Federal a buscarlo. A Lula y al Partido del Trabajo les interesa la imagen. Cercado por la multitud, siendo conducido hacia una patrulla de la Policía Federal. Además de fortalecer la idea de injusticia, podrá ser de gran utilidad en la campaña electoral, que comenzará en septiembre próximo. A la Policía Federal y al juez Moro les conviene una imagen de Lula presentándose sin ninguna presión.

Sería llevado a prisión el lunes

Otra punto de la negociación fue sobre cuándo sería llevado a prisión. Lula presentándose, o siendo llevado el lunes.

Cuando a las 20 horas la Policía Federal admitió que no iba a arrestarlo, sus abogados ingresaron al Supremo Tribunal Federal con un pedido urgente de habeas corpus, algo que no fue puesto en la mesa de negociaciones.

A lo largo del día hubo bloqueos de carreteras en al menos 15 estados y grandes movilizaciones en apoyo al ex presidente en las principales ciudades del país.

Los ánimos siguen muy tensos. Entre juristas existe la idea clara de que Lula, luego de un juicio plagado de irregularidades y arbitrariedades, es víctima de medidas inaceptables en términos técnicos y las consecuencias de todo esto son imprevisibles.

La edición brasileña del diario español El País reveló que el insólito apuro del juez Moro por decretar la prisión a Lula –el lapso transcurrido entre el momento en que recibió la comunicación del tribunal regional federal de Porto Alegre y expedir la orden de prisión fue de exactamente 22 minutos, cuando lo normal serían días– se debió a un argumento igualmente insólito. Un integrante del Ministerio Público pidió esa medida con el propósito de liquidar la estancada sensación de omnipotencia de Lula.

O sea, libre, habla demasiado a las multitudes, y eso, claro, es inaceptable. Ni el juez ni el integrante del Ministerio Público aclararon en qué parte de la Constitución o de los códigos penales eso está previsto.