Con motivo de sus 70 años de vida, ayer se rindió homenaje al novelista, ensayista, editor, académico y catedrático mexicano Gonzalo Celorio, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

En charla con La Jornada, dijo llegar bien y contento a esa edad, y proyectos por realizar. Desde que tengo uso de razón mi interés y vocación ha sido la palabra, expresó.

Del joven Gonzalo al maduro escritor y catedrático, reflexionó: “Podría decir que en el transcurso de los años, uno se va volviendo menos ambicioso respecto de los proyectos juveniles, los cuales generalmente son muy grandes y acaparadores. Conforme el tiempo pasa esa ambición se va mesurando y los proyectos se vuelven cada vez más pequeños, pero cada vez también más verificables. Cuando pienso en mi carrera literaria, que va de una novela como Amor propio, donde todo es experimentación, gusto formal, voluntad de estilo, pues ya no es lo que ahora prevalece en mis novelas más recientes, donde hay más serenidad, donde esos experimentos, si ya funcionaron, se utilizan, y uno se vuelve más modesto y acotado”.

En la juventud, agregó el maestro Celorio, uno tiene proyectos muy grandes; la madurez no es otra cosa que ir mitigando la ambición de esos proyectos originales, al mismo tiempo que los puede cumplir.

Respecto de su carrera docente, destacó: lo que predominaría es que cada vez aprendo más de mis alumnos y siento que tengo ciertas limitaciones en todo lo que quisiera saber y enseñar.

En el homenaje participaron Eduardo Casar, Fernando Fernández, Malena Mijares, Juan Villoro y Geney Beltrán como moderador, quienes destacaron, entre otras cosas, su generosa y fraternal amistad, sus peripecias intelectuales, su fructífera trayectoria, su siempre luminosa conversación y enseñanzas, su amor por la palabra, su singular voz como literato y ensayista y su admirable uso del idioma.