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Nulo avance del saneamiento del río Atoyac-Zahuapan: activistas

Ignoran recomendación de CNDH para detener ecocidio en Tlaxcala
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Activistas organizaron una caravana para denunciar la falta de seguimiento a una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos a los gobiernos federal, de Tlaxcala, Puebla y varios ayuntamientos por no haber tomado medidas contra la grave contaminación en el río Atoyac-ZahuapanFoto Guadalupe de la Luz Dagante
La Jornada de Oriente
Periódico La Jornada
Lunes 9 de abril de 2018, p. 27

Tlaxcala, Tlax.

Un hedor emana del río Atoyac-Zahuapan, ennegrecido y en ocasiones teñido de azul o rojo, convertido desde hace casi 50 años en depósito de residuos municipales, biológicos e industriales altamente tóxicos, causantes de cáncer, insuficiencia renal, así como de otras enfermedades y de estragos a la flora y la fauna.

El cauce, que se inicia en el municipio de Ixtacuixtla y corre entre Tlaxcala y Puebla flanqueado entre montones de basura, es una fuente de muerte, afirman pobladores y activistas durante la caravana Por un Atoyac-Zahuapan con Vida: toxitour de seguimiento a una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

El 21 de marzo del año pasado la CNDH dirigió la recomendación 10/2017 a los gobiernos federal, de Puebla y de los municipios de Texmelucan y Huejotzingo, así como de Tlaxcala y los ayuntamientos de Ixtacuixtla, Tepetitla y Nativitas para que detuvieran el ecocidio.

Nos están matando, sostienen los afectados. A la fecha, agregaron, no hay avance alguno para detener el deterioro, que se ha agravado en los 20 años recientes por la recepción de más de 81 mil 700 toneladas de contaminantes, según un muestreo realizado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 2005, el cual reveló muy altas concentraciones de sustancias tóxicas y coliformes fecales.

Antes de 1960 este cauce era la columna vertebral de las comunidades del sur de Tlaxcala, pero la contaminación rompió el tejido social y vulneró el derecho humano a un ambiente sano, a la salud y a la información, expone el investigador y activista Octavio Rosas Landa.

En 1969 se asentó en San Martín Texmelucan el Complejo Petroquímico Independencia, cuyos procesos destruyeron el medio ambiente y las actividades agrícolas. El río pasa por varios poblados de Ixtacuixtla. Hay una estación de monitoreo de la Conagua que no funciona.

La primera parada del toxitour es en la descarga de Villalta, municipio de Tepetitla. El río tiene manchas negras y despide un olor fétido, producido por residuos de una empresa de autopartes, una fábrica de pantalones de mezclilla y otras empresas ubicadas en San Baltazar Temazcalac, Puebla. Ambas comunidades son divididas por la autopista.

El olor picante es de compuestos orgánicos volátiles, como benceno y tolueno; el viento los arrastra y la gente los respira a diario. En 2003 hicimos un análisis con apoyo de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. Se detectó que los límites de emisión de contaminantes se rebasan hasta en 500 por ciento, y existen metales pesados, plomo, grasas y aceites que destruyen los acuíferos, indica Alejandra Méndez Serrano, directora del Centro Fray Julián Garcés de Derechos Humanos y Desarrollo Local.

Villalta era la tierra de Zulma Pérez Cano, quien murió de leucemia en 2010; su deceso motivó a la organización Coordinadora por un Atoyac con Vida, a promover una queja ante la CNDH, lo que derivó en la recomendación 10/2017. En esa ribera del Atoyac-Zahuapan están en riesgo más de 70 mil habitantes de los cinco municipios referidos, pero en total son más de dos millones en la cuenca que corre por la zona metropolitana Puebla-Tlaxcala.

No existe un registro específico del número de enfermos, porque hay poca información pública sobre la morbilidad, resalta Octavio Rosas, quien exige la suspensión de las descargas industriales sin control, producto de colusión entre empresas y el gobierno federal.

Arturo Olvera, presidente del Consejo Ciudadano por la Dignificación de Ixtacuixtla, subraya que, además, la zona está rodeada de cables de alta tensión cuyos campos magnéticos producen tumores. Luego muestra cristales diminutos formados en el suelo irrigado con agua contaminada. Nos están envenenando, reprocha.

Isabel Cano recuerda que la agonía de su hija Zulma fue terrible y lamenta que la mortalidad alcance a la niñez. Critica la falta de especialistas y medicamentos, cuando Villalta “está lleno de enfermos.

Esto ya es un grito, desesperación a diario, a cada instante. Nos estamos acabando; nos arden los ojos y la garganta; nos duele la cabeza, tenemos náuseas y mareos. No se soporta el olor. El cáncer afecta a cualquier órgano, pero no tenemos dinero para pagar los gastos.

Rumbo a Zanja Real, segunda parada del toxitour, donde se ubica la descarga municipal de Tepetitla, el plumaje blanco de un pato contrasta con la tonalidad chocolate del agua que corre por el canal. A la izquierda yacen los restos de lo que fue un manantial cristalino. Ahora está seco.

Frente a este paraje hay campos de hortalizas irrigados con el agua del río. Los agricultores rehúsan abandonarlos pese a los bajos precios que les pagan en las centrales de abasto de Puebla y la Ciudad de México, pues cargan con el descrédito de la contaminación.

Aquí las habas tienen plomo, asegura Isabel Cano. En esta cuneta veníamos a lavar y bebíamos agua con las manos; era tan limpia... Había peces, acociles, ranas, víboras. Aquí nos bañaban. Había vida, pero vean hacia allá: todo es muerte. Por eso lucho, afirma esta mujer que ha atestiguado el deterioro de la cuenta desde la década de 1970.

En el arroyo de Santa Ana Xalmimilulco, que conduce al Atoyac, desfogan aguas las empresas del corredor industrial de Huejotzingo: empresas textiles, metalmecánicas, de autopartes y alimentos. Allí se mezclan residuos de tintas, solventes, hidrocarburos, químicos tóxicos y metales pesados que forman un líquido espumoso con olor ácido.

La generación de empleos no se compensa con los daños a la salud, insiste Alejandra Méndez, en esta tercera parada del toxitour. Sostiene que debe diferenciarse el tratamiento de las descargas municipales de las industriales, y aun entre éstas últimas.

La Red de Jóvenes en Defensa de los Pueblos y otras organizaciones demandan que se actualice las normas oficiales mexicanas NOM-001-Semarnat-1996 y NOM-002-Semarnat-1996 por considerar que están rebasadas y son condescendientes con las empresas.

La pestilencia y el ardor en la garganta apresuran la partida hacia el último paraje: San Rafael Tenanyecac, en Nativitas. Antes, el grupo hace una pausa en una construcción abandonada en obra negra, “un elefante blanco de la administración estatal pasada”. Una planta de tratamiento, de aguas sin equipo alguno.

Es falsa, pero está dada de alta en el Sistema de Información Geográfica de Tlaxcala, con un costo de 2 millones de pesos. Por eso decimos que hay una simulación de las autoridades, acusa Rosas Landa.

Los activistas afirman que la solución para sanear la cuenca no son estos sistemas, ya que –dice Alejandra Méndez– sólo representan una erogación brutal de recursos públicos y no operan.

En San Rafael Tenexyecac se juntan los ríos Atoyac y Xochiac. Era lugar de tierras agrícolas muy productivas; ahora del cauce emana un olor a anfiteatro generado por la descomposición de putrescinas y cadaverinas, explica Arturo Olvera.

Octavio Rosas concluye: A un año de la recomendación no ha habido avance. Es un agravio adicional a la población, porque todas las autoridades señaladas admitieron que se comete una violación a los derechos humanos. Los gobiernos federal, estatales y municipales están cometiendo crímenes de lesa humanidad porque reinciden y no hacen absolutamente nada.