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Homenaje nacional al autor de El arte de la fuga, anuncia la Secretaría de Cultura

Murió Sergio Pitol, referente de las letras en Iberoamérica

En 2010, en una entrevista con La Jornada, dijo: Me aventuro a decir que soy los libros que he leído, la pintura que he visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas

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Sergio Pitol (Puebla, 1933-Xalapa, 2018), captado en la capital veracruzana en 1996Foto Alberto Tovalín
 
Periódico La Jornada
Viernes 13 de abril de 2018, p. 4

El escritor y traductor Sergio Pitol, una de las voces literarias más relevantes de México e Iberoamérica, falleció ayer a las 9:30 horas en su casa de Xalapa, informaron sus familiares. Sus restos fueron velados en Bosques del Recuerdo y serán cremados este viernes.

La muerte de Pitol, premio Cervantes de Literatura, se debió a complicaciones de la afasia que padecía desde hace varios años. Laura Demeneghi, sobrina del narrador, dijo que su tío pasó una noche difícil y falleció por la mañana en su habitación, en la casa ubicada en la calle Pino Suárez número 11, en la capital veracruzana.

Hace unos días, con motivo de su cumpleaños 85, La Jornada visitó al autor de El arte de la fuga, quien se encontraba rodeado por fotografías familiares, los recuerdos de sus viajes a los lugares más remotos del mundo y las traducciones de sus obras a lenguas como el polaco, italiano y húngaro.

La Secretaría de Cultura federal rendirá un homenaje nacional a Pitol, anunció la titular de esa dependencia, María Cristina García Cepeda, en espera de que la familia precise la fecha, mientras la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Lidia Camacho, viajó a la capital veracruzana para acompañar a los deudos del maestro en el sepelio.

Incansable viajero

Sergio Pitol, incansable viajero, convirtió sus periplos en uno de los móviles de su obra literaria, que ha marcado a varias generaciones de lectores y escritores en América Latina y el mundo.

Nació en la ciudad de Puebla el 18 de marzo de 1933. A la edad de cinco años contrajo paludismo, enfermedad a la que llamaban malaria consultiva, y eso lo llevó desde pequeño a la lectura en sus largos periodos de reposo. Comenzó con Verne, Stevenson, Dickens y a los 12 años ya había terminado Guerra y paz, de León Tolstoi.

A los 17 años estaba ya familiarizado con Proust, Faulkner, Mann, Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los Contemporáneos, los de la generación del 27 y los clásicos españoles.

Pitol vivió en Europa 18 años. En México estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y fue profesor en las universidades Veracruzana y la de Bristol, en Estados Unidos. Fue editor y su quehacer diplomático lo desarrolló en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga.

En una entrevista con La Jornada en 2010, el escritor dijo: Yo me aventuro a decir que soy los libros que he leído, la pintura que he visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos triunfos, bastante fastidio. Uno es una suma mermada por infinitas restas. Uno está conformado por tiempo, adicciones y credos diferentes.

El escritor consideraba que viajar era indispensable para no ponerse límites, no cerrarse y crearse formas aldeanas, sino concebir el mundo como amplio y diferente, saber que uno es un granito en ese inmenso mundo y que no hay nada eterno.

En una charla con Carlos Monsiváis, Pitol explicó que recurría con frecuencia a Jorge Luis Borges cuando se estancaba en un texto y pensaba en una frase del autor argentino para cerrar algún párrafo.

“Descubrí en 1952 a Borges en un suplemento cultural, donde se publicó La casa de Asterión. Creo que el mayor descubrimiento de una prosa fue ése. Parecía otro idioma. Nunca había conocido tal maravilla. ¿Te acuerdas que en los años 50 llegaba a las librerías la revista Sur, donde escribía frecuentemente Borges? Compraba la revista casi sólo por leer sus cuentos, sus reseñas de cine y sus ensayos.

“En México sólo tenía un puñado de lectores. La revista Sur me acercó a la literatura argentina, casi más que a la mexicana. Ahora si abro algunas novelas de entonces me asombro de qué malos eran, qué solemnes, qué huecos. Sólo logro admirar a Güiraldes, W. H. Hudson, los ensayos y las novelas cortas de Bianco, los cuentos de Silvina Ocampo”, contestó a Monsiváis.

Sergio Pitol pertenece a la generación de Medio Siglo y la comparte con los escritores Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Juan Manuel Torres y José de la Colina.

Con motivo de la publicación de Una autobiografía soterrada (Almadía), expresó a La Jornada: Soy un hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún más ampliamente de la lectura, desde la más prestigiosa a la casi deleznable... Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Bajtin, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo.

Para el escritor, el género autobiográfico siempre estuvo presente desde sus primeros cuentos y en Trilogía de la memoria (2007), simplemente buscó una forma distinta de abordarla, convirtiéndose en el personaje que deambula por todas las páginas. Releerme significó revivir experiencias de mi relación con la música, la ópera, el cine, el teatro y, por supuesto, la literatura, dijo el premio Cervantes 2005 a La Jornada (6/5/10).

En su libro El mago de Viena muestra, con la maestría narrativa que lo caracteriza, pequeñas ventanas al mundo de sus memorias literarias, de su imaginación histórica, de su pasión inextinguible por la literatura, los viajes y la vida.

En sus últimas apariciones públicas, Pitol ya no podía hablar, sólo sonreía y abría los brazos para agradecer los aplausos de sus lectores, como sucedió en 2012 en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, cuando se presentó la antología Elogio del cuento polaco.

En 2013 se le rindió un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, por su cumpleaños 80; ahí el escritor y traductor permaneció sentado en una butaca de la sala Manuel M. Ponce, donde escuchó la intervención de sus amigos, alumnos y especialistas en su obra, quienes lo definieron como hombre libre, vital y de humor, autor a contracorriente y solidario que todo lo convierte en literatura.

Ese año también fue honrado en Xalapa, durante el Hay Festival, y su editor Marcelo Uribe le entregó un ejemplar de El tercer personaje, que en ese entonces acababa de salir de la imprenta, publicado por Ediciones Era.

El novelista argentino Andrés Neuman, quien participó en ese acto, dijo que en Pitol uno encuentra una especie de sustrato memorístico y lo que no es verdadero parece serlo; esa duda de si es o no es verdadero es parte de su encanto. Se refirió a Pitol como autor de lo que ahora se menciona mucho en la crítica: la autoficción.

En Cuba, en 2013, el premio Cervantes asistió a la presentación de su libro El arte de la fuga, ante un auditorio que desafió la incesante lluvia sobre La Habana.

La obra del escritor mexicano ha sido traducida a varios idiomas (francés, alemán, italiano, polaco, húngaro, holandés, ruso, portugués y chino). Entre sus títulos más conocidos destacan Tiempo cercado (1959), No hay tal lugar (1967), Infierno de todos (1971), El tañido de una flauta (1973), Asimetría (1980), El arte de la fuga (1996), El desfile del amor (1984) y La vida conyugal (1991).

En su faceta de traductor, Pitol promovió en castellano a autores como Henry James, Joseph Conrad, Jane Austen, Robert Graves, Witold Gombrowicz y el chino Lu Hsun.

Sergio Pitol recibió múltiples galardones, entre los que destacan los premios Xavier Villaurrutia (1981), por su cuento Nocturno de Bujara; Herralde, por su novela El desfile del amor (1984); el de Literatura Latinoamericana y el del Caribe Juan Rulfo (1999), y el Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 1983.