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El día que, elegantísimo como estoy, el autor acudió al Paraninfo de Alcalá de Henares

Alusión a su infancia, al recibir el Cervantes
 
Periódico La Jornada
Viernes 13 de abril de 2018, p. 9

Cuando supo que se adjudicó el Premio Cervantes en 2005, el escritor Sergio Pitol, quien falleció ayer, recordó fases de mi vida, unas radiantes y otras atroces, pero siempre volvía a la infancia; además, esbozó su deuda con sus maestros, los escritores que lo marcaron y la libertad en El Quijote, de Miguel de Cervantes.

En su discurso de recepción del galardón, dijo que luego de la noticia recordó su niñez huérfana a los cuatro años, en un pueblo de menos de 3 mil habitantes con un nombre, tan distante a la elegancia: Potrero.

Relató: “Mi abuela vivía para leer todo el día sus novelas. Su autor preferido era Tolstoi. La enfermedad me condujo a la lectura; comencé con Verne, Stevenson, Dickens y a los 12 años ya había terminado Guerra y paz. A los 16 o 17 años estaba familiarizado con Proust, Faulkner, Mann, la Wolf, Kafka, Neruda, Borges, los poetas del grupo Contemporáneos, mexicanos, los del 27 españoles, y los clásicos españoles”.

Reconoció a sus maestros. Sin ellos no hubiera llegado a este día, elegantísimo como estoy, en el Paraninfo de la prestigiosísima Universidad de Alcalá. Entre ellos, Manuel Martínez de Pedroso en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.

“Solía hablarnos del dilema ético encarnado en El gran inquisidor, de Dostoievski; del antagonismo entre obediencia al poder y el libre albedrío en Sófocles y Eurípides; de las nociones de teoría política expresadas en los tantos Enriques y Ricardos de los dramas históricos de Shakespeare; de Balzac y su concepción dinámica de la historia.”

El traductor resaltó la enseñanza de Alfonso Reyes sobre literatura y filosofía griega y leí gran parte de sus libros. Los leía, me imagino, por el puro amor a su idioma, por la insospechada música que encontraba en ellos, por la gracia con que, de repente, aligeraba la exposición de un tema necesariamente grave. Y concluyó con el tema de la libertad en El Quijote, de Miguel de Cervantes, cuya tensión estriba entre demencia y cordura. “En el subsuelo del lenguaje se esconde el espejo de una época inclemente, un anhelo de libertad, de justicia, de saber, de armonía.

Cervantes es un adelantado de su época. No hay ninguna ulterior corriente literaria importante que no le deba algo a El Quijote: las varias ramas del realismo, el romanticismo, el simbolismo, el expresionismo, el surrealismo, la literatura del absurdo, la nueva novela francesa y muchísimas más encuentran sus raíces en el libro de Cervantes.